viernes, 11 de enero de 2013

El poeta Ángel González

Ángel González  en el Mirabeche,
con Riberas y  la desembocadura del Nalón al fondo
Foto: Juan José Rodríguez -Navia
Los orígenes, la infancia y la juventud del poeta Ángel González estuvieron muy estrechamente relacionados a nuestro  pueblo. Su abuela Adelina González  y Fernández-Buría era de Riberas, hermana de Doña Clotilde de Ucedo.  Su abuelo, Manuel Muñiz, natural de Las Regueras, había ejercido como maestro en una institución de beneficencia de Soto del Barco, y probablemente durante ese periodo conoció a Adelina.  Contraen matrimonio en 1883, pero Adelina muere al año de casarse, tras un complicado parto del que nacería una niña, llamada María, que con el tiempo sería la madre del poeta. Tras esta desgracia y ante la delicada salud de la niña Manuel Muñiz toma la decisión de criar a la pequeña en Riberas, bajo la tutela de su tía Clotilde:

“María era una joven, por fortuna, más bien gordita. El padre y las tías estaban acostumbrados a obligarla a comer desde su nacimiento, cuando el médico diagnosticó una debilidad incompatible con la vida. Manuel Muñiz se empeñó en sacarla adelante. Pasaron los días, la niña resistió, se sobrepuso a las secuelas de un mal parto. Después el padre la envió a Riberas de Pravia, para que la criasen el aire limpio y los cuidados estrictos  de la tía Clotilde. Volvió feliz a Oviedo, convertida en una muchacha gordita y paciente, las dos virtudes más indicadas para llevarse bien con la tía Clotilde.”[1]
Ángel con su madre y su hermana
El aire de Riberas de Pravia era sano, y Clotilde una mujer escrupulosa, madre de un hijo y capaz de cumplir a la perfección los cuidados que la niña necesitaba. tía Clotilde, con el marido en la Habana [2]y la rectitud en el cuerpo, había nacido para eso, para caminar derecha en los senderos cotidianos y en las revueltas del destino. Unos años después también se hizo cargo de Rosita, la hija de otra hermana fallecida.
Casa de Dª Clotilde en Ucedo
Y en su casa crecieron Félix, María y Rosita[3]. Cuando se hizo mujer dispuesta a llevar una casa, María regresó a Oviedo con su padre. Tía Clotilde sólo sufrió en la vida una debilidad, una angustia a la que no pudo sobreponerse. Le daban miedo las vacas, no resistía sentarse en un taburete, poner las manos en las ubres y ordeñar a las pacíficas proveedoras de leche que pastaban en el prado de su casa. Esta debilidad iría perdiendo importancia con el paso de los años y con el cambio de costumbres, pero no dejaba de ser un inconveniente notable en la Asturias del siglo XIX, en una casa rural, sobre todo cuando se ejercía de mujer escrupulosa y maniática. Y es que había otro detalle que empeoraba la situación. 
Doña Clotilde
Doña Clotilde era incapaz de pedirle a una criada que ordeñase las vacas, porque no se atrevía a beber  leche conseguida por manos poco familiares. como Félix se fue haciendo el despistado y aprendió con el tiempo a desobedecer las ordenes de doña Clotilde, llegando incluso a enamorarse de una mujer casada para desolación de su madre, le tocó a María la responsabilidad de ordeñar las vacas. Todas las mañanas la despertaba una criada con los buenos días de la señora. Que dice doña Clotilde que ordeñe usted la vaca. María aprendió a ordeñar, a coger el taburete y el cubo, a masajear las ubres, a sentir el espeso calor de los animales, a escuchar la caída metódica de la leche. Luego aprendió a compartir secretos con las criadas. Para que reinase la paz en los desayunos, en realidad daba igual quién ordeñase las vacas, bastaba con que se le dijese a doña Clotilde que había sido su sobrina María. El miedo a las vacas y los escrúpulos ante las manos ajenas nunca hicieron  daño a la severidad de doña Clotilde, ni al tono seco de su voz, pero abrieron una grieta en la autoridad de sus ordenes sobre el ingobernable cauce del destino. Muchos quebraderos de cabeza le iban a dar  los amores inconvenientes de su hijo Félix y las locuras de su nieto José Luis, un bala perdida.”[4]

María Muñiz, doña Clotilde y Maruja (Hermana de Angel)
En el año 1907 María Muñiz se casa con el profesor Pedro González Cano, a pesar de la resistencia que a este matrimonio opuso su tía doña Clotilde, que  aspiraba a un partido mejor para su sobrina:

Pero ¡como te vas a casar con un cojo!
María no estaba dispuesta a volver a Riberas de Pravia. Su decisión era definitiva. apoyada por  la memoria de su padre, que no dejó de repetirle al oído su consejo todas las noches de aquél invierno, contestó como una señora de su casa:
         Tía, el conde de Romanones también es cojo,  y mira hasta donde ha llegado.[5]

Fruto de ese matrimonio nacieron Manuel Julián,  en 1909, María teresa, en 1911, Pedro, en 1912 y trece años más tarde en 1925 Ángel González.
“María se llevó un susto al saberse embarazada  trece años después de que hubiese nacido Pedro. Ni el matrimonio, ni la tía Clotilde, ni la ciudad de Oviedo esperaban un nuevo hijo para la familia González Muñiz. Hay cosas que no se hacen a cierta edad y en ciertas épocas. Una mujer cuarentona en estado de buena esperanza corría entonces el peligro de recibir miradas insolentes o de soportar algún comentario chistoso al pasear con su marido por la calle. después de tantos años casados, no habían sabido ordenar las pasiones y establecer las fronteras que distinguen el amor del vicio. […] Supongo que tendrás más cuidado y menos debilidades de aquí en adelante, le dijo tía Clotilde con una extraña huella de ternura en la voz.
¿Dónde va a dormir el niño?[6]
Ángel González en 1930
Hasta los veintiún años, con el paréntesis de la guerra civil, Ángel González pasó los veranos en Riberas, en la casa de su tía abuela  doña Clotilde, en Ucedo:
A finales de julio [ de 1936], la tía Clotilde, la prima Carmina y los descendientes de su gata de Angora esperaban en Riberas de Pravia, como todos los años, a María Muñiz con su familia. Estaba haciendo mucho calor.[7]
Posteriormente seguiría acudiendo con frecuencia a  Riberas para visitar a sus primas Rosa y Carmina Labra.
En el año 1993 Ángel González, en una entrevista para el programa «La Senda» de Antena-3 , dirigido y presentado por el praviano José Luis Balbín evoca sus vivencias en Riberas. Así lo relataba el periodista Antonio Arguelles en un artículo de La Voz de Avilés :

Artículo publicado en  la Voz de Avilés  el  31 de diciembre de 1993
"[...]Ángel González, acaso uno de los mejores poetas vivos de la actualidad española, fue desgranado con su fácil y amena conversación sus veranos en Riberas, sus paseos por las campiñas, sus juegos en la aldea y sus acercamientos a la villa de Pravia con los familiares de su entorno y las familias amigas que también tenían casa y residencia en el pueblo de Riberas, lugar en el que, con anterioridad, también descansó el poeta nicaragüense Rubén Darío.
El poeta asturiano disfrutó en Riberas da largas permanencias que se iniciaron en su niñez el Premio Príncipe de Asturias quedó huérfano de padre a muy corta edad y su vida infantil pasó infinidad de peripecias, hasta una larga tuberculosis curada en un pueblo leonés del valle de Laciana y se mantuvieron hasta su juventud el último año que veraneé  en este lugar tenía 21 años de edad”, comentó el poeta , lo que ha prendido un fuerte arraigo y un cariño especial a la comarca.
Para Ángel González, volver  a contemplar la solariega casona, pasear nuevamente por los caminos de Riberas ”en la actualidad mejor conservadas, por lo que no precisa de las madreñas para andarlas”, dijo en un momento de la conversación fuera de cámara fue rememorar un tiempo feliz, una  época  que marca y no se olvida. Desde la terraza de casa de tía Cecilia [Clotilde], ante las cámaras de televisión, entre un tinglado de luces, cables y micrófonos, Ángel González y José Luis Balbín profundizaron en una larga conversación que sirvió para que los que tuvimos la suerte de presenciar este rodaje, conociésemos  con largueza y detalles la vida, obra y vivencias de nuestro poeta asturiano, premio Príncipe de Asturias. Porque la charla mantenida entre poeta y periodista fue muy enriquecedora para los que la presenciamos.
Riberas ha tenido la suerte de que sus lugares fuesen recorridos por este universal poeta que enseña español en una universidad americana, fue funcionario y pasante de abogados y que se metió clandestinamente en la Alemania del Este y que tuvo la desgracia de pertenecer a una familia acosada por la dictadura a uno de sus tres  hermanos lo mataron en Salas cuando buscaba salida a la grave situación de Oviedo, Y en esta  filmación que los equipos de Antena 3 TV rodaron para una próxima serie que con el título de “La senda de…” aparecerá próximamente en la rejilla de esta cadena, las bellezas de estos lugares asturianos del concejo de Soto del Barco harán fondo ambiente a la charla de nuestro gran poeta ovetense.
Al tener conocimiento de estas andanzas de Ángel González por los lugares de Riberas brindo  y sugiero a la corporación de Soto del Barco la ocasión de un homenaje y la colocación de una placa en la casona para perpetuar esas temporadas que el poeta vivió en este pueblo de su concejo.”

Desde la Asociación el Trichorio nos  sumamos  a esta sugerencia hecha con escaso éxito hace veinte años,  por  el periodista Antonio Arguelles y la hacemos nuestra.
Para que yo me llame Ángel González ....


[1] Luis García Montero. “Mañana no será lo que Dios quiera”   pág. 27  2009, Santillana Ediciones. S.L. 
[2] El marido de doña Clotilde era Félix Martínez y Fernández, hermano de Evaristo, el que construyó la “casa de Marina Cándida”, (era el padre de Marina y abuelo de nuestro colaborador Carlos Rodríguez-Navia)
.
[3] Rosita: Se trata de Rosa Sánchez González, casada con Rafael María de Labra Martínez y madre de Carmina Labra
[4] Ídem nota 1 pág. 36
[5] ídem pág. 44
[6] Ídem pág. 62
[7] Ídem pág. 193
Nuestro agradecimiento a Hermosinda de Ucedo por ponernos en la pista de las estancias del poeta en Riberas, al que  recuerda como una bellísma persona y por facilitarnos el artículo de la Voz de Avilés  y a los hermanos Carlos y Juanjo Rodríguez- Navia, parientes de Ángel, por las fotografías.

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