domingo, 14 de octubre de 2012

La huella de los indianos




“A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, unos 100.000 asturianos abandonaron sus hogares para ir a buscar, más allá del mar, las oportunidades de trabajo o las perspectivas de bienestar que su país les negaba; la mayoría (probablemente 4 de cada 5) se dirigieron a Cuba, y el resto dividió sus preferencias entre Argentina, México, Puerto Rico y otras soñadas tierras prometidas del Nuevo Mundo.”
 
(Francisco Erice. Prólogo del libro “El viaje de los emigrantes asturianos a América” [1])

Riberas no fue ajena a ese éxodo migratorio hacia “las Américas”, fenómeno que dejó una imborrable huella en  la historia de Asturias. Si bien ya se había iniciado en  el siglo XVI  y continúa en las primeras décadas del XX, es durante el siglo XIX cuando alcanza su máxima intensidad. La superpoblación del campo asturiano, las malas cosechas, la mitificación y atracción que ejercía Cuba, una  forma de librarse de las Quintas y, entre las familias más acomodadas, una oportunidad para  que sus hijos “hiciesen  carrera” constituyen los principales factores que incidieron en la decisión de iniciar la aventura de ultramar:

De todos los que iniciaron esta aventura  fueron muchos  los fracasados  y muy pocos los que regresaron triunfadores.  De los primeros, la mayoría no consiguieron el dinero suficiente para regresar y tuvieron que recurrir a sociedades benéficas, instituidas a tal fin, para que les costeasen el viaje de vuelta.  A los segundos se les conoció con el término  indiano oamericano” usado para designar al emigrante que regresaba tras haber hecho fortuna en  América, del que popularmente se decía que había “hecho las américas”.
“[…] a  hacer las Américas… Algunos, los menos, regresarían como indianos, con trajes blancos y llamativas camisas floreadas, con corbatas de colores chillones y zapatos calados, con higas deslumbrantes, sacando pecho y mirando de arriba abajo a sus paisanos, con ganas de hacer obras iglesias, escuelas, hospitales que inmortalizasen su memoria en los pueblos y aldeas de que antaño dejaron atrás, con sus casas miserables y un porvenir que nunca tendrían; muchos volverían más pobres de lo que fueron, reventados de trabajar a destajo para no sacar nada en limpio; y otros no volverían”[2]

Cuenta Gaspar Melchor de Jovellanos como “los que regresaban adinerados  tenían buen cuidado en airear su triunfo invirtiendo en tierras, en las que construían una gran casa que pregonase su triunfo.” El periodo de máxima intensidad de este retorno  fue entre 1870 y 1930, y su principal manifestación lo constituye la suntuosidad de los  edificios,  de aire exótico, que  se distribuyen por toda la geografía asturiana. En nuestro pueblo, tenemos varios ejemplos de esta,  genéricamente,  llamada  “arquitectura indiana”: [3]


Villa América”, vistosa mansión  con elementos característicos del estilo montañés como la irregularidad geométrica de la planta, el porche columnado, precedido de escalinata, las ventanas de medio punto, la azotea, la torre incorporada y la buhardilla,   fue construida en 1930 por D. Leoncio Suárez, quién ordenó pintar en el hall la bandera republicana, con anterioridad a la instauración de la II república, el 14 de abril, dato este reflejado en la revista “El Progreso de Asturias”. Curiosamente esta casa pasó a conocerse tras la Guerra Civil con el nombre de “La Falange” por haber servido sus dependencias de cuartel a las tropas franquistas;

Vistahermosa”, construida sobre una casa anterior en los años veinte por  el indiano Luís González, es una amplia casa de tres pisos, en la que destaca una magnífica galería acristalada en uno de sus laterales, y adornados los otros con balcones y  corredores. Tiene un curioso palomar abuhardillado, de planta cuadrada y,  lo que fue una casa de caseros y ahora se utiliza como garaje. Está rodeada de un amplio jardín franqueado por un muro de piedra que lo separa de la vía del ferrocarril por un lado y de la carrerea AS-16 por otro.

Vistahermosa, fue, como indica su nombre, una casa edificada para disfrutar del paisaje: el alto edificio, situado en la entrada del pueblo de Riberas, aparte de una magnífica galería tiene una terraza y tres balcones.
Fue construida por el cubano Luis González en los años veinte, para alojar a su familia cuando venía a pasar temporadas en su añorada tierra. Después de la prematura muerte de éste, su esposa, Doña Dolores, se casó en segundas nupcias  con un cuñado suyo, Don Jesús, también instalado en la Habana, donde el padre de los hermanos González, había fundado un almacén, El Baratillo.
Los hermanos, como la mayoría de los indianos, se sentían muy identificados con su tierra y con el pueblo: Cuando venían aquí, a Riberas, lo primero que hacían era ponerse las alpargatas que llevaba la gente del pueblo”, comenta Emma Pérez Sama, hija de un sobrino segundo de los González, quien de joven trabajó en  “El Baratillo”.
”Cuando Papá marchó a Cuba con ellos, no tenía más que 14 años, y no dejaba de llorar porque quería estar con su madre…” No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los asturianos que embarcaron hacia América fueron niños de entre 14 y 14 años.
Como buenos indianos, los González hicieron edificar las escuelas de Riberas, y no dejaron de pensar en las necesidades de sus antiguos convecinos y familiares: ”Durante la Guerra Civil, nada más liberarse Asturias, me llegó un traje de lino de Cuba”, recuerda Emma.
Vistahermosa, que originalmente estaba pintada de un rojo inglés, con los marcos de madera  y la galería de un verde botella, se vendió a terceros, al quedarse los hijos de Doña Dolores, en la otra orilla del Atlántico. [4]


Villa Pilar” construida en el año 1890, donde además que la casa  destaca un  exótico y pintoresco cenador :


Casa Sama, casa-tienda resultado de la reforma efectuada por Ramón  Sama (hermano de Celestina) en una vieja vivienda que amplió para dedicarla a establecimiento público, cambiando su fachada original por otra más pintoresca con aires de chalet alpino.


Además de estas, existen otras edificaciones de finales del XIX y principios del XX de las que con independencia de si el capital que las financió provenía de ultramar o pertenecía a la burguesía local, si que en su estructura se diferencian claramente del resto de edificaciones del pueblo. Todas ellas se podían clasificar dentro del estilo  indiano autóctono o vernáculo, (También “Vista Hermosa” se englobaría dentro de  este estilo) caracterizado  por el volumen prismático único, de base cuadrada o rectangular, con gruesos muros portantes, de fachadas austeras, solamente rotas por un leve resalte de las esquinas  de piedra vista y  a veces por la línea divisoria entre los pisos, cubiertas con teja árabe, a dos aguas si la base es acusadamente rectangular y a cuatro si es cuadrada, con aleros de madera o en algunos casos de hiladas escalonadas de tejas invertidas; a este volumen único principal se le adosan volúmenes secundarios en forma de galerías, buhardillas y corredores

 Dentro de este grupo citaremos en la carretera, la Casa de las Mulatas,  que  luego fue  el bar de Pepe Marina y más tarde de Jesús. Fue derribada por un camión. Casa Marina Cándida, del año 1896,  y en  cuyas escaleras de entrada aparece grabado el nombre de su  promotor, Evaristo Martínez, presenta prácticamente todos los elementos antes descritos: de planta cuadrada tiene sótano dos pisos y buhardilla, galería acristalada, sorprendentemente orientada al norte, línea divisoria entre pisos y alero de tejas invertidas.  

“Evaristo Martínez, republicano de Salmerón, anticlerical y defensor de la libertad, quien incluso apoyó en Cuba a los ñáñigos, en pro de una independencia  ya en 1892; padeció del dengue y se vino para España, con buenos recuerdos, un guacamayo, algunas perras y un machete con el mango tallado, que le regaló Maceo en agradecimiento a su colaboración y que junto con otras cosas, desapareció de la casa durante la Guerra Civil. En Riberas, encontró a una paisana guapetona y oronda, llamada Cándida, se casó, levantó una casa de tres plantas, con solana y galería, plantó una palmera y una magnolia y se dedicó a la placentera vida de vivir de las rentas, las tierras y los montes.”
(“Algunos claros en el viejo camino del bosque” Carlos Rodríguez- Navia)



Casa Socorro, del año 1900, que fue tienda, bar, fonda y salón de baile, salón que todavía se conserva, aunque en  precario estado en el segundo piso. Esta casa-fonda  era el alojamiento elegido por los “americanos” que regresaban “ricos”. Como anécdota que refleja el retorno de estos nuevos ricos, dicen que José Alonso, relataba entre carcajadas, que se hospedó en esta casa a su retorno de la Habana,  época en que fumaba los cigarros en billetes y la dueña, Socorro, lo llamaba Don José Alonso; A medida que iban disminuyendo sus caudales pasó a llamarlo José Alonso, después José y finalmente lo echó a la calle. 
Casa Belisario y casa Benigno Suárez
Casa Belisario, del año 1918 que también fue bar y tienda;  Casa Regina, que había sido construida por sus abuelos Benigno Suárez y Nicolasa González (hermana de Marcelino González):



“En aquellos primeros años del siglo XX, D. Marcelino y su mujer se dedicaron a echar raíces materiales en Asturias, la tierra que les había visto nacer y en la que se disponían a vivir desde entonces otra vez. Ambos acudían con frecuencia a Riberas, donde seguía viviendo su hermana Nicolasa con Benigno su marido, también regresado de Cuba, y que estaba enfermo del corazón, lo que le impedía vivir en la casa de Monterrey en la que habían nacido sus hijos, porque para acceder a ella era preciso subir una fuerte pendiente. Esto le llevó al matrimonio a construirse una casa en la carretera, que discurre al mismo nivel del río, en la parte baja del pueblo. Y en esa casa moriría D. Benigno, con su corazón agotado en 1906, siendo todavía un hombre joven.”

(“Marcelino González García”. Juan Gómez Y Gz. de la Buelga)
 
 En Ucedo,  Casa Dª Clotilde, Casa de Dª Concha (ahora de Castaño)  y la Casa de Dª Nicanora (ahora de Jardón 


Detalle del portillo con las iniciales
del promotor y el año de la construcción

En la Quintanona, la casa de Manuel Alonso (de Pilo), La Belilla, la Arquera y la casa Corujedo, del año 1861 construida por José Fernández-Corujedo:


“José poseía la famosa tienda de la Calle de la Muralla, la calle más comercial de La Habana, en pleno centro histórico de La Habana Vieja. Dicha tienda se denominaba Corugedo Hermanos. había regresado a España, y había cedido la tienda a su hermano menor, cuyo nombre parece que era Manuel, alrededor de 1860. Entre 1872 y 1875, la tienda tiene la denominación de Corugedo y García. En 1875 cambia de denominación, por la de García Corugedo Hermanos.
Regresa a España alrededor de 1860 con más de cuarenta años, y se va a casar con Basilisa Alonso de San Julián, natural de Muros de Pravia, que apenas tiene diecinueve. Es ya un indiano muy acomodado, que según las historias familiares se construye una casa en Riberas, cuya fecha de construcción es de 1861.  Unos años más tarde hace levantar, a su costa, una fuente que regala al pueblo y que está fechada en 1865. Tiene a su primer hijo, Ángel, en ese año de 1867. Adquiere un patache de 85 toneladas llamado Angel 3º. Y tenemos notas como la que sigue, donde se indica que disponía en el Banco de Oviedo de los mayores depósitos de valores y en 1871, tenía 504.000 pesetas. Esta cantidad equivale a más de 3 millones de euros actuales depositados en el banco.
Muere en Riberas el 21 de julio de 1893.[5]

En la Plana, la Pación construida por Marcelino, un hermano de D. Sergio. En Pumeda la ya desaparecida casa Serafín, que contaba en la finca con otra construcción emblemática de los indianos, el Casino. Casa Brígida en la Barrera.  Casa de Dª Soledad en Tras la Cuesta. El Palacio de la Bouza,  de 1860 , del que  nos ocuparemos en otro lugar.
Casa de "Doña Soledad" en Tras la Cuesta
Ahora convertida en Casa de Aldea. Foto: El Molin.es

Los “indianos” no sólo contribuyeron al cambio de la fisonomía del pueblo con la construcción  de sus ostentosas casas señoriales sino que también lo hicieron a través de otras obras de carácter  más altruista y uso público.  Así, fue con capital indiano con el que se acometió la reconstrucción de la Iglesia tras los desperfectos sufridos durante la guerra civil. Las  fuente de la Xana, en Tras la Cuesta  y la fuente de la Espidiella en la Riestra  fueron construidas, como rezan sus inscripciones, a expensas de Rafael Manso y Leoncio Suárez la primera y José Fernández- Corujedo  la segunda. Y, la que constituye la obra filantrópica más importante, a la vez que un interesante ejemplar de la arquitectura escolar indiana: la Escuela.


[1] Juan Carlos de la Madrid Álvarez. “El viaje de los emigrantes asturianos a América” Gijón 1989
[2] Revista Otra Realidad. Artículo “Hacer las américas” Fuente: http://www.otrarealidad.net/noticias
[3] Covadonga Álvarez Quintana. “Indianos y Arquitectura en Asturias” Gijón 1991. La mayoría de las descripciones de los elementos arquitectónicos estan sacadas de este libro.
[4] Eduardo Mencos, Anneli Bojstad . “La gran aventura de los indianos”. Fundación Hidroeléctrica del Cantábrico 1998. Pag 86
[5]Cita sacada del Blog “loscorujedoderiberas

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