lunes, 26 de marzo de 2012

"Algunas anotaciones sobre la enseñanza en Riberas


El autor del artículo en la escuela de Riberas
Artículo escrito por Faustino Secades Granda y publicado en la revista  “Riberas  y sus Gentes” editada en el año 2003 con motivo del bicentenario de la Iglesia  
    
Cuando yo asistí a la escuela de Riberas, en la década de los 50, la manera de impartir la enseñanza y las condiciones en las que se  encontraban las aulas, así como el mobiliario, eran muy distintas a como son en la actualidad.
En aquellos tiempos las deficiencias en los edificios escolares estaban a la orden del día. El mobiliario era anticuado y solía estar carcomido. Cuando llovía era normal que apareciesen goteras. Teníamos dos bombillas de escasa potencia para toda el aula, y como el lateral de la clase que estaba orientado al este recibía poca luz del exterior, en los días oscuros de invierno apenas podíamos leer o escribir. Recuerdo además que había una pequeña estufa alimentada por leña y carbón, con una chimenea lateral que conducía el humo al exterior (aunque no siempre). Estaba colocada en la parte delantera derecha de la clase, y los que teníamos que sentarnos en los bancos que quedaban un poco alejados de ella, pasábamos frío en cantidad.
Como el presupuesto que se destinaba a la limpieza y reparaciones era insuficiente, el propio maestro, los alumnos y algún padre que se prestaba voluntario, tenían que hacerse cargo de las mismas.
En el aspecto pedagógico, un solo maestro tenía que atender a la vez a 40 ó 50 alumnos desde los 6 hasta los 13 ó 14 años. Además, como es lógico, tenía que impartir él mismo todas las asignaturas que componían el temario a desarrollar.
Para poder atender a todos estos alumnos con edades tan heterogéneas, D. Daniel nos dividía en tres grupos: el primero hasta los 70u 8 años. Eran aquellos niños que estaban aprendiendo a leer y escribir. La segunda sección estaba formada por los que tenían entre 8 y 11 años. Y la tercera la componían los mayores de la clase. Luego ponía en práctica lo que llamaba “enseñanza simultánea”. Primero, el maestro atendía a los mayores mientras que los demás estudiaban o copiaban algo. Cuando terminaba con ellos cogía al grupo de  los medianos y mientras tanto, alguno de los alumnos más aventajados del último curso, se encargaba de impartir enseñanzas elementales  a los más chiquitines. Cuando el maestro terminaba con los medianos, se ponía con los pequeños y de esa manera todos avanzaban en mayor o menor medida.
El alumnado estaba separado por sexos. Los niños iban a clase con el maestro y las niñas con la maestra. El absentismo escolar solía ser importante, ya que en bastantes ocasiones algunos niños faltaban a la escuela porque tenían que quedar ayudando en las labores agrícolas o ganaderas.

Josefina la Uz
           Teníamos clase todos los días de la semana, de lunes a sábado, excepto las tardes de los jueves que disfrutábamos de un merecido descanso.
La escuela de ese tiempo se basaba en la autoridad del maestro y en una fuerte disciplina que, en ocasiones, tenía que conseguir con métodos más o menos violentos.
Antidio de la Barrera
El docente y la materia que se impartía eran el centro fundamental de la enseñanza de entonces. El maestro, por lo general, transmitía unos conocimientos sin apenas hacer razonar a los niños. Aquello que ponía la enciclopedia había que aprenderlo tal y como estaba porque sí. A pesar de ello, algunos maestros, esquivaban lo que podían las normas establecidas y explicaban de la mejor manera posible ciertos temas que resultaban comprometidos en aquellos tiempos.
Suso el de Lourdes de Ucedo
Era una enseñanza de tipo memorístico, transmisora de los valores tradicionales, tanto patrióticos como religiosos. El maestro y la maestra iban los  domingos a misa de doce con los niños y con las niñas. Ellos se sentaban en los bancos de la izquierda y ellas en lo de la derecha, pero sin mezclarse.
En la escuela se rezaba al entra y al salir de aula y se entonaban canciones de exaltación patriótica (Cara al Sol, Montañas nevadas, Prietas las filas …)
No todos los niños podían acceder al sistema educativo medio y mucho menos superior, debido a las limitaciones de tipo económico, puesto que las becas existentes en aquellos tiempos, además de ser de escasa cuantía, estaban difíciles de conseguir.
Todo lo que teníamos que aprender se encontraba en el Rayas, las cartillas y los libros de lectura (Glorias Imperiales, etc.), así como en las enciclopedias de Álvarez de 1º,2º y 3º grado. Además a las niñas, la maestra les ponía clases de costura, bordado, etc.
Recuerdo que D. Daniel daba mucha importancia  a la caligrafía y a la buena presentación de los trabajos. Además nos aconsejaba que adornásemos con algún dibujo las tareas de cada día.
Tomás
Durante el recreo jugábamos a la peonza, a las canicas, al pañuelo, al juego denominado “cuchillo, tijera, ojo de buey”, al corta-hilos, a la pesca, al escondite, etc. Al fútbol, pocas veces, porque éramos muchos y había muy poco espacio. Además, el sitio donde se podía jugar a la pelota, siempre lo ocupaban los mayores de la clase. En aquel tiempo, en la escuela, nunca teníamos clase de Educación Física.
Debido a las dificultades económicas  que atravesaban muchos hogares, el Ministerio de Educación enviaba a las escuelas paquetes de leche en polvo, así como barras de queso y de mantequilla que se repartían durante el recreo con la finalidad de paliar la deficiencia de calcio entre los escolares.
Ahora voy a añadir una anécdota que me ocurrió a los tres o cuatro día de empezar con 6 años a la escuela:
Era un desapacible día de viento y lluvia, faltaría unos diez o quince minutos  para empezar la sesión de la tarde y, como en el patio cubierto no cabíamos todos, el maestro nos abrió  la puerta del cuarto que hacía de ropero y nos dejó pasar allí a los de primero y segundo. En medio de aquella estancia había un pequeño charco formado por una gotera que filtraba por el tejado. Tres o cuatro niños  de los más pequeños empezamos a pisarlo y a corretear por allí. Cuando Llegó D. Daniel a las dos y media y vio aquello, entró en el aula sin decir nada, nos mandó pasar a todos y nos pusimos a rezar. Luego mandó subir a la tarima a los causantes de tal fechoría. Yo me acerqué el segundo y, como vi que el primero había llevado un azote con la vara en el trasero, me puse en lo peor. Cuando me coloqué a su alcance, nada más hacer contacto la vara con mis nalgas, me oriné todo por las piernas hasta el suelo. Al ver el maestro lo sucedido me dijo: ¡Vaya hombre, primero me encharcas el suelo del ropero y ahora me mojas todo esto! Me marché llorando para el sitio. Pero como D. Daniel veía que no me tranquilizaba, me llamó, me acercó la cabeza a su pecho y me dijo: No sigas llorando que no fue nada. En seguida mando a dos mayores que lo sequen. En realidad, yo no lloraba sólo por el daño que me había hecho la vara en el trasero. Lloraba sobre todo porque tenía miedo que mi padre se enterase y luego…
"Todo lo que teníamos que aprender se encontraba en el Rayas, las cartillas y los libros de lectura (Glorias Imperiales, etc.), así como en las enciclopedias de Álvarez de 1º,2º y 3º grado"
          El dicho popular que había  en aquellos tiempos de “pasar más hambre que un maestro de escuela” era totalmente cierto y como el Ministerio les pagaba tan poco, después de terminar la jornada escolar tenían que pasar horas poniendo clases particulares en las que preparaban a los chavales y a personas mayores por un precio irrisorio. Los pueblos deben de agradecerles siempre a estos maestros la gran labor que desarrollaron a favor de la cultura. Gracias a ellos, muchas personas consiguieron acceder a puestos de trabajo en los que se exigía una determinada preparación y, de ese modo, pudieron abrirse camino en la vida.

"En la escuela se rezaba al entra y al salir de aula
 y se entonaban canciones de exaltación patriótica
Cara al Sol, Montañas nevadas, Prietas las filas …"
            (Pag 482 Enciclopedia Alvarez)
Cuando dejé la escuela de D. Daniel asistí durante casi dos años a clase particular a Soto con D. Joaquín. Luego, él enfermó y entonces fue cuando me incorporé a la Academia que hacía más de una año había empezado a funcionar en Riberas, regida por el cura D. Valeriano. Aquí la enseñanza no estaba tan masificada como en la escuela y era más especializada: cada profesor daba dos o como máximo tres asignaturas. En cuanto al horario, por las mañanas teníamos clases de nueve a una y por las tardes entrábamos a las dos y media y salíamos a las siete y media. A partir de las seis ya no había más clases y el tiempo que nos quedaba lo dedicábamos a estudiar y a hacer los deberes.
Nos daban las notas todos lo meses, pero estas calificaciones sólo tenía carácter informativo para los padres. Académicamente carecían de todo valor, puesto que era una enseñanza libre. Por consiguiente, todos los años, a mediados del mes de junio teníamos que ir a examinarnos al instituto Carreño Miranda de Avilés. En un solo día nos evaluaban de todas las asignaturas que componían el curso y podían caernos preguntas de cualquier tema de cada materia. Para cada examen disponíamos de una hora, durante la cual desarrollábamos las preguntas que nos habían puesto. Cuando llegaba el final de la jornada estábamos agotados, puesto que cada curso se componía de ocho o nueve asignaturas.
Aunque sabía lo poco remunerada que estaba en aquellos tiempos la profesión docente, empezaba a gustarme la enseñanza. Supongo que ello también influiría la admiración que yo sentía por alguna de aquellas personas, debido a la entrega y al buen hacer en su labor. Fue entonces cuando decidí que quería estudiar para maestro.
Debido a problemas económicos, a la falta de alumnos  de fuera de la localidad y a la dificultad para contratar profesorado adecuado, en junio de 1966 cerró sus puertas la Academia. Un año después se inauguraba en Pravia un instituto para toda la comarca.
Alumnos de la Academia de excursión en Tapia de Casariego con D. Valeriano
En septiembre de 1970 los alumnos y  las alumnas de las escuelas de Riberas se incorporaban al Colegio Público Comarcal de Soto del Barco, pues se había puesto de moda la concentración de alumnos en grandes colegios.
Nuevamente en 1979 volvió a funcionar la escuela de la localidad, pero en esta ocasión, solo para acoger a los niños y niñas de ciclo inicial (hasta los ocho años) En estos momentos forma parte del Colegio Rural Agrupado “Bajo Nalón”
En el mes de junio de 1989 se inauguró en el palacio de la Bouza una granja escuela que continúa funcionando en la actualidad.
Al hablar de la enseñanza en Riberas no podemos dejar de mencionar a Julio Lisa, Aurora la de la Llamera y Dorita la de Alfredo el barbero que ponían clases particulares allá por los años 50 y 60. Ellas sólo las daban en sus domicilios, pero Julio, acudía además a las casas que se lo solicitaban.
Ya en la segunda mitad de los años 80, Beatriz la de Arco, también impartía clases particulares en un local situado al lado del bar Paraíso. Los cuatro contribuyeron de manera muy importante a elevar el nivel de conocimientos de las personas que acudían a ellos para recibir sus enseñanzas.
Ya para finalizar decir que, en estos momentos, siento enorme admiración gratitud y respeto hacia algunos de los maestros y profesores que tuve en aquellos tiempos. Por orden cronológico debo citar primero a D. Daniel, en la escuela pública de Riberas y luego a D. Joaquín que daba clases particulares en Soto. Más tarde, de la academia, guardo muy gratos recuerdos de Dª Rosita, D. Luis el de Susana, D. Juan y D. Manolo Canal. Todos ellos demostraron ser excelentes profesionales que jamás escatimaban esfuerzos en su labor educadora, sabiendo siempre compaginar la comprensión y el cariño hacia sus alumnos con la rigidez a la hora de exigir esfuerzo y comportamiento.
Por último, tengo que agradecer a D. Antonio, su perfecto domino de las Matemáticas. El fue que me preparó durante un verano para hacer el ingreso en la Escuela Normal de Magisterio de Oviedo.
Vaya desde aquí para todos ellos, algunos ya fallecidos, mi cariño y recuerdo.

1 comentario:

  1. D. Faustino Secades Granda que ahora nos deleita con este artículo contándonos sus vivencias, fue pasados unos años un gran maestro ,durante el tiempo en que impartió clases en el colegio de Soto del Barco, puso todo el cariño y dedicación en su trabajo, logrando que todos sus antiguos alumnos entre los cuales me cuento, le recordemos con admiración,cariño,y un profundo agradecimiento.

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