domingo, 1 de abril de 2012

La Iglesia (II)

 La Iglesia quemada
Fotografia: Biblioteca Nacional. Fondo fotográfico de la Guerra Civil Española. Asturias
Finalizábamos nuestro anterior artículo sobre la iglesia contando como durante la guerra civil, en agosto de 1936, la iglesia había sido saqueada,  incendiada y su archivo destruido.

Relataba José  Ramón Suárez que Gerarda, su madre, que  en esas fechas vivía en la casa de Saturno, se acordaba de haber visto llegar durante la noche un pequeño  convoy de coches negros de los que se apearon los autores de tan execrables actos. Todos ellos eran forasteros, creía recordar que de la CNT, y la invitaron a retirarse del balcón pues “le convenía más no ver nada”.[1]

Esperanza Tamargo  se acordaba de que “cuando la guerra tiraron abajo las campanas, quemaron las sillas, algunos santos y parte de la cúpula de la iglesia y en la capilla de la Bouza quemaron mobiliario y ropas de los curas junto al carbayo.”.[2] 

Aunque Esperancina sitúa los dos acontecimientos durante la guerra civil, el episodio de la capilla de la Bouza tuvo lugar dos años antes,  durante la revolución de octubre del 34. De ello guardaba imborrable recuerdo Manolo Margallo que, sin haber participado en los hechos, si que sufrió  sus desagradables consecuencias. Se encontraba, junto con otros chavaletes  mirando las llamas cuando llegó la guardia civil y lo detuvo. Bajando por la cuesta Pumeda,  a la altura de un carbayo  que había en la bifurcación que tira hacia la Bernadal, un vecino le dijo a los guardias “menudo pájaro que lleváis”.  Espoleados por el comentario, le fueron pegando culatazos todo el camino hasta llegar a Soto, donde permaneció detenido varios días.
Las cenizas de  la hoguera, junto al carbayo de la Bouza,  sirvieron durante muchos años como superficie acolchada  donde "ganaban la cebada" los burros del pueblo.
           
Obras de Reparación y Conservación[3]

            En los años cuarenta se acometieron las obras de reparación del edificio para subsanar los daños que había sufrido durante la contienda armada.  Las obras abarcaron  prácticamente toda la fisonomía del edificio. Así se acometió la reparación de los arcos, muros y cúpula de la torre, la reposición de la techumbre con tirantes, cabios y ripia de madera de castaño y teja árabe, la reposición del pavimento interior de la nave, pavimento que alternaba la madera en los laterales y la tribuna con la baldosa en el pasillo central,  la reposición, con madera de castaño, de las escaleras de acceso a la torre y  la pavimentación de los pisos también con este tipo de madera, el revestimiento de los interiores con mortero común y enlucido con yeso, el revestido de los exteriores con mortero hidráulico. 
           
Plano del expediente de  las obras de
reconstrucción de la Iglesia
            En esta reparación  la torre se remató con un sencillo tejado de teja árabe, que por cierto nada tenía que ver en su forma con la cúpula  que se proyectaba en el plano que se conserva en el expediente de las obras.  El capitel actual se puso a finales de los años cuarenta. La obra  se encargó a unos contratistas de Soto, los de Claudio de Cotarelo. No les armaba la estructura sobre la que se apoyan las láminas de zinc, zinc que vino de la fábrica de Arnao, y tuvieron que montarla abajo, en la plazoleta del Campón para  luego subirla pieza a pieza.
                 
                Durante la guerra habían tirado las campanas. Una de ellas se rompió y quedó inservible. Recordaba José Ramón haberlas visto al lado de casa Saturno, junto a unos hierros que pudieran ser los mecanismos del reloj. La otra campana se volvió a su sitio hacia el año 1942. La operación no estuvo exenta de riesgos. Inicialmente lo intentaron tirando manualmente con cuerda y roldana. De entre todos los que participaban en la maniobra José Ramón solamente recuerda a Germán del Tiñoso y a mi abuelo Celestino Galán. Cuando la campana había llegado a la altura del reloj, los tiradores ya estaban extenuados por lo que decidieron soltar la cuerda todos a una. Así lo hicieron todos, menos Germán del Tiñoso, que siguió agarrado y se cruzo milagrosamente con la campana a la altura del primer balcón. En el cruce perdió  la boina que quedó clavada en el suelo. Tras este percance, mi abuelo xunció las vacas y, sustituyeron la fuerza humana por la animal, con mejores resultados.

     
            A finales de los años cuarenta se acometieron las obras de reparación de la plaza del Campón, la ampliación del cementerio, obra que se finalizó en el año 1952 y se concluyó la reparación de la iglesia con la apertura de unas ventanas en los laterales, obra que realizaron, entre otros, Saturno y Manolo Maleta. Se acuerda José Ramón de verlos labrando la piedras para los marcos de las ventanas, que venían de la cantera de las Rabias, en un tendejonuco que había debajo de un hórreo en la Póntica.  
                 
            Hacia el año 1957 se sustituyó el pavimento de la nave, que como queda dicho, estaba de tabla en los laterales y  baldosa en el pasillo central,  por el actual y se arrancaron unas losas enormes de piedra que componían parte de la entrada, es decir la  cancela. Estaba entonces de cura D. Valeriano Muñoz y este hecho de la sustitución de aquellas formidables  piedras, que en su día habían sido costeadas con la aportación de 50 pesetas por cada vecino ,  fue tildado por varios vecinos de autentica  salvajada.
           
            Se acuerda José Ramón  de escucharle decir a un vecino de los Veneros que el dinero usado para estas obras había sido recaudado en Cuba para la reconstrucción de la Capilla de los Veneros y que D. Valeriano lo empleó para estas reparaciones.
                         
Altar mayor
            Como ya referimos en una entrada anterior, en el año 1964 se cometió  un acto sacrílego a raíz del cual  se llevaron a cabo una serie de actos de desagravio y aportaciones económicas. Con el dinero recaudado se adquirieron la piedra Lar  y las columnas sobre las que se apoya, el Cristo principal, y  se puso el piso del altar mayor. La piedra del altar se metió usando rollos de madera para transportarla entre veinte o treinta personas que luego, para subir las escaleras, la subieron en peso. Las dos columnas sobre las que va sujeta, aunque iguales en diseño, son desiguales en tamaño. José Ramón fue de los pocos que se percataron de este hecho y se lo hizo saber a D. Gabino que hizo caso omiso.
           
            En el año 1990 se llevaron a cabo nuevas obras de rehabilitación. Corrieron a cargo del constructor de los Cabos, Alberto Morán Fernández,  que poco después pagaría con la vida su gran afición a la práctica del ciclismo. Las  obras se presupuestaron en 5.145.000 pesetas y consistieron en la reparación de  todos los tejados, con reposición de las  maderas que estuviesen en mal estado, y retejado con teja curva roja, la repararon de los canalones de cinc con sus  bajadas, se picaron todas las fachadas del edificio, incluida la torre, se limpió la piedra, se demolió, por estética, un saliente añadido en la parte izquierda de la iglesia, se colocó bordillo señalando los límites de la parcela eclesial, en los cabildos, se demolió la parte alta de ladrillo y se dejó un zócalo de piedra vista, rematado con albardilla de piedra, se reparó la techumbre y se levanto la baldosa hidráulica dejando a la vista las losas que había debajo. Se puso una pieza de madera corrida en todo el frente paralelo a la calle con cinco pies derechos de madera de castaño teñidos con barniz especial para trabajos de antigüedad.
           

Foto: Julio E. Foster

            En el año 2000 se procedió a reparar la cubierta del campanario que había sufrido una serie de desperfectos como consecuencia de las inclemencias meteorológicas. Los trabajos se encargaron a la empresa FAMESA, erradicada en el Alto del Praviano y consistieron en sustituir con chapa de acero galvanizada  las láminas anteriores de cinc que estaban levantadas. El presupuesto de la obra ascendió a 1.276.000 pesetas.  Estos trabajos a punto estuvieron de causar una desgracia a los operarios que los realizaron que, debido a una mala colocación de la grúa que los sostenía a veinte metros de altura, en el interior de una jaula, y rodeados de chapas cortantes, se desplazaron bruscamente unos metros, desde la cúpula del campanario hasta  el centro del Campón,  hasta que el contrapeso de la grúa apoyó en el suelo quedando milagrosamente sujetos.

 Recuerdos de pinturas

            Según Esperancina   en la bóveda del altar mayor  había unas pinturas que recuerda vagamente como unas difusas olas o nubes azules, blancas y agrisadas” No recuerda que hubiese ningún tipo de figura. Estas pinturas desaparecieron  cuando la guerra y  tras la reparación del edificio se volvió a usar este espacio como lienzo, al parecer sin mucha fortuna. El autor de las pinturas fue un yerno de Bilisario Calzón, llamado Justo Potes, casado con Rosalina. A juzgar por los testimonios que de esta obra pictórica pudimos recoger  no le acompañaron las musas en su ejecución. Describen las figuras como  desproporcionadas y de dudoso gusto.   En la actualidad ya no se conservan.


[1] Conversación con Mon de Gerarda el 13 de abril de 2002 Sostenía Mon en esta conversación  la teoría de que inicialmente la torre no era tan alta como lo es en la  actualidad  sino que de los tres tramos que ahora tiene, solo tenía dos, diferenciados claramente del  tercero por  el tipo de piedra; así mientras que los dos primeros tienen piedra roja, sacada  de la cantera de las Rabias, el  tercer cuerpo tiene piedra caliza gris, probablemente traída de la cantera de la Imera. Apoyaba  esta teoría en el hecho de que preguntado en su día  Antón de Carola, que ahora tendría unos 135 años, sobre la fecha de construcción de la Iglesia, éste no sabía responder pero decía que su mujer, unos años mayor que él, se acordaba de haber visto, siendo niña , construir este tercer tramo de la torre. Ello indicaría que  hacia el año 1880 la torre habría sido  recrecida.  Por su parte de los documentos a los que hacía referencia el artículo anterior de Juan Ramón García de Ucedo se habla de una solicitud de principios del otoño de 1803  de el Cura y los Comisionados de los vecinos para  elevar un poco mas la torre de la iglesia, solicitando permiso al Cabildo de Oviedo pero no queda claro, dados los problemas de financiación a que se enfrentó la obra, que dicho aumento se llevase a cabo simultáneamente al  resto de la obra.

[2] Conversación con Esperancina el 22 de diciembre de 2002
[3] Datos extraídos  del Archivo de Curia de la Catedral de Oviedo

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