domingo, 22 de enero de 2012

El Nalón: Salmones, carbón y angula


Vistas del Nalón a su paso por Riberas dede el Miraveche  (Foto Carlos Rodríguez-Navia)

                         

          “Esti ríu tién quitao mucha fame”
                                                                      
            El Nalón, el “río Grande”,  ha sido tradicionalmente una fuente de riqueza para los ribereños. Además de contribuir a la fertilidad de nuestra vega, cuando esta surtía las paneras de patatas, fabas y  maíz principalmente, tres fueron los productos que aportaron un inestimable complemento a las economías de las pequeñas explotaciones campesinas: los salmones, el carbón y la angula.

El Salmón

La riqueza de Pravia, concejo del que formamos parte hasta el año 1836, estuvo vinculada durante siglos a la pesca del Salmón. En el año 1112 los derechos de pesca, hasta entonces propiedad de la corona y usufructuados por lo vecinos, previo pago de una renta al rey, fueron cedidos a perpetuidad a la Iglesia de Oviedo. Ello dió origen a frecuentes conflictos entre la Catedral y el concejo de Pravia, diferencias que se resolvieron en el año 1375 mediante un convenio por el que se repartió la  pesca entre ambos. Este derecho a disfrutar de la mitad de la pesca fue reconocido finalmente por el rey en 1669, expidiéndose la correspondiente ejecutoria a favor del concejo de Pravia. El Ayuntamiento arrendaba cada año (entre el 1 de enero y el 24 de junio) los derechos de pesca a particulares, que debían de entregar la mitad de las capturas. Con el producto de esta rente se financiaban obras públicas y servicios municipales. Achacaba Antonio Juan de  Bances y Valdés, en  1806, en sus crónicas de Pravia el abandono en el que se encontraban  las tierras de labranza en Riberas a la “inclinación demasiada a la pesca de salmones”. Y con anterioridad, a mediados del siglo XVIII, en las respuestas al  interrogatorio del catastro del Marqués de la Ensenada se hace una clara referencia a la importancia que esta actividad tenía en nuestro pueblo: hay veinte y dos barcas sobre el río Nalón y término de este Departamento propio de este Concejo englobaba Soto del Barco, Santianes, Riberas y Pravia-   con aparejos para la pesca de salmones y otros pescados en que se ejercitan los vecinos y labradores de él, en el tiempo que es a propósito para dicha pesca, sin perder por lo regular, de sus labores en el campo, dando a dicho concejo o su Administrador por la propiedad de dicho río, la mitad de los salmones que pescan desde primero de enero hasta el día veinte y cuatro de junio; y son propias una de Dn. Angel Viejo; otra de Joseph, Juan y Martín García y de Adriano Menéndez; otra de Manuel Arias; otra de Juan y Bartolomé Arias y de Juan Sebastián González; otra de Pedro García, Pedro Carvajal, Domingo y Joseph González; otra de Isidro de Llano, otra de Manuel Arias, todos vecinos de la parroquia de Riberas, todas con traína para la pesca de salmones solamente de la que regulan produce y da cada una de las referidas barcas, además de lo que corresponde y percibe dicho  Concejo, trescientos y setenta reales de vellón. En cada un año para los respectivos dueños de barcas y aparejos y cuatro personas que son necesarias en cada una para dicha pesca. Que hay  asimismo una de Juan de Bances, vecino de Riveras que al presente no se usa por no estar aparexada;”

Como curiosidad decir que en este documento también se hace referencia a la existencia en las orillas del río de doce apostales que llamaban boqueros para la pesca de la lamprea.

Además junto con esa pesca legal coexistían toda una serie de actividades ilegales basadas en  artes prohibidas como trasmallos, refuelles  redes salmoneras que atravesaban el río por el sistema de copo, venenos, etc.

La venta del salmón fresco o escabechado  continuó siendo una actividad importante en el concejo hasta bien entrado el siglo XX.

Como todas las cosas cuando abundan no se les da el mérito que luego tienen cuando escasean. Así se dice que los obreros que trabajaban en el “Estratégico”, en la construcción de la línea del ferrocarril de FEVE, ponían como condición que no se les diera en el menú salmón más de una vez a la semana.


            El Carbón[1]
           
            Para la extracción del carbón se necesitaban dos barcas: Una de ellas, la barca de beta, provista de un molinete, se fondeaba junto a la beta, en unos casos usando un fitón y en otros simplemente  una piedra o morrillo. El molinete se usaba a modo de roldana para tirar , con un cable o winche de la piñera, que solía ser rectangular. En la otra barca  era donde se almacenaba el carbón extraído.

Grupo de carboneros en plena faena (foto: hijo de Siso)
A base de piñerar se formaban en el fondo de río unos pozos donde se depositaba, limpio,  el carbón. La barca de beta no se retiraba a la orilla, sino que se dejaba fondeada en estos sitios lo que de todas formas no evitaba que hubiese polémicas.

En el verano, cuando había poco agua  también se sacaba el carbón a base de piñerar arena en los arenales  y metidos en el agua

Una vez llena la barca, que podía llegar a hacer más de tonelada y media, había que llevarlo a los lugares donde los “Tomadores” lo compraban. De estos depósitos había varios a lo largo del río. Aquí en Riberas los había en el Tiñoso, en el  Pical, en la Maramuñiz y en la Imera.  Los tomadores eran los encargados de  pesar  el carbón  en nombre del comprador. Tres eran los principales compradores: Julio Valdés, Enrique Prados y un tal “Llombinos”: Para Julio Valdés estaban de tomadores entre otros, Benjamín Carreño, en el Pical y Marcelo “el Yargo  en el Caid y en el Puente Muros. Para Enrique Prado estaba José el Madreñero.

Faenando, Isacc, Julin de lin ...

El carbón se pesaba y basculaba en las pilas  a paxáos.  Se pesaba  un paxo, que dependiendo de la humedad que conservase el carbón, solía pesar en torno a los 40 kilos, y el peso de este se usaba como fijo para los restantes. Los carboneros subían por el pilón de carbón con el paxo al hombro y el tomador iba apuntando una raya por cada uno. Cuando llegaba a un múltiplo de cinco hacía un aspa. Lo había de varios gruesos y a la hora de venderlo se distinguía entre menudo, medio y grueso. Todo este proceso no estaba, ni mucho menos, a salvo de la picaresca, tanto a la hora de llenar y  rasear los paxos  como a la hora del recuento.

También se vendía carbón, aunque en mucha menor cantidad, a las  vaporas  de San Esteban que andaban al bonito.

Ponernos a enumerar  la lista de los carboneros de Riberas sería muy largo, prácticamente todos los vecinos de Riberas anduvieron al carbón, unos con dedicación exclusiva y otros  como actividad complementaria.
               

La angula[2]

            Es este un recurso cada día más escaso que tuvo su época dorada en años no muy lejanos. Dejamos para un próximo artículo el entrar en detalles sobre el desarrollo de esta actividad y nos limitaremos aquí a narrar una serie de anécdotas vividas y oídas y sobre alguno de los variopintos personajes que se dedicaron a este arte. Desde luego el primero que se me viene a la cabeza es al ya desaparecido Carbajal. De este hombre habría mucho que contar. Fue un hombre, como se dice por aquí, en el argot popular “muy angulero”, de los que se las sabían todas. Para corroborar lo que dije al principio de que la angula tuvo épocas mejores, retomaré algo que decía Carbajal con su peculiar gracia: ¡Angula! Angula habíala antes, cuando yo era chaval. Acuérdome yo, tando un día segando en un prau que teníamos junto al Nalón, que acabóseme el agua del zapico y acerqueme a la orilla del río a llenarlo y ¡nun fui capaz! Que era  todo angula.”   Esto lo contaba “Carba” a modo de explicación de cómo la angula iba a menos.

Manolín de Luz (Foto Elma)
 Otro personaje que a mí me causaba cierta admiración por su valor era  Manolín de Luz. Me causaba admiración porque  siendo ya muy mayor andaba por el río con una barca que ya tenía más remiendos de hojalata que madera. Yo siempre me recuerdo de él achicando agua. Incluso una noche que nos acercamos mi padre y yo al río y no salimos por que había una riada de miedo, sentimos unas maderas crujiendo y relinchando y era Manolín de Luz que tuvo el valor de salir con aquella riada y con aquella cáscara de nuez que tenía por barca. Para mí era cariñosamente “el bucanero”.
           
Me recuerdo otra noche de lunada que estaba yo un poco por encima de la  curva del Pical, del lado de Santianes. Por encima de mi estaba Laureano y enfrente, del lado de Riberas, Susi. Estábamos charlando, haciendo tiempo esperando que empezara a subir la marea, cuando empezamos a oír el ruido de un motor fueraborda  acercándose. Cada vez lo oíamos más cerca hasta que ya vimos quién era. Aunque de Riberas, no era una persona conocedora del río ni mucho menos y lo que no esperaba él era que un poco por encima de donde estábamos era todo pedregal y no  se podía subir hasta que no hubiese un pedazo de marea. Bueno, pues este buen hombre, ignorante de esto, entró abante toda,  pedregal adelante. ¡Imagínense el estruendo de la hélice del fuera borda en los morrillos! Y fue entonces cuando se escucha la voz socarrona de Laureano: “¡ Suso!, ¿ Fulano qué está  retrobateando?!.

Pepe Galán (foto Jesús el de Chilo)
     Otro día, al amanecer, veníamos de regreso para casa y  Jesús ya tenía el bar abierto. A Manuel el del Pinalón se le apeteció hacer una parada antes de subir para casa. Con tan mala suerte que antes de entrar en el bar, no se lo que hizo con el caldero, que tropezó con el y le cayeron todas las angulas en el suelo. (Que dicho sea de paso no eran muchas) El hombre empezó a pañarlas a puñaos. Iban con barro y con lo que pañaba. En esto llegó Luisín el del Caseiro que iba a trabajar y cuando se asomó al caldero de Manuel y vió aquellas angulas tan negras de barro y porquería le dijo al dueño de la angula: ¡¡ ah Manuel!! ¿Esto que son calamares en su tinta?!!

Recuerdo con cierta añoranza aquella época y a toda aquella gente que nos juntábamos por el río. Hubo épocas en que el Nalón tenía una gran actividad nocturna. Plagado de luces de candil de carburo o camping gas o cualquier otro sistema de alumbrado, siempre buscando el más económico. El Nalón de noche recobraba vida. Ahora está en un reposo latente, dispuesto siempre a sacarnos de algún apuro. Creo que le debemos mucho a este río.

Barca en el Pical (Foto Carlos Rodríguez -Navia)
           
                                  
BIBLIOGRAFÍA:
“Pravia, el libro del Concejo” . Ediciones Azucel. 2004
“El Concejo de Pravia en el siglo XVII, datos que aporta el Catastro del Marqués de la Ensenada”. Celsa Carmen García Valdés. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos
“Apuntes para la historia de Pravia” José Antonio Martínez González . Solar Ediciones, 2000


[1] Basado principalmente en  charlas con Julín de Lin y  Esperancina Tamargo
[2] Escrito por   Javier Galán Lago en 2003

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