(Texto e ilustraciones:
Carlos Rodríguez -Navia)
PRÓLOGO
En la Historia de Asturias, en la época de la Edad Media y concretamente en esta zona praviana, no parece conocerse mucho sobre mujeres que
hubiesen destacado por su personalidad poderío o méritos, salvo Adosinda la
esposa del rey Silo que vivió y murió en Santianes en la mitad del siglo VIII y
que desarrolló una gran labor para llevar al trono a su sobrino Alfonso VIII,
que fue quien trasladó la corte a Oviedo.
Sin embargo,
tiempo después en el siglo XI y en las proximidades de Riberas, vivió
una significativa dama llamada Doña Palla,
vecina, dueña y señora de nuestros espacios, en los que desplegó poder y autoridad, con un sentido de la justicia muy
poco habitual en esa época y a la cual, no algunos historiadores dedicaron su
tiempo y conocimiento para desvelar su influencia e intervención histórica y
que si bien en su tiempo fue destacada, conocida, admirada y hasta temida, en
la actualidad, a nivel popular, tal nombre solo parece ser reconocido como un
pequeño enclave, quizás rodeado de algunos cuentos y mitos alteradas por el
paso de los tiempos.
Un ilustre compatriota ribereño nacido en el Palacio de La Bouza en el año 1818, Don Antonio Juan de Bances y Valdés,
entre sus muy diversos estudios y
trabajos, escribió Noticias históricas del Concejo de Pravia, en
donde, aparte de unas interesantes y minuciosas
descripciones de la zona, hace
múltiples y diversas alusiones al lugar en donde residió Doña Palla y
alguno de sus descendientes, detallando incluso algunos sepulcros, escudos,
etc. relativos a su familia, además de haberse encontrado y relacionado algunos
utensilios domésticos, armas y monedas de diferentes épocas, aunque actualmente
queden pocos restos y muy malogrados, por excavaciones descontroladas y
por furtivos buscadores de objetos que
le pudieran proporcionar algún
beneficio, ignorando que podían tener mas valor histórico que económico,
en parte justificado, dado el negligente
y secular abandono y olvido a que estuvo sometido durante años, solamente
rodeado de imprecisas y olvidadas ficciones. Sobre los más recientes ayalgueros de estos parajes, hay una
clara e interesante reseña en una de las últimas publicaciones de El Trichorio. de 20 Enero-2012.
Modestamente, solo como ribereño y a título de satisfacer mi curiosidad
sobre algunos cuentos oídos en mi niñez, he intentado recopilar algunos retales
de historias mas o menos fidedignas que han llegado a mi conocimiento, aparte
de consultar y entresacar datos de diversos escritos, documentos y artículos
(tengan o no confirmación histórica), hasta llegar a situarlos y acomodarlos lo
mas cerca posible de las circunstancias
y posición histórica de Doña Palla, ya que
al haber sido señora, dueña y
vecina, de estas tierras, no solo le dio nombre, fama y prestigio a donde tuvo
su palacio, si no que además fue la iniciadora de una estirpe que llevó
honrosamente su sobrenombre hasta que por posteriores matrimonios y uniones con
otras familias, fue quedando relegado por otros apellidos principales.
Quede clara constancia de que no pretendo hacer descubrimiento ni
afirmación irrefutable alguna, esperando mas bien al contrario, que estas
personales exposiciones puedan suscitar el interés y participación de otras personas seguramente mas informadas y
preparadas que puedan corregirlas o ampliarlas,
ya que mi único y sencillo propósito es
el de intentar mostrar, con algo de imaginación, el ambiente que pudo haber en nuestro concejo en la Edad Media para
comprender mejor el contexto en el que se desarrolló la vida de Doña
Palla, para lo cual y a falta de mayores detalles, conviene contemplar
brevemente algo sobre quienes, cuando y como ocuparon estas tierras en
anteriores etapas históricas y su posterior influencia en el carácter y
cualidad de los autóctonos.
LA PREHISTORIA
En el periodo del paleolítico superior,
hace algo mas de 10.000 años, cuando ya estaba prácticamente terminándose la
última glaciación y se estaban suavizando las temperaturas, algunos grupos
nómadas del homo sapiens llegaron a establecerse por estos lugares,
albergándose en grutas y cavernas, como la cercana y famosa cueva de San
Román de Candamo, en cuyas paredes interiores dejaron claro testimonio gráfico de su viablemente larga estancia. En estos
habitáculos solían tener áreas diferenciadas, bien para mantener el fuego,
desollar animales o elaborar arcos, flechas, cajas y cuchillos con madera,
huesos y piedra pulida, empleando
también cráneos, cuernos y vasijas de
barro para los alimentos. También
curtían pieles para abrigarse y
trenzaban hojas y ramas, para no dormir
directamente sobre el húmedo y frío suelo.
Estos pequeños
componentes familiares, no solían exceder de unas 15 o 20 personas y aunque
posiblemente su lenguaje aún fuera
bastante limitado, con oraciones cortas y abundancia de gestos y gruñidos, la
máxima autoridad indiscutiblemente
era la del macho mas fuerte y mas hábil,
quien además tenía la prioridad de
elegir la mejor parte del alimento, las hembras para copular y tomar la
decisión de rechazar a cualquier miembro
del grupo.
Posteriormente y sobre todo en las épocas
estivales, se fueron mudando a zonas mas bajas cerca de manantiales, ríos y
arbolado abundante, formando unos
primarios poblados de pequeñas
chozas de forma circular, con una parte
baja de piedras, huesos y madera,
rodeados de empalizadas para protegerse de los animales peligrosos,
puesto que había abundancia de osos, corzos y jabalíes, que eran cazados
generalmente en pequeños grupos, empleando
toscas lanzas, hondas, boleadores, arcos con flechas y que además de pescar peces con palos afilados y redes hechas con juncos trenzados, ya sabían mantener elementales cultivos de
cereales y plantas nutritivas además de tener pequeños corrales para ovejas y cabras y así disponer de carne, leche y lana, con lo cual, si bien su alimentación
era limitada, les proporcionaba la energía suficiente para sobrevivir en un
ambiente aún bastante agresivo y en donde su edad de supervivencia, no solía
superar los 25-30 años.
Hasta el siglo IX a.c. no se sabe mucho mas de esos habitantes, solo
que en este tiempo hubo diversos desembarcos por casi toda la zona Norte de
gentes extranjeras, principalmente de Bretaña e Irlanda, quienes ejercieron
bastante influencia sobre las gentes de estos lugares, formándose clanes de
celtas de origen indoeuropeo, decididamente sedentarios y agrupados en castros
con pequeñas construcciones de piedra,
generalmente situados en
promontorios próximos a donde hubiera agua y caza y poder producir cultivos. A
partir el siglo IV a.C. esta zona la lo
ocuparon los ligures y parece ser que, con la unión y mezcla de estas etnias, se formaron los primeros asturianos.
LOS
ROMANOS
Cuando a principios
de nuestra era, prácticamente toda
Hispania ya era romana y ocuparon parte de
la astura transmontana, encontraron establecidas algunas familias
y tribus de paésicos
o pésigos, esencialmente agrupados entre
el Navia y el Nalón, además de los lugones al otro lado del Nalón hasta el Sella y los valdenienses
en la zona de los picos de Europa.
Entre el Eo y el Navia, lo habitaban los Galaicos y concretamente en
el castro de Coaña los albiones.
Los
pésigos, fueron pequeñas tribus de transmontanos de
origen celtibérico algo dispersadas,
formadas por gentes pacíficas y
sencillas, fundamentalmente dedicadas al pastoreo y a la caza, laborando la
tierra con un sistema primario, escasas
herramientas de madera endurecida al fuego y muy poco conocimiento de las mejores épocas de siembra o recolección de
los pocos productos que cultivaban.
Realmente, los romanos, al menos en esta zona, no realizaron
una invasión militar si no que mas bien fue
una ocupación provechosa para beneficiarse de los recursos naturales que
se encontraron, haciendo de Flavium Avia
(Pravia) un importante y estratégico enclave comercial con unas buenas
comunicaciones terrestres por el Camino Real que venía de La Cabruñana pasando por Cornellana y seguía después cerca de la
costa, disponiendo de un almacén de sal o alfolí y un buen embarcadero para la exportación del
oro, del oro y otros mineras que sacaban de las minas, puesto que el río Nalón en aquellos tiempos tenía
mucha mas anchura y calado y era prácticamente navegable hasta el entronque del
Narcea, pero primordialmente se dedicaron a explotar las minas y yacimientos de oro,
cobre, hierro y otros metales que había por las cercanas minas, al tiempo que
enseñaron nuevos tipos de labranza con la aportación de técnicas, ideas y
diferentes aperos, como la azada, la hoz, la guadaña y sobre todo el arado con
reja de hierro, al que se le fue adaptando el tiro animal herrado.
Enseñaron
como conservar carnes y pescados por medio de la salazón y establecieron el
ordenamiento de las épocas de laboreo, siembra y recolección, guardando las
cosechas para protegerlos de la humedad y los roedores en construcciones elevadas de madera que
posteriormente se convertirían en hórreos (granarium sublima). Normalmente eran
apasionados bebedores de vino y ya en
estos tiempos se empezaron a elaborar las barricas o cubas en madera, de castaño, haya o
fresno para conservarlo mejor, sustituyendo a las antiguas ánforas de
barro, mucho mas frágiles y de menor capacidad para el transporte, pero también se fueron aficionando al consumo de la sidra
(sicera), bebida ya obtenida por los celtas, impulsando con ello la
plantación de manzanos.
Aunque protegieron e hicieron uso del caballo asturcón,
tanto para sus desplazamientos como para las labores del campo, los romanos
habían ido marginando a pastores y
ganaderos por el temor a que sus animales
destruyeran las cosechas, por lo cual algunos de estos se fueron
separando de los pequeños núcleos rurales, cobijándose en valles y cumbres bastante alejadas y aislándose prácticamente de cualquier relación
con el resto de la comarca, estando
incluso buscados para reclamarles contribuciones y tributos, siendo
posiblemente unos precursores de los
vaqueiros de alzada.
Durante algo
más de cinco siglos, los romanos construyeron muros, calzadas, puentes, como
las que quedan en Bances y los
Cabos, en donde también se encontró una
estela, o el puente de Agones, además de fortalezas y guarniciones con la
piedra de las diversas y próximas
canteras, empleando mano de obra de esclavos o de rebeldes que no se adaptaban a sus proyectos.
Levantaron atalayas y torres vigías
en puntos estratégicos y dominantes para el control y vigilancia costera, casi siempre realizadas
sobre restos de antiguos castros celtas, como en lo alto del Mirabeche y
en la orilla derecha de la desembocadura del Nalón, donde posteriormente seria construido el denominado Castillo de San Martín o de las
Arenas. Algunos potentados y familias de
patricios, (clase privilegiada, superior
a los plebeyos) construyeron diversas villas, residencias y mansiones en Ponte,
Riberas,
Muros, Santianes, como la de la
Magdalena de la Llera, etc., de todo lo cual prácticamente no queda resto alguno.
Introdujeron
el cristianismo, religión que habían adoptado como oficial en el año 380, e
implantaron el latín, que en
Asturias fue asimilándose muy lentamente puesto que por las zonas
rurales se hablaba un dialecto asturleonés, posiblemente de origen celta, que
era transmitido de padres a hijos como lengua propia.
No se puede negar la gran ascendiente que tuvo la
cultura romana en la sociedad hispana y muchas de sus mejores cualidades y costumbres aun perduran, como el
Derecho Romano, la filosofía, el arte,
etc., como también fue importante el uso y circulación de monedas que inicialmente se emplearon para el pago de
impuestos, soldadas de la tropa, compras de mercancías y otras transacciones importantes.
En el siglo IV heterogéneos grupos germánicos de suevos, alanos
y vándalos, que ya habían ido
acuciando a los romanos por Europa, penetraron en Hispania desmembrado sus
rutas y fronteras y ocupando la
Lusitania , Galicia y la zona oeste de Asturias.
Con el Imperio muy corrompido, el extenso ejército
totalmente indisciplinado y la muerte del emperador Rómulo Augusto, que había perdido toda su autoridad, se produce la caída del Imperio Romano en el año 476, fecha que
históricamente es considerada
como la entrada en la Edad Media
LOS VISIGODOS
Los visigodos eran otros grupos bárbaros de origen
germánico que anteriormente también
habían asaltado la Galia, pero fueron rechazados y empujados por los francos hacia los Pirineos, entrando después en la península,
ocupando el norte y parte del centro, desalojando
a los suevos y estableciendo su capital
en Toledo. Esto ocurría a principios del siglo V.
Estos invasores respetaron
la cultura y costumbres de los pueblos de estas tierras incluso las
divisiones territoriales de los romanos, no prestando una excesiva atención a
estos lejanos lugares, posiblemente mas preocupados por sus problemas internos,
ya que consideraban a sus habitantes como poco civilizados y casi salvajes,
aunque instituyendo los principios del régimen feudal con el cual los campesinos
y agricultores dejaron de ser esclavos y
pasaron a la condición de siervos, protegiendo
y fomentando solamente la agricultura y la ganadería en los núcleos
de sencillos colonos y el intercambio de
productos entre pequeños mercados de los pueblos inmediatos, pero sin
contribuir casi a nada destacable, manteniendo en muchos aspectos el perfil
romano. Eran cultos y
disciplinados, con una monarquía y un
sentido castrense muy arraigado, pero
por la zona norte, coexistía una soterrada diferencia y enfrentamiento entre los
visigodos de Eurico y los hispano romanos de Alarico, que originó diversas conspiraciones internas, aunque
no pareció afectar al temperamento
habitual de los habitantes de Asturias y menos aún a la población
campesina de esta tranquila y aislada
parte de Asturias, aunque algunos aseguran que gran parte de nuestro orgullo y
firmeza, tiene una clara influencia visigoda.
Practicaban el arrianismo y aunque una vez convertido Recaredo en
el año 589
las mayorías se fueron pasando al cristianismo, algunos personajes seguían con
sus ideas, aún siendo consideradas como herejías. Construyeron algunas
capillas, iglesias y basílicas, de tamaño reducido, casi todas prácticamente desaparecidas por el paso del
tiempo y las demoliciones de los moros,
aunque posteriormente se levantaron nuevas construcciones cristianas ya en la
época de Ramiro I, como Santa Maria del Naranco, San Miguel de Lillo Santa
Cristina de Lena, etc.
Los artesanos visigodos fomentaron una orfebrería muy
particular con abundancia de oro y
pedrería. La
Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria, emblemas heráldicos
asturianos por antonomasia, tienen claras influencias visigóticas en su diseño
y composición. Acuñaron y pusieron en
circulación monedas de oro siguiendo los mismos patrones romanos, aunque en las
aldeas y pueblos se seguía practicando
el trueque de mercancías.
La batalla de Guadalete, en Julio de 711,
fue el final del periodo godo en toda la península, huyendo algunos hacia Francia o fusionándose otros discretamente con la población del norte. En
esta batalla, participó Pelayo, entonces escudero de Don Rodrigo.
LA OCUPACION MUSULMANA
A
principios del año 711, los musulmanes, beréberes o árabes, habían penetrado fácilmente por Tarifa, casi sin la oposición
de los habitantes de Hispania, conquistando
toda la península ibérica con gran rapidez, pues incluso contaron con la nada
oculta colaboración de la abundante población judía, que no estaba muy conforme
con el trato recibido de los visigodos.
Aunque entre nosotros conjeturamos y
decimos que en Asturias no llegaron nunca a establecerse los moros, realmente hicieron
diversas incursiones y asaltos a estas
tierras, pero no fueron consideradas por
ellos como parte perteneciente al-Andalus.
En una de esas correrías, Muza entro por el Puerto de Tarna en el año 712,
conquistando Lugo de Llanera y posteriormente Gijón, dejando a Munuza (Otman ben
Neza) como gobernador, quien fue dominando a los habitantes
del territorio ocupado, llegando a tener pactos o acuerdos con
diversas familias, quienes a cambio de que les respetaran sus vidas, tierras y
creencias, deberían pagar diversos tipos de tributo e impuestos, ya que como
estas gentes no disponían de ejércitos organizados, tenían que doblegarse y
someterse a estos mandatos, aunque diversas
formaciones de jóvenes insurrectos que se negaban a agachar la cabeza a los
invasores, realizaban labores de hostigamiento con frecuentes incursiones entre
los campamentos musulmanes o asaltando a los recaudadores por desfiladeros en donde no podían ser
perseguidos, escondiéndose después en
cuevas o quebradas de difícil acceso para los desconocedores del terreno.
Aparte de esas escasas ocupaciones
por la zona oriental y a pesar del gran dominio y contribución de su gran
riqueza cultural y la influencia en las costumbres e incluso en la preponderancia religiosa en prácticamente
toda la península, parece que no
llegaron a sentirse cómodos ni a
asentarse por nuestra comarca, como tampoco se evidencian
demasiadas huellas sensibles de su casi efímero paso, ni tan siquiera
como para fomentar las actividades agrarias, (que en otras regiones demostraron
ser grandes expertos), quizás por el
carácter y las dificultades de
acatamiento de las gentes y posiblemente también por no estar habituados a realizar cultivos en tierras donde mas bien había un exceso de agua.
Durante la larga ocupación de estos
invasores en prácticamente toda la península
con el lógico y forzado roce verbal del pueblo cristiano con ellos, se
fue produciendo una cierta
descomposición del latín,
entremezclándose
multitudinarias palabras
árabes que se fueron incorporando y
adaptando a la lengua ibero romance, con las disparidades de cada región y
aunque en Asturias estuvieron menos tiempo, también se quedaron formando parte
de nuestro lenguaje, algunas vocablos derivadas del árabe como abondo, celemín,
alfalfa, aceña, bañal, galvana, atalaya, etc.
En el aspecto religioso, aun fue
menor la influencia del Islam en un
pueblo en el que ya parecían estar
enraizadas las propias creencias, pero no obstante, algunos líderes mas
ortodoxos con su religión pretendieron prohibir el consumo del vino y la sidra, por considerarlas bebidas
alcohólicas, aunque la reacción popular fue de una absoluta ignorancia, puesto
que generalmente la sidra se elaboraba en casi todos los caseríos.
Con muy escasa convicción
histórica, han quedado algunas
narraciones sobre raptos, enamoramientos y pasiones de algunos
personajes moros con cristianas, como puede ser alguna de las versiones del conocido caso de Munuza con la hermana de
Pelayo o la leyenda sobre el Rey Mauregato
(moro gacho), hijo bastardo de Alfonso I
y una cautiva mora, del que se dice fue
el que instituyó el
tributo de las 100 doncellas, capturadas por estos alrededores, para
mantener la armonía con los árabes..
Menos
creíble pero interesante, es la narración sobre un oficial praviano que antes de
mantener con sus tropas una contienda contra los sarracenos, tuvo una especie
de premonición al ver unos cuervos volando sobre la otra orilla del Nalón, lo
cual le valió para obtener una estratégica victoria y conseguir después, por
designación real y como premio, el incorporar seis cuervos al escudo de Pravia.
Con el
enfrentamiento con los astures y su derrota
en Covadonga
en el año 722,
en lo que posteriormente fue mas o menos equívocamente denominada como La Reconquista, el Islam
fue retrocediendo muy paulatinamente, hasta que en tiempos de los Reyes
Católicos, con la rendición
de Granada en 1492, acabó su dominio.
EL AMBIENTE SOCIAL EN LA ÉPOCA DE DOÑA PALLA.
En el siglo
XI, reinando Alfonso
V de
León y con la institución
monárquica confirmada, la vida
medieval por esta comarca praviana y por otras similares era muy limitada y
casi todo estaba determinado por las desiguales funciones de las distintas
categorías sociales,
La
Iglesia monopolizaba y aplicaba las normas de vida “según
los postulados impuestos por Dios”, que marcaban las tres funciones de
los seres humanos: combatir, orar y trabajar,
(bellatores, oratores et laboratores)
con lo cual la sociedad quedaba distribuida entre la aristocracia
militar formada por nobles y caballeros, los
eclesiásticos y gestores de oración y
normas morales y el campesinado,
dedicado a las labores de la tierra. Realmente era una estructura en la que
era muy difícil salirse del ámbito
social en el que se había nacido, puesto que dicho de otra manera y con gran
certidumbre, el que nacía pobre, solía morir pobre. Hacia ya más de cien años que había pasado una época conflictiva por la
llegada del nuevo milenio anunciando el fin del mundo llena de miedos,
predicciones de plagas y catástrofes, pero salvo los periodos de guerras
declaradas o de enfrentamientos entre familias, en general se gozaba de una
cierta paz social, mas bien basada en la resignación del pueblo que vivía
totalmente ajeno a los problemas políticos.
El poder supremo
Como máxima
autoridad y respeto estaba el Rey, señor de señores, con absoluto dominio y
poder sobre toda su territorio y sus súbditos. Desde Alfonso II, se quedó establecida
la continuación de la monarquía astur-leonesa
por línea de varonía, es decir, normalmente hereditaria de padres a
hijos ya que se había acabado la
influencia visigoda en la que los reyes eran elegidos por las castas
nobles.
El rey tenía la facultad
final de poder revocar, confirmar o ampliar todas aquellas condenas que los
señores feudales le pudieran presentar, teniendo también el pleno derecho del
indulto. En la mujer de clase
alta, era criterio instituido e
incuestionable el que al llegar a edad juvenil, fuera casada con el hijo
de algún otro noble poderoso, por puras
razones de conveniencia territorial o de compromiso político, por lo cual y por
normas de dignidad y prestigio, la elección de una reina debería pasar por la
observancia y comprobación de distintas condiciones, entre los cuales el
amor no constituía una exigencia, puesto que el mayor parte de los casos, no
había concurrido ni tan siquiera un previo conocimiento personal. El mantenimiento de su virginidad
hasta el matrimonio, era condición absoluta para su celebración, debiendo ser
comprobada y certificada por matronas y actuarios. La ceremonia nupcial solía
ser un acontecimiento muy celebrado, con
la asistencia de numerosos e importantes príncipes, señores y dignidades eclesiásticas, en la que el pueblo era un
espectador mas o menos entusiasmado por las
ilusiones y promesas de que tal enlace supondría grandes beneficios para
la corona y el reino, pero una vez casada, la reina no tenía casi mas participación real que mostrar su
presencia al lado del rey en los mas importantes eventos, como recepciones,
bailes y conciertos y disponiendo
de doncellas y camareras solamente se
dedicaba a organizar y controlar el orden interno, la alimentación y el
servicio, pero era de la mayor gran importancia el ser madre a la
mayor brevedad y que su primer hijo fuera un fuerte y sano varón.
Habitualmente
llevaba largos vestidos de colores brillantes y amplias mangas, usando telas
gruesas y pieles en invierno y en sus largas horas de soledad, acostumbraba a
bordar y cultivar la música con algún
instrumento, como el laúd e incluso el arpa, leía poesía y libros de oraciones,
pues su vida estaba muy controlada y condicionada por confesores y monjes, con
una intolerancia implacable de sus posibles tentaciones. Sus sencillos juegos
eran el diábolo, el aro o las tabas y las más cultas practicaban el juego del
ajedrez y con escasa frecuencia celebraban
Los reyes generalmente vivían en la capital
del reino, en un palacio con amplios aposentos y salones para celebración de grandes actos y una serie
de dependencias para invitados junto a otros espacios para disponer prontamente
de capellanes, asesores, secretarios y
escribanos, además de la servidumbre, mayordomos, criados y cocineros. En
edificaciones anexas estaban los
oficiales, guardias, soldados y las caballerizas y en los sótanos las mazmorras con sus carceleros y torturadores..
Como en todos los reinos, alrededor de la
corte, pululaban numerosos personajes a
la búsqueda de audiencias, favores reales o simplemente para hacerse ver y
mostrar su respeto y pleitesía. Los obispos y prelados, favorablemente elegidos
y nombrados por el rey con la casi segura aprobación de
Roma, también merodeaban por el palacio para conseguir subvenciones de templos
y monasterios, a cambio de conceder cómodas bulas e indulgencias a la corona, absolviendo sus ostensibles
pecados.
La nobleza y la
iglesia
Después del rey,
en cuanto a nivel social, mando y poder estaba la alta nobleza, popularmente
denominados como “los señores”, encabezada por duques y condes, titulación hereditaria refrendada o concedida a aquellos que, bien
por su sangre o linaje o bien por los merecimientos al haber realizado algún
favor a la corona, eran dignos de ostentar esta dignidad.
Poseedores de
grandes latifundios solían vivir en castillos y fortalezas ubicadas en lugares
estratégicos protegidos por gruesos
muros almenados, fosos y trincheras y con una alta torre desde la que se
divisaba el entorno. En el gran patio de armas se ubicaba el acantonamiento y
la tropa propia que utilizaban en las
guerras y los frecuentes encuentros y escaramuzas, por motivos de envidias de
las mejores condiciones de sus terrenos
o por gozar de mayores simpatías
reales, al tiempo que les servían
de protección y colaboración para el cobro de
impuestos un tanto arbitrarios.
Practicaban
frecuentemente la caza mayor y la
cetrería, dada la gran abundancia de
ciervos, jabalíes y aves. “•En Monte–rey,…puede ser que aquí tuviesen sus montes
de cacerías ó de arbolados, los Reyes de Asturias, que vivían en Pravia, con
palacios y casas de campo para su recreo, á que no ayuda poco el nombre de Cotollano,
que tiene el lugar inmediato.” -
Después de las grandes cacerías o combates, eran habituales las
comilonas que celebraban solo los varones durante muchas horas, con gran
consumo de carnes y vino, no faltando
la animación de músicos y bailarinas, incluida la singular
figura del bufón, generalmente persona deforme pero ingeniosa e intrigante.
Otro de los divertimentos de la
nobleza era el de celebrar justas o torneos
entre caballeros de distintos feudos, a veces presididas o
apadrinadas por el rey y los príncipes, puesto que también servía para la presentación de las
doncellas candidatas al matrimonio. Estos desafíos, a veces de enorme dureza y
competitividad, tenían gran divulgación y gozaban de la asistencia popular, con
el entusiasmo y apoyo a sus respectivos
señores.
La prepotente
nobleza varonil, por real autorización y consentimiento eclesial, podía ejercer
si era su deseo, el llamado derecho de pernada (ius prime noctis), que consistía en ser el primero en yacer con una
sierva agraciada que se fuera a casar
con un siervo, concediéndole a este la dispensa de cobrar alguna pieza en sus
bosques, puesto que la caza mayor estaba exclusivamente reservada para los
señores, pudiendo caer en graves penas quienes practicasen el furtivismo. Esa
noche, el mal compensado marido procuraba cazar el ciervo mejor y mas codiciado
por los señores y como venganza y para compensar su vergüenza, mostraba después
la cuerna del venado para acallar las burlas y chanzas de sus amigos de taberna, de lo cual, parece que se le ha asignado el
apelativo de cornudo, a quien de
alguna manera es conocedor o consentidor de los devaneos de su esposa.
Como parte de una aun no existente
clase media, había diversos grupos de familias
consideradas como gentes de probada
conducta, honorabilidad y “limpieza de sangre hasta cuatro abuelos,” sin
mas títulos que hidalgos o fidalgos, caballeros e infanzones, considerados como de baja nobleza. Había una
ceremonia establecida, prestación de homenaje, en la cual debían postrarse ante
su señor, besarle la mano y declararse
vasallo suyo, a cambio de lo cual recibía algunas heredades en propiedad,
exentos de impuestos especiales y pudiendo vivir en pequeñas mansiones
solariegas sin pretensiones defensivas, con criados, cuadras y caballos y que incluso se dedicaban a conservar una agricultura
y ganadería con siervos libres
contratados, pero sobre todo los caballeros jóvenes, acompañados por un
escudero, se obligarían a estar siempre
dispuestos a custodiar y asistir fielmente a su señor con su espada y su lanza
en las escaramuzas y batallas, teniendo
ocasión de ese modo, a poder obtener algún título o propiedad, aunque no
faltaban quienes prestaban su ayuda por dinero
o por obtener jugosos botines (mercenarios). Aunque esta clase
estaba por encima del pueblo campesino,
tampoco mantenía unas relaciones
demasiado cercanas con la alta nobleza, ya que
solía llevar una vida más templada y austera que ellos, siendo además normalmente más humanitario con
los prisioneros derrotados.
Otro poder efectivo pero nunca bien
limitadamente definido, era el del la Iglesia y sus representantes consagrados,
con todas sus categorías: obispos, diáconos, sacerdotes, frailes, presbíteros curas, párrocos,
etc.
Su autoridad y potestad lógicamente dependía en gran parte de su ubicación,
pero de todas formas, casi todos sus miembros ejercían una gran influencia y
dominación en sus respectivos niveles, con diferentes grados de dedicación y
servidumbre, desde los pretenciosos y
pomposos obispos que eran distinguidos
de los reyes y vivían en las catedrales de los centros urbanos, además de los
capellanes, confesores y asesores de los
grandes señores, que gozaban del privilegio de
tener asegurada cama y mesa,
hasta el mas humilde cura de aldea, o los monjes que labraban la tierra y
mantenían siempre sus puertas abiertas a todo el que solicitara algo de comida
o albergue por una noche, asistiendo además
a los enfermos y moribundos e incluso ofreciéndose a darles cristiana sepultura.
En el ambiente
rural, toda criatura nacida o ciudadano adulto tenia que estar bautizado y
obligado a cumplir puntualmente con los preceptos que el clero se encargaba de recordar y pregonar
la necesidad de contribuir con sus limosnas los asistencias y servicios
en bautizos, bodas, funerales y
entierros estando igualmente obligados el pago de tributo mayor o diezmo por la producción de cereales, lino y viñas y
de su propia el tributo menor o minucia por los productos de huerta, frutales y miel, siendo destinada la mitad de
esta recaudación al curato y la otra a La Mesa Capitular de la Catedral de
Oviedo.
El impago de estos
cánones, estaba castigado incluso con la excomunión, hasta que eran abonadas
las deudas. Las señores de la nobleza, también contribuían a alimentar las
arcas religiosas, sobre todo cuando se producían batallas o incursiones que
les habían proporcionado suculentos
botines, realizando en esas ocasiones
ostentosos donativos para los mas necesitados, que eran distribuidos por el
ordinario del lugar.
El patrimonio
eclesial era muy amplio, en gran parte
debido a las donaciones de los reyes y señores feudales y a las distintas
herencias, puesto que aquellos que morían sin haber dejado hijos o sin testar, todo su patrimonio era absorbido por la
parroquia, con todo lo cual en los niveles populares había una justificada
desconfianza acerca de los miembros de la iglesia y su manera de interpretar la
humildad evangélica y el servicio a los pobres, aunque había
algunos religiosos que dedicaban
su tiempo al aprendizaje de la lectura y
la enseñanza del catecismo con una asistencia
minoritaria, puesto que hasta los niños también tenían sus obligaciones
laborales en el campo.
En algunos apartados monasterios y abadías,
monjes especializados en escritura carolingia realizaban esmeradas copias de
libros de cánticos y rezos o se enseñaba
la gramática, la retórica y la dialéctica a estudiantes que en su momento
serían consejeros y juristas de reyes y nobles. En otros cenobios, se producían bebidas y
licores de gran calidad, a base de hierbas y frutos fermentados.
Un estamento
religioso también importante era el de
los conventos de monjas, lugar este que, aparte de ser lugar de residencia de las profesas, eran
refugio y hogar de las solteras vírgenes que no deseaban ser casadas o de las
viudas de reyes, príncipes y nobles, puesto que durante muchos años estuvo en
vigor la costumbre visigoda de que una vez muerto el consorte, deberían
retirarse de su ambiente cortesano para evitar las tentaciones mundanas. Estas
incorporaciones a la comunidad religiosa suponían otras recepciones mas
substanciosos, ya que en cualquier caso su
acceso estaba condicionado a la correspondiente dote, de acuerdo con su
estamento social y económico. De la picaresca religiosa medieval, hay grandes
cuentos, relatos y ejemplos en la literatura española.
El campesinado.
El estamento social mas bajo estaba compuesto por hombres y mujeres
que cuando podían cultivaban sus
pequeños huertos, pero que dedicaban
casi todo su tiempo a trabajar los terrenos de los grandes terratenientes,
puesto que el labrador y su familia también
juraban fidelidad a su señor, quien se comprometía a protegerles en caso de
invasiones, aunque debían de pagar
impuestos y tributos, que se encargaban de cobrar los soldados, quienes a su vez, con abusos y amenazas practicaban la
rapiña.
Esta
sumisa clase trabajadora solía agruparse lo mas cerca posible de sus señores o
en derredor de los castillos e iglesias, viviendo en rústicas casas de piedra, arenisca y barro, cubiertas de ramaje o paja
de centeno, con un solo ambiente, disponiendo de un primitivo horno y un buen fogón o llar
con un pote sobre las trébedes,
una mesa para preparar los alimentos, amasar el pan y comer y un arcón-banco de
madera de respaldo alto. Para dormir, se
usaban los jergones de paja y hojas sobre
unas tablas, acostándose juntos todos
los miembros de la familia, tapándose
con pieles y mantas de lana e incluso conviviendo con gallinas y ovejas para
protegerlos del raposo y además conservar una mejor temperatura interior, ya
que el fuego estaba constantemente encendido para calentarse sobre todo en las
largas épocas invernales, además de que
como iluminación, usaban unas primitivas velas con fibra de lino o
tripa de cerdo trenzada recubiertas con sebo o cera, por todo lo cual, eran
bastante frecuentes los incendios.
La vestimenta de las gentes del
campo era muy sencilla, puesto que la
prenda principal era una gran camisola o jubón de tela tosca, unos calzones algo cortos para los hombres y una
amplia falda larga con mandil las
mujeres con una faja o tira de lana a
modo de cinturón y calzado de cuero
sujeto con cintas.
Los
campesinos, tenían que ser forzosamente hábiles; las mujeres usaban la rueca
primitiva para hilar lino o una lana
tosca para hacer mantas, capas y almexias,
para protegerse del frío; también hacían embutidos o cántaras, vasijas,
escudillas y cuencos de arcilla. El duernu
o mayadera, la masera, tayuelas y forcaus, con madera boj,
castaño, roble o encina, eran tareas mas
propias de los hombres, pero para las fesorias, guadaños y focinas había que
contar con el
herrero, artífice de gran importancia y prestigio, que además de hacer aperos de
labranza, herrar caballos y bueyes,
también forjaba armas, rejas y cotas de malla.
Los
curtidores,
ceramistas, carpinteros, tejedores, etc., que generalmente se asentaban
en los núcleos mas grandes, eran
artesanos que de alguna manera gozaban de cierta independencia, al igual que
los dueños de tabernas y mesones populares, que disponían de buenos alimentos y buena
sidra, vino de manzana o vino de pera, ya que las vides no se daban bien por esos
climas y el vino que venía de León resultaba mas caro, siendo consumido
básicamente por las clases superiores y
los clérigos.
La salud pública era bastante precaria,
abundando además diversos tipos de infecciones, en parte causadas por la poca
higiene y la falta de medios curativos de heridas, fiebres o picaduras,
recurriendo generalmente a los curanderos, expertos en ferbiducos y
emplastes sacados de raíces y hierbas,
al igual que era importante la figura del barbero, quien aparte de pelar y arreglar
melenas, barbas y bigotes solía ser un experto en sacar muelas.
En las clases altas, el padecer de
obesidad, hipertensión y gota era muy normal a causa del excesivo consumo de grasas animales, por lo
cual era habitual el tener cerca a algún galeno o físico con conocimientos
anatómicos, quien frecuentemente practicaba las punciones y sangrías con lanceta
o sanguijuelas.
La
campana de los monasterios e iglesias cercanas, tañida cada tres horas, marcaba
de alguna manera los horarios a los vecinos. Los clérigos y monjes hacían una
labor cultural y piadosa con el pueblo, manteniendo una fe conformista con un severo criterio moral proporcionando los servicios religiosos y acogiendo a quienes solicitaban cobijo a
algún ocasional peregrino desviado de la ruta mas habitual a la tumba de
Santiago, puesto que posiblemente no hubiera demasiada abundancia de posadas y hosterías, dado el poco tránsito de
viajeros y comerciantes y que pasaban por los dominios de los señores o
cruzaban por alguno de sus puentes, para lo cual debían de pagar los derechos
de portazgo y peaje.
El habla asturiana es una rústica variante romance
emanada del latín muy arraigada en el pueblo, siendo evidente la diferencia
entre el lenguaje primario del campesinado y la mas profusa y cuidada expresión
de algunos eclesiásticos y señores y
eclesiásticos, con claras influencias romances, aunque consta que ya en el siglo VIII, en Cayuela de Carió parece que había
manuscritos de cesión, testamentos y varios documentos escritos en el habla
local y posteriormente en el siglo XII en el Fueru
d´Avilés ya figuran normas y disposiciones locales, escritas en
asturiano a pesar de la ya fuerte presión que había tenido antiguamente el
latín que fue una locución mas culta y ciudadana.
En la Edad Media, los apellidos y títulos no los ostentaban mas
que los señores de la nobleza, que
pasaban a sus legales descendientes
directos, con algunas variantes como el añadirle el sufijo ez,
como Pelayo-Pelaez, Fernando- Fernández, Rodrigo-Rodríguez, etc., pero si un
señor de la alta nobleza tenía un hijo fuera de su matrimonio y deseaba
reconocerlo como bastardo, solía añadirle el sobrenombre del lugar o de las
cercanías en donde había yacido con la dama; así los honorables apellidos Del Pozo, Del Río, De la Fuente,
Del Campo, etc., indican el lugar en
donde en su tiempo fue procreado su antecesor. Los vecinos de las villas y pueblos solo eran conocidos
por el nombre de bautizado y en caso de necesitar una mayor identificación,
añadían el oficio o el lugar de residencia, como Tejedor, Herrero, Zapatero o
Soto, Villar, etc.
Los denominados gramaticalmente topónimos, se refieren a un lugar, monte flora o
cultivo con alguna característica peculiar: - Riberas, entre otras acepciones, parece viene de lugar
cercano a un río con elevada humedad del suelo; -Peñaullan, peña que aúlla:, de cuando el Nalón tenía mas anchura y fuerza y hacia
una especie de bramido al pasar junto a las rocas bajo el Mirabeche; - Acebedal
territorio de acebos, árbol o arbusto
con ramas y hojas verdes que
tiene propiedades curativas y ahuyenta
los malos espíritus; - Truébano, lugar en el que abundan los troncos y
tueros de árboles huecos por los rayos o el
envejecimiento, que se emplean como
colmenas rústicas, etc.
Personajes muy
clásicos de esta época medieval, eran los trovadores y los juglares, quienes recorrían
los pueblos y aldeas contando hazañas y amoríos, además de propagar la cultura
recogida por otras tierras. Los trovadores eran recitadores y poetas algo mas
cultos, que incluso participaban en las fiestas de los nobles cantando sus
baladas acompañándose de algún pequeño instrumento de cuerda, mientras que los
juglares eran mas bien narradores de gestas, hazañas, leyendas, fábulas e
incluso sátiras y críticas sociales, lo que les hacía mas populares, recibiendo
a cambio donativos o viandas para su subsistencia.
Normalmente seguía existiendo el trueque o
intercambio de materias y víveres, aunque muy escasamente empezaba a circular
el vellón castellano, moneda llamada blanca, cuarta parte del maravedí de
oro, plata o cobre
La aldehuela de
Riberas o Riveruelas, como parece que se llamaba en tiempos, era uno
de los diversos pequeños núcleos de
los valles pravianos que gozaban de una gran fama por su fertilidad
y estaba como ahora
principalmente dividida en dos zonas o
barrios mas importantes, ubicado uno en la falda
del Trichorio y el otro en la elevación llamada Cotollano, con
grupos familiares agrupados en diversas casas, constituyendo quintanas con
dos o tres casas señoriales dispersadas, (…“que de la casa de Doña Palla
era todo el terreno de alrededor de la iglesia, la mayor parte de la parroquia
y sus montes, al igual que por la Corrada y Ponte…), todo ello volcado hacia la hondonada por la que actualmente pasa el Trabe o Huelga,
donde el gran cauce del Nalón había
producido unas pequeños brazos y ensenadas a las que llegaban
las barcas hasta la Peña Novales
e incluso hasta La
Roza en época de grandes mareas, y en cuyas laderas se desarrollaba
unas zonas de cultivo especial (Vegallones), con diversos molinos de grano y
hornos para uso cerámico.
En
aquellos tiempos Riberas tendría una
población que no excedería mucho de los
cien habitantes, casi todos trabajadores
de los señores, únicos dueños de todos los terrenos. Había unas fincas de
propiedad eclesial (yuguerias), de una superficie equivalente a lo que trabajaba una yunta de bueyes
en un día, que a veces eran cedidos a algunos vecinos de piedad probada, para
ser labrados (labradores) mediante una renta o diezmo anual, pudiendo incluso estar aforados,
es decir cercados o finsados con mojones de piedra. Los terrenos más próximos a los
riachuelos se destinaban a las frutas, hortalizas, lentejas y habas. En otra
área se cultivaban los cereales, trigo, cebada, avena y centeno y la franja mas
alejada se reservaba para el pasto de
los caballos y bueyes empleados como
animales herrados de tiro, quedando
limitando el borde por los montes de castaños, hayas, robles y texos.
El poseer alguna vaca, era casi inalcanzable para el
campesino modesto, siendo mas propio de los colonos o hidalgos que disponían de
pastores para su cuidado. Las periodos
de siembra, cultivo y recolección estaban ya mejor organizadas sacándole mucho
mas provecho a la tierra y parece que ya
existía algún tipo de hórreo primitivo
para guardar las cosechas y los granos.
La alimentación fundamental de los ribereños era a base de pan de escanda (bollas), legumbres, berzas, fruta, quesos y
leche, con ocasionales aportaciones de carne de aves, cordero, conejo y cerdo,
consumido entre otras razones para presumir de no tener ninguna ascendencia
musulmana, pues además se usaba la grasa animal, ya que casi no se conocía el
aceite para cocinar.
Las boroñas
se hacían con harina de millo o
mijo, un cereal pobre bastante usado en
esa época puesto que el maíz, la patata,
las alubias o el tomate, cultivos tan arraigados actualmente en todo el Norte,
no vendrían hasta años después del descubrimiento de América.
El pote de castañas, era un alimento cotidiano barato muy adecuado para
proporcionar calorías. El laurel, aparte de su variado uso domestico, una rama
del laurel se colocaba en lo alto de las
casas y las barcas nuevas, e incluso en
las pipas o barricas de la sidra nueva,
quemándose también en los tiempos de tormenta
porque se creía que ahuyentaba al
Nuberu y evitaba que allí pudiera caer un rayo. Una derivación de esta
costumbre popular es la actual colocación del ramu cuando esta
prácticamente terminada la construcción de una casa.
El Nalón,
desde su desembocadura hasta las Mestas del Narcéa siempre proporcionaba buenas piezas de anguilas y
muiles, pero principalmente salmones
cuya abundancia gozaban de tal fama, que en años posteriores su captura
también quedó controlada por los
señores, que a cambio de indulgencias,
tolerancias y bulas particulares, habían firmado convenio con el Cabildo de
Oviedo para suministrarles un tercio de la pesca para el consumo de las
jerarquías de la iglesia, quienes también controlaban y administraban la
distribución de sal,
extraída por la ebullición del agua de
mar, de los hornos que había por los
alrededores, aunque la cercana Salinas era el principal sitio de producción de
sal marina.
El pueblo
llano, tenía poco tiempo libre y sus diversiones colectivas eran muy limitadas,
practicando sencillos juegos de fuerza o habilidad casi siempre realizados al
aire libre, como una semblanza de las luchas tribales, como las llamadas danzas
de paloteo, en la cual los hombres saltaban al ritmo del entrechocar unos
gruesos palos o cualquier tipo de baile o danza, animados por sencillos
instrumentos elaborados por los mismos
campesinos como la
flauta cañavera, los xiblatos de hueso y los cencerros y aunque se
celebraban con mucha devoción las fiestas religiosas importantes, como El
Corpus, Navidad, Cuaresma, Día de Difuntos, etc., había cierta tolerancia con algunos ritos y
costumbres ancestrales consideradas como paganas, con un inevitable
sincretismo cultural y religioso,
como era el respeto a los plenilunios, casi siempre
relacionados con las supuesta fertilidad de la mujer, o la danza prima, baile de origen celta como homenaje al sol, o el corri corri,
seguramente traído de la zona del Este por los juglares itinerantes,
usando la gaita de roncón con fuelle de vejiga de cabrito, el pandero y la flauta pastoril. Durante los
solsticios y los equinoccios, épocas de
siembra y recogida de las cosechas, se hacía desde antiguo la celebración de
estos ciclos en agradecimiento a los bienes aportados por La Naturaleza, siendo
ya muy popular el amagüestu, con los vecinos reunidos alrededor de una hoguera para asar las
castañas y beber sidra dulce.
Las gentes de campo, con su constante vida y contacto
con el medio ambiente, tenían muchas
creencias en diversos personajes míticos
heredados de la cultura celta y romana, conservadas por tradición a través de los tiempos, como, el nuberu, el
busgosu o el cuélebre, practicando también otros ritos mas secretos para
alejar supersticiones, maldiciones y
aojamientos, siendo muy corriente que en lugares algo apartados, hubiera una
maga o hechicera que proporcionaba amuletos, talismanes, pócimas, bebedizos
y filtros sacados de plantas
curativas muy olorosas, como el romero, la rua (*) y el acebo, que tenían propiedades tanto para
desencantamientos, purgas o curaciones,
como para emplearlos con fines amatorios o abortivos que no solo eran solicitadas
por los campesinos, aunque estos no tenían los prejuicios ni el fingimiento de la clase alta, siendo
bastante común el llegar al altar después de haber mantenido relaciones
carnales, aún contando con la consiguiente reprimenda eclesial.
(* ) Si la casada supiera para que vale la rua,
trasnochara y
madriugara,
pa coyela con la lluna .
(Concepción Suárez)
Mas o menos descrito o desacertado así parece que se
desenvolvía el ambiente en que se vivía
por este terruño, pasado algo mas de un siglo
de la entrada del primer milenio
en el que se profetizaron grandes
catástrofes o el fin del mundo, coexistiendo con un contagioso miedo a las guerras e invasiones y a las
temidas enfermedades, epidemias y
pestes, con la consiguiente proliferación de novenas, rezos y ofrendas
destinadas a purificar los pecados mortales y a aplacar las castigos y escarmientos divinas.
EL CASTILLO.
Generalmente los castillos eran edificaciones situadas
preferentemente en lugares de difícil
acceso y buena visibilidad, destinados ordinariamente a residencia de los condes y marqueses mas poderosos, con
alojamiento para su servidumbre y
huestes, protegidos por murallas y
fosos, con una alta torre
simbolizando los límites y control del señorío, a partir de los cuales, estaba
vetado el paso a toda persona que no fuera súbdito suyo.
La situación del castillo o palacio en el que vivió Doña Palla es quizás el dato más comprobado e indiscutible sobre esta señora, aunque hay diversas versiones de los antecedentes del nombre del lugar y su pertenencia.
“Este castro ya era famoso cuando Doña Palla se ubicó allí”...
“Hubo una torre que coronaba el castro,
llamada Torre de Doña Urraca (?), situada en la falda de la Sierra de
Fontebona, sobre un promontorio”….
“En
la época castrense hubo un asentamiento muy bien identificado llamado Palacio
de Doña Urraca, conocido como castro de Doña Palla o de La Mina”.
“
Está comprobada históricamente la grandeza de las personas reales que allí
habitaron”.
“Doña Pelaya Ordóñez heredó de su padre muchos bienes y entre ellos el
Señorío de la Villa de Pravia y un antiguo castillo situado frente a Santianes,
en una de las laderas extremas al Oeste de Fontebona, en zona
boscosa de gran frondosidad y abundancia de caza mayor emplazado en una avanzada o prominencia del terreno, de
unos 90 metros de altura sobre la orilla
derecha del Nalón.”
Nuestro
antiguo e ilustre vecino el Sr.Bances y
Valdés, en el año 1783 hizo una detallada descripción del promontorio en donde estuvo
situado este castillo:
“ loma o cerro llamada del Castro o lo que
es lo mismo, del Castillo ….con figura de pan de azúcar o piramidal y que con
igual caída hacia Poniente y Norte, baja a manera de cuchillo, rematando
sobre el Río Tiñoso, a similitud de una cresta de gallo”.
Este altozano estaba algo separado del resto del monte por una
hondonada natural a modo de foso, con
barbacana, puente levadizo y rastrillo, accediéndose directamente a un amplio patio de armas con un gran pozo o aljibe
central y en cuyo entorno estaban las caballerizas, establos, estancias del
personal, armería, guarnición, almacenes, capilla, etc., y un poco apartada la
zona dedicada a residencia de los señores.
Toda la
edificación, que debió de tener diversas evoluciones, además de estar
protegida con terraplenes, taludes y una
muralla almenada con pasillo de ronda, estaba levantada con muros de
mampostería de grandes pedruscos del río y argamasa, con refuerzos
de granito labrado en las esquinas.
En la zona noroeste, el escarpado terreno hacia el río impedía una invasión por sorpresa y una recia torre cuadrada vigilaba el curso del Nalón,
que junto con el Castillo de San Martín, abarcaba una gran zona de vigilancia
y control de posibles invasiones.
Al igual que en otros muchos lugares a lo
largo del río y dada la especial situación de este enclave, en la zona denominada El Roxico
había un importante embarcadero para el amarre de embarcaciones y especialmente
para la comunicación con Santianes, Bances o Los Cabos en la orilla opuesta,
para evitarse dar un largo rodeo por
tierra.
Es de suponer
que después de fallecidos Don Bermudo y Doña Palla, este conjunto sería
ocupado durante un tiempo por sus mas
cercanos sucesores y aunque se ignora si
hay constancia de ello, parece que en un documento, del que no se sabe su
procedencia ni la fecha en que ocurrió, se afirma que
“El castillo de Doña Palla, al igual que el castillo de San Martín,
sufrió un incendio y su posterior expolio, a causa de una lucha de ayalgueros”, con lo cual el tiempo, el olvido y el
desprecio, se han encargado de que prácticamente hoy día ya casi no quede ni la
memoria.
LA SEÑORA
Santianes,
posteriormente a los reinados de Silo, Mauregato y Bermudo, ya había dejado de ser corte en tiempos de
Alfonso II, aunque por sus alrededores,
seguían viviendo diversas familias significativas de probado linaje, propietarias de grandes feudos y heredades,
en sus castillos, palacetes o casonas, para cuya protección y mantenimiento
seguían conservando ciertas costumbres
despóticas y tiranas hacia sus servidores, con lo cual y a pesar de sus
supuestas convicciones cristianas, la diferencia entre ser persona
respetada o ser objeto de la ignorancia
o de la humillación mas inhumana, era usualmente insuperable.
En el siglo
XI, Pravia
ya era un centro de cierta importancia,
con algún monasterio o convento de monjes mozárabes, algún caserón, unas
cuantas viviendas y una población de
unos mil habitantes, con un comercio básico de artesanos, siendo punto de
periódicas reuniones de los labradores y ganaderos de la comarca, con un
incipiente mercado de venta e intercambio de los productos provenientes de
los focos rurales, caseríos y aldehuelas
que la rodeaban. Posteriormente,
a mitad del siglo XIII, el Rey Fernando III marcaría los límites de la comarca praviana, mediante La Carta Puebla, abarcando Soto
del Barco, Muros y Cudillero y en la Pola de Pravia, se construyeron unas
gruesas murallas, que perduraron varios siglos.
Aunque no abundan las referencias documentales sobre Doña
Palla, no hay la menor duda en
cuanto a poder confirmar históricamente su ascendencia familiar, su rango y categoría.
Su padre el Infante Ordoño Ramírez, ( 981- 1023) quien paso a la historia con el apodo el ciego, hijo del Rey Ramiro III y Sancha Gómez, en el año 1006 se casó con Doña Cristina Bermúdez, hija de
Bermudo II y Velasquina. Fruto de ese matrimonio fueron, Don Alfonso, Doña Aldonza,
Don Ordoño y Doña
Pelaya. Hay
constancia histórica de que el mayor de todos, Don Alfonso, murió en 1050,
siendo enterrado en Cornellana.- Su
hermana Doña Aldonza se casó con el Conde Pelayo Froilaz, (abuelo de Martín
Peláez, fiel compañero del Cid) muriendo
ella en 1056. - Del tercer hijo,
Don Ordoño se sabe que murió en el 1072.
De Doña
Pelaya, Paya o Palla
(contracción asturiana de Pelaya, aunque también se denominaba así a una campesina o aldeana de la aldea de Palla,
en la parroquia de Corias del concejo de Pravia), no se sabe el lugar, la fecha
de su nacimiento, ni la de su defunción, aunque
por diversos datos constatados y por una mínima deducción, se puede
teorizar que su vida transcurrió entre el año
1012 hasta poco después del 1060, puesto que, como parece, fue la hija menor de todos,
tuvo que haber nacido al menos unos cuatro años después del matrimonio de sus
padres y antes de 1024, ya que hay
documentos que consta que en esa fecha, al hacer donación su madre del Monasterio de Cornellana, figuraba como
viuda de Ordoño Ramírez, con lo
cual en un cálculo no muy arriesgado, se puede decir que Doña
Palla vivió unos 47 años, promedio de vida bastante normal para la Edad Media.
Como tampoco se sabe
absolutamente nada de donde nació, es de suponer que no debió de ser muy lejos de nuestra zona,
conjeturando también que no debió haber sido muy feliz, puesto que aparte de la
ceguera de su padre y sus malas relaciones familiares, cuando este murió ella
tendría unos 10 años y entonces su madre Doña Cristina, se recluyó con ella en
el Monasterio de Cornellana, según la costumbre de las viudas de reyes o
infantes, heredada de la época visigoda.
Lógicamente, durante su posterior desarrollo
en el convento, no conseguiría disfrutar
del ambiente mas adecuado para la formación normal de una adolescente, lo que
quizás contribuyó a que esa instrucción seria, formal y exigente dejara una
personal impronta en ella, ya que, por razones que se desconocen, posteriormente y a lo largo de su vida,
parece que mantuvo una actitud firmemente contraria a la habitual de su alto
ambiente, aún manteniendo el título de
Don o Doña, como probanza de hidalguía
que solamente la ostentaban las reinas,
las princesas y algunas señoras destacadas de la clase noble.
Parece ser que tenía cierta preferencia en
cabalgar en solitario por los entornos de esta comarca observando y percibiendo
los ambientes rurales y sus miserables circunstancias, lo cual potencialmente
también contribuyó a confirmar su
personalidad gradualmente y a mantener firme su noble condición y autoridad
entre sus abusivos vecinos, en un difícil equilibrio con su propensión
humanista y justiciera, aunque posiblemente casi todas las escasas anécdotas
que se conocen sobre esta señora, sean producto de unas idealizadas historias o
leyendas populares o casi locales, de
una época mas o menos cercana a su
existencia.
Alrededor del año 1028, se había
casado con Don Bermudo o Vermudo Armendariz, quien tenía mucho nombre
en Asturias por ser hijo de Don Armentario Muñiz y nieto de Don Nuño
Peláez, descendientes del mismo tronco y
baronía de Los Valdés por otras ramas
separadas, aunque con el tiempo la activa personalidad de ella, prácticamente
anuló su nombre. Tuvieron tres hijos: Martín
Bermúdez, Pedro Bermúdez y Velasquina
Bermúdez, troncos indubitables de ilustres solares de Asturias y
especialmente de la familia Estrada.
El hijo mayor, Martín Bermúdez,
se casó con la Condesa Enderquina
García. Hijo de ellos fue Don Pedro
Bermúdez. Geloysa Martín o Martínez,
nacida en 1069 también fue hija de Martín Bermúdez y se caso
con Don Juan Álvarez. Martín, hizo
otras donaciones en 1069, cuando sus padres ya habían fallecido. Uno de los
nietos de Martín Bermúdez,
fue Diego Menéndez de Doña
Palla, del que hay constancia que vivía en 1370, siendo padre de Don Pedro
Pérez de Doña Palla.
El segundo, Pedro Bermúdez, de cuyo hijo
Diego Menéndez de Doña Palla, hay constancia de que vivía el año 1370 y que fue padre de Don Pedro
Pérez de Doña Palla que parece vivió
hacia el año 1450 en la Parroquia de Riberas.
Velasquina Bermúdez, se casó con
Mendo González de Valdés ricohombre Señor de la Casa troncal de la baronía de
Valdés y por este matrimonio la del
Solar y Torre, junto a Cadavedo, Concejo de Valdés y que en lo sucesivo se
llama Villa de Mar. De ellos nacieron Gonzalo y Fernando Menéndez Valdés, cuya
vida alcanzó los tiempos de Doña Urraca de Castilla.
Don Bermudo y Doña Palla, fueron
muy heredados y poderosos en Asturias, gozando de muchos bienes desde Pravia
hasta Ribadeo, siendo predecesores entro
otras, de las familias Villamar, Bustos y Estrada. Doña Palla había heredado
grandes propiedades y hasta se dijo que sus terrenos ya habían pertenecieron al
Rey Silo. En documentación que consta en
la Catedral de Oviedo, el 15 de Julio de
1058 y en presencia de del rey Don
Fernando el Magno y la Reina Doña Sancha, ambos esposos hicieron donación a la
Iglesia y para sus ministros del
Monasterio de Lodón, junto al río Narcea,
así como de varias villas en Salcedo
“Doña Palla fue gobernadora y
Señora de la villa y Castillo de Pravia,
bien reconocida por su carácter duro,
amante de la justicia y de los problemas de los mas necesitados” ….. “Su
corazón era grande y su ternura para sus
vasallos humildes, igual que su dureza con los tiranos.” ….. ”En el siglo XI,
Doña Palla, nieta de Ramiro III, mando construir una torre en Villademar..”
” Doña Paya, brava fembra de la que no
podían burlarse los señores cuyas tierras lindaran con las suyas. Estas tierras se extendían
desde Avilés a Cudillero, a ambas orillas del Nalón!”.
“ En Villamar,
cerca de Cudillero, está una torre, resto de uno de sus castillos, con un
escudo con dos espadas cruzadas sobre unos haces de fuego y en
el que puede leerse: la nueva generación, Selgas, Arcelana y Doña Palla son”.
“ Los
Quiñones, Los Quirós y los Omaña, grandes caciques de los alrededores,
temblaban cuando sonaba la voz de la rica-hembra de la Torre , montada en su caballo de Teverga, cuando
subía a la cumbre de Sta. Ana a otear sus dominios…
“ Alguna
vez en la Torre ,
una cabeza ensangrentada ejemplarizaba
en caridad. Una caridad bárbara pero así había que hacerlo por justicia….Los
pecheros de tierras de Pravia, sabían que solo así, Doña Palla la matriarca, mantenía los derechos de los
pobres contra los rapaces…”
”La
antigua iglesia ermita de Riveruelas, cerca de Coto-llano, parece ser que fue
una donación de Doña Palla o de su hijo Martín Bermudo”.
También
hay un comentario escrito en el se dice que Doña Palla tuvo problemas con Don
Pedro de Bances, quién para venirse a bien con ella, parece que dio palabra de
que “arrendaría un barco que, partiendo
desde el mismo Río Nalón, llevaría gratis a cuentos peregrinos lo desearan, con
destino a Tierra Santa.”.
Si bien hay diversos escritos en los que consta que Don Bermudo y Doña Palla fueron Condes de Pravia y que como tal
gobernaron (sobre todo ella) un
territorio que abarcaba mas de nueve feligresías, da la impresión de que en
su historia coexiste un inexplicable y
soterrado oscurantismo, quizás por haber sido una mujer de gran temple que sometió a algunas opresores familias poderosas, ya que hay un
escaso conocimiento sobre el desarrollo de su vida puesto que, como ya hemos
dicho, no han aparecido (o se han destruido) datos con respecto al lugar y
fecha de su nacimiento, ni se encuentra
ninguna referencia documental del lugar en donde se celebró su enlace
matrimonial, de la fecha de su defunción o la de su marido, a pesar de que,
dada su categoría y popularidad y aunque solo fuera localmente, tuvieron que
haber sido acontecimientos de bastante importancia.
Resulta igualmente extraño que no haya quedado
recogido ningún tipo de leyenda, romance o cantiga de algún poeta o juglar,
como los que ya se prodigaban por aquellos tiempos, y solamente quedan algunas
afirmaciones, comentarios y frases sueltas de orígenes diversos e incluso bastante
discutibles y algo reiterativas, que solo pueden darnos algunos indicios de su gran personalidad y temperamento, no
dejando ninguna duda de que esta señora,
al menos en su tiempo, fue muy notable e influyente en este territorio.
Se cree que Doña Palla murió poco después del año
1060, pero tampoco parece haber
referencia de donde fue enterrada, suponiéndose que sus restos no
deberían estar lejos del lugar en donde
vivió, ya que hubo y aún quedan algunos supuestos sepulcros o tumbas de
posteriores familiares en las cercanías de Riberas, además de las escasas
ruinas que se contemplan actualmente.
Recientemente el Ayuntamiento de Pravia, parece
que tuvo un tardío interés en que se
realizaran nuevas investigaciones sobre el enclave histórico y aunque actualmente no es el mejor momento para
conseguir las necesarias aportaciones económicas para tales fines, creo que
mientras tanto, podría ser interesante
la contribución de aquellas personas que
dispongan de algún tipo de semblanzas, datos o anécdotas, para ir
haciendo una recopilación histórica o legendaria que pudiera enriquecer y acrecentar el conocimiento de este personaje, puesto que parece
muy evidente que en los siglos pasados, hubo un absoluto desprecio por parte de
algunos archiveros, cronistas, historiadores y
de las corporaciones locales, quizás
algo encubiertamente por haber sido una dama, popular y notoriamente conocida por sus posibles
intentos de promover una cierta justicia social en aquella época, (casi una
especie de Robin Hood femenino).
Aunque esta señora y todo su misterio
pudiera carecer de interés para algunas personas, creo que
quienes nacimos en Riberas, podemos permitirnos el orgullo
y la satisfacción de pensar que ella formó parte de la pequeña historia de nuestra aldea y que algo de su ánimo, su energía y su
rebeldía, se propagó por los montes y bosques
de esta entrañable comarca.
CARLOS RODRIGUEZ-NAVIA MARTINEZ.
ANEXO
ALGUNOS NOTABLES DESCENDIENTES
DE SU LINAJE.
Los
sucesores de distinguida familia Almendariz-Doña Palla tuvieron posteriores
herederos y ramificaciones que
fueron perdiendo el apellido, aunque
algunos descendientes ilustrísimos
conservan referencias a la Dinastía de Doña Palla , bien por línea de varonía,
o de ombligo. “en el año 1270 es
comúnmente recibida entre las genealogías que tienen igual origen a la de
Villamar o de Doña Palla y la de Estrada y en este sentir, todos tienen por
ascendiente a Bermudo Armendáriz y su mujer Doña Palla, que es la misma que la
de la Casa de Valdés y las demás, en el Castillo sobre el río Pravia o palacios que llaman de Doña Palla y si bien
sus descendientes constituyeron ilustres solares secundarios en Pravia,
Villaviciosa y otras partes….”
* LOS PONTE, son familia conocida desde el siglo VIII
hasta las fechas actuales (Casa de Arnaiz). Es su solar en el concejo de
Pravia, tienen el mismo sobrenombre los Martínez de Doña Palla y los Martínez
de Ponte.
* Don PEDRO PÉREZ DE VILLAMAR casado con
Doña Elvira Álvarez de las
Asturias, Señores de la Casa de Villamar, que llaman de Doña Palla. Era hijo de
Don Pedro Bermúdez de Villamar, nieto de Martín Bermúdez y bisnieto de Bermudo Armendáriz y Doña Palla,. Por
concesión del Emperador Alfonso VII fue Alcalde de Córdoba y Juez de
Cristianos, Contrajo una larga enfermedad, de la que en parte fue asistido por
Averroes y falleció en el año 1164, en Córdoba.
* Don
RODRIGO MELENDEZ DE VALDÉS. Casado con Theresa Pérez Villamar, hija de
Pedro Pérez de Villamar y Doña Elvira. Este caballero, primer Señor de La Casa,
fue rico-hombre seguidor y favorecido
consejero del Rey Alfonso VIII. En el libro del Conde de Lucanor, capitulo
XVIII, se hace mención de él. Murió en
1210.
* Don PEDRO PÉREZ DE DOÑA PALLA, casado con Doña Theresa Menéndez de Villamar,
tuvieron dos hijos, que se metieron a monjes en S. Claudio de León. Vivió en Riberas a
principios del siglo XV o a finales del anterior y tuvo su casa cerca de la iglesia, siendo dueño y
señor de todo el terreno alrededor de la
iglesia. El y su esposa, tuvieron dos sepulturas familiares a perpetuidad en la
antigua iglesia de Riberas que fueron
reubicadas al hacerse la nueva iglesia.
* Don
FERNANDO DE VALDÉS. Nacido en
Salas 1483, hijo de Juan Fernández-Valdés y Doña Mencía de Valdés, Señores de
Salas y del linaje de Doña Palla. Fue
obispo de Perpignan, Orense y
Oviedo y arzobispo de Sevilla en 1546, siendo
inquisidor del Santo Oficio y editor
de la lista de libros no
aceptados por la iglesia. Fundo la
Universidad de Oviedo. Murió en el año 1558 y en la Colegiata de Salas hay un
mausoleo esculpido por Pompeyo Leone. El
insigne pintor Velazquez le hizo un magnifico retrato.
* Don PEDRO
MENENDEZ DE AVILÉS. 1519-1574.
Marino ilustre y primer Gobernador de La
Florida, fundador de la Ciudad de San Agustín y Gobernador de la Isla de Cuba…
Su padre Don Alonso Álvarez, sirvió con los Reyes Católicos en la
conquista de Granada y su madre fue Maria Alonso de Arango, formando parte de la baja nobleza. Descendiente de la Casa de Doña Palla, unida
con familias mas cercanas las Casas de
Valdés, Menéndez, Arango, Busto, Vigil y otras nobilísimas. Uno de sus hermanos, Álvaro, también ilustre
navegante, nació en Cudillero.
Cárdenas afirma que en el tiempo
de Pedro Menéndez de Avilés, en un lugar hoy llamado Monte de Rey, había un
palacio de los señores de Doña Palla. En uno de los mas recientes estudios, F.
Mellén asegura que Pedro Menéndez “nunca nació en Avilés” . Parece que en el
libro de registros de nacimiento de la Parroquia de Riberas, hubo una hoja
arrancada en la cual figuraba inscrito Pedro Menéndez, como nacido en el barrio de Monterrey. (Ver Trichorio 15 -07-12)
* Don GONZALO
MENÉNDEZ DE PONTE, fue padre de Urraca de Doña Palla y ésta, madre de Gonzalo de Banzes, que nació
en principios del siglo XVI y heredó por su abuelo el molino de la Peña, de
Pumeda, Arco y las Llindes del Castañedón y la aldea de los Veneros….. “que
tanto alcanzaban todavía las posesiones de los descendientes de la casa de Doña
Palla”.
No hay constancia de que actualmente el
apellido Doña Palla esté en vigor.
ARMAS Y ESCUDOS
Los Martínez de
Ponte “pintan las mismas armas que los de
Doña Palla, por ser impropio apellido”. .El blasón de los Ponte consta de una espada de plata,
guarnecida de oro sobre azul, apuntando hacia arriba, pasando por cuatro medias
lunas en rojo y cinco flores de lis de oro, una sobre la punta de la espada y
dos a cada lado, enmarcado en una bordura verde, con ocho espadas de oro con la
siguiente leyenda: "Estas armas y
blasón / de Ponte y de Doña Palla / preciados y antiguos son / y ganadas en
batalla / cuando la restauración”..
…“los del apellido Doña Palla, de cuyo
linaje fue Fernando de Valdes, Arzobifpo de Sevilla e Inquisidor General de
Efpaña, traen por armas en campo azul vna efpada de plata y en torno della
cinco flores de lis de oro y en medio de la efpada vn lunel de cuatro medias
lunas de plata y por orla ocho afpas de oro en campo rojo”.
Coincide con el cuarto cuartel del
escudo de Soto del barco y con el tercero de Ponte.
Armas y blasón de Doña Palla |
Escudo de Soto del Barco |
POSIBLES CONFUSIONES Y ERRORES
Es bien sabido
por los historiadores y archiveros que,
entre los distintos escritos, manuscritos y documentos mas o menos auténticos
del Medioevo, figuran fechas legitimadas por los escribanos y comentaristas de
la época, entre las que puede haber una diferencia de hasta 36 años con los que posteriormente se
llamarían años de Cristo.
Posiblemente
producto de una confusión documental, algunos tratadistas aseguran que en los años
700 (¿) hubo una gran Señora de Pravia, llamada Doña Palla
que se casó con el Conde Gotos, supuesto
hijo del Duque de Sajonia y nieto del Emperador Otón, con quien tuvo tres
hijos, que fueron los ascendientes de las familias Villamar, Estrada y Bustos.
En la Edad Media hubo diversas reinas o damas nobles con el mismo nombre,
por lo cual también parece ser que hay algún tipo de interpretación equívoca de personalidad,
entre Doña Palla y Doña Urraca.
Hubo
una Doña Urraca, que se caso en el 820 con Ramiro I y que fueron los padres de Ordoño I. Esta
Doña Urraca murió en el año 866, bastante antes de la época en la que vivió Doña Palla.
No hay referencias de si esta dama coexistió por esta zona praviana.
Otra Infanta llamada Urraca Bermúdez, dona
el monasterio de S. Esteban de la Boca del Mar (s. Esteban de Pravia) el año 1148
También
existió otra famosa Doña Urraca, llamada la asturiana,
fruto de los escarceos del Rey Alfonso
VII con una joven llamada Gontrodo, que nació en el año 1133 en
Soto de Aller y que a pesar de su
condición bastarda gozó de las mismas
distinciones y consideración de la nobleza que sus hermanastros los
infantes Sancho y Fernando. El padre de Gontrodo, Don Pedro Díaz, era tío de Doña Jimena, la que fue esposa del Cid
Campeador.
La relación de
Doña Urraca con Asturias se mantuvo a lo largo de toda su vida, pues
aunque en el año 1144 y con solo 11 años, fue casada con el rey de Navarra
García Ramïrez, el restaurador, seis años después se quedó viuda y regresó a
Oviedo, residiendo en el que fuera palacio de
Alfonso II el casto y conservando
su categoría noble y su título, pues aunque su hermanastro Fernando II era el
rey de León, ella gobernó prácticamente en todo el territorio asturiano entre 1153 y 1164, es decir cuando tenía 21
años. Mujer emprendedora e inquieta, cabalgaba durante horas recorriendo
frecuentemente algunos de los concejos vecinos, teniendo numerosas propiedades
concedidas por su padre el rey Alfonso,
entre ellos el Señorio de Aller, en donde había un castillo llamado de Doña Urraca.
En 1164 se caso con el gobernador Álvaro
Roderici (Rodríguez), de casa noble y
con quien poco después urdió
derrocar a su hermanastro Fernando II, promoviendo una cierta emancipación de
Asturias, siendo desterrados a Palencia,
en donde ella murió en 1179.
Posiblemente
por la semejanza con Doña Palla de
algunos aspectos de su vida, su carácter
y su rebeldía y el que Soto de Aller con
Soto del Barco pudieran haber sido motivo de confusión, por esta zona se
popularizó una supuesta fantasía que conjeturaba que por aquellas épocas
(¿) en la Bimera o Imera en la orilla
derecha del Nalón se asentaba un
palacio perteneciente a una tal Doña
Urraca, y aunque esta
noble dama le regala un castillo en Salas al Conde
Suevo, tampoco hay ninguna constancia
documental de que hubiera llegado a
vivir por esta comarca.
Para realizar este trabajo se consultaron
los siguientes autores y obras:
Bances y Valdés - Fernández Conde.-
Sánchez Albornoz,- Garcia Noriega –Jovellanos - Suárez Valdés- Laborde -Solís
de Meras -Miguel Vigil- López de la Torre - Diego Rodríguez –Juan G. Valdeavellano
- Jiménez de Rada - Concepción Suárez.- Joseph Pérez –M. González – Vicent de
Cárdenas y Vicent – Víctor de la Serna,
- Angela de Molina.- El Bajo Nalón - Boletín de la Real Academia de la Historia
- Primitivo Origen de la Nobleza de España de José Manuel Trellez.- Crónica Albanense, etc. etc.
Algunos de los datos y reseñas de documentos, escritores, historiadores e investigadores, se han extraído de WIKYPEDIA.
Impecable relato, entretenido y ameno, una joya para enseñar a nuestros hijos y nietos, es mi deseo que se repitan estos relatos muchas veces, felicidades al autor y al Trichorio por permitirnos conocer parte de nuestras historia.
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