viernes, 4 de mayo de 2012

Tertulias en las quintanas

Casa María Socorro, en el Parador de Riberas
Artículo escrito por José Manuel Alonso (Pilo) y publicado en la revista  “Riberas  y sus Gentes” editada en el año 2003 con motivo del bicentenario de la Iglesia [1]
            
Con buen tiempo y al caer la tarde, había una tertulia, un encuentro diario, en el banco de casa María Socorro, en el Parador de Riberas.
Allí se reunían Segisfredo García Muñiz, “Segis”, vecino de El Parador; José Alonso de Arco; Marcelo Sánchez Menéndez, “Maruga” de la Bimera; Silvino López Fernández, “Campín” de la Bernadal; Angel López Suárez, “Gelo”, de Monterrey; Luis del Tambor, de Doñáliga; Vicente el Caminero, de Peñaullán, etc., etc., y otras personas no asiduas, de paso, que regresaban de la vega, esperaban la vez para tosquilarse en la barbería o sencillamente, iban a dar un paseo y a contemplar la llegada de Autos-Zapico a su regreso de Avilés-Gijón. Todo un acontecimiento.
"Sentados en el banco ....   arrimados a la vieja y carcomida acacia ..."
Foto: Dorita la del barbero
Sentados en el banco, sólo cogían tres o cuatro personas, el resto estaba de pié, alrededor, o arrimados a la vieja y carcomida acacia que había al borde de la acera.
Los Comentarios eran variados. Segisfredo y Luis del Tambor, eran los enterados de temas sobre Cuba; “Maruga”, conocía todos los rincones del Río Nalón, desde el pozo de la Figal, en Forcinas, hasta la punta de la Venturiega, frente a El Castillo; José Alonso, su fuerte era sobre la pesca de la angula, el salmón o el carbón de río. Era un hombre muy simpático, recuerdo cuando decía: “me regalas u papel para liar el tabaco que me vas a dar; las cerillas quedáronme en casa”. “Campin” hablaba sobre el transporte carbonero y los problemas en el depósito de la Tronca, en San Esteban y “Gelo”, sobre el cultivo de la patata, las fabas y el maíz. Aparte, criticaban al que pillaban.
Componente de la tertulia, con cierta regularidad, era José “el Gallo”, que aprovechaba la salida para beber en casa de Socorro, alguna copa de “Caña”[2] que él llamaba “esquisto” que lo ponía eufórico y hablador, circunstancia que aprovechaban para interrogarlo y sacarlo de quicio, haciéndole perder el tino.
“El Gallo” era persona muy conocida y estimada en Riberas, simpático, comunicativo y de aguda sabiduría. Sus estudios los había cursado en la escuela de la vida.
Vivió en los barrios de la Riestra, en el Naval y en Ucedo en el bajo de la casa del Dr. Alfonso Menéndez González.
Estando en Ucedo, muchas veces se ponía a cabruñar el gadaño, aunque no lo necesitara, al borde del camino, solamente para conversar con la gente que por allí circulaba.
Esperanza, su mujer, con frecuencia le decía: ― aburres a las piedras, ya me tas cansando de tanto hablar―. La contestación era siempre la misma: ―que va ser de ti el día que yo falte―. Y Esperanza con buen humor, le replicaba:
“Nun tienes más que morrer
pa ser una gran persona,
mientras tanto pa la xente
no mereces cosa bona”

La debilidad de “el Gallo” eran la mujeres. ―La vista es tan puñetera―, decía. Le horrorizaban las faldas largas; ―la mujer debe de enseñar los hermosos miembros que sostienen su esbelta o jamona figura―. La cara le daba igual fea que guapa, de buen semblante, de pocos amigos o marcada de viruela.
Daba un ojo de la cara por vivir como “Segis”, comentaba. ―Gustaríame más ser rico en cualquier lugar, que “probe” en Riberas―. Y Alonso, simpáticamente le aclaraba: ―Fuiste a ultramar a trabajar, ahorrar y hacerte rico, poderoso. Llegaste a la Habana, defecaste y en el mismo vapor devolviéronte pa España.―Tuve que regresar por problemas de salud, el clima no me sentaba―, aclaraba “el Gallo
Pilo, segundo por la derecha, de tertulia con unos amigos
Foto: Pilo
El que puso cátedra en Cuba fue Serafín de Pinduelo. Elegante, “gayeru”, tieso como el mango de un gaxarte, donde él entraba arrasaba. Su bebida predilecta era el “capilé”[3]
Tú eres rico, ―decía el “Gallo” a Segisfredo. ―Sí, porque no necesito más de lo que tengo. Ser rico no es tener mucho, sino arreglarse con poco.
Los ricos no envejecéis―.Y “Segis” le aclaraba: ― ¿sabes cual es la fórmula para poder vivir muchos años?, mucha coña, poco coño y un poquito de coñá.
El regreso de “el Gallo” con sobrecarga era una odisea. La carretera le resultaba estrecha y los montones de “machaqueo” le estorbaban, se le atravesaban y le impedían avanzar.
Llego a  casa, ceno las “papas” y pa la cama. Lo malo ye, que las noches son tan largas, que aunque uno no quiera, no piensas más que en picardías―. Y en voz baja canturriaba:
Quise subir a tu ventana
y  ver la dama que estaba allí.
Paxarinos que venís cantando
a la vera de la fuente;
os posáis en las ramas de enfrente
a tomar los rayinos del sol.
Zís, Zás, fuego Nicolás.
 El Gallo” tenía un burro color ceniza claro, entero, al que dedicaba toda su atención. Lo amarraba en el camino de la Fontanina, y cada poco lo cambiaba de sitio para que contara con pación fresa. ―El mi burro no necesita albarda.
Como de costumbre, un día fue a ver como estaba el animal y encontró el sitio, el asno había desaparecido sin dejar rastro. Después de muchas horas de infructuosa búsqueda, tropezó a Germán del Tiñoso y éste le informó de que lo había visto, tras la burra de Sindo Gena, por los prados de Villapende, cerca de Carrocero.
El burro taba bien atao, algún cabrón lo soltó―. Explicó “el Gallo”
Intervino en la conversación Pepe Sierra y después de un pequeño rifirrafe, con liviana algarabía, Sierra le dijo: ―el que te desató el burro fue tu vecín, Alfonso Amparo.
Como si le echaran un jarro de agua, “el Gallo” perdió el habla y sin rechistar salió en persecución del animal diciendo ―del mejor amigo la mayor pedrada. A ver si me sirve de escarmiento.
Lo cierto fue que Alfonso, al poco tiempo, compró en mil reales el burro a “el Gallo”
Ahora que no tienes hacienda que atender, por qué no hablas con Belisario o se lo dices a Manín de la Regata, y te haces con una vaca ―, le comentaban.
No quiero ser “comuñeru”. Pensáis que estoy pa trabayar pal inglés. “De las vacas en comuña, lleva el amu hasta la uña”
Todos los días por la noche había estruendosa cencerrada. Los vecinos del barrio se manifestaban tocando sartenes, cazos, latas, etc.…, para molestar a una persona viuda que se acababa de casar.

La Riestra, al fondo la casa de Nides
Estando Leonídes, “Nides”, asomada al balconcillo de su casa de La Riestra, llegó la pareja de la Guadia Civil y se paró a hablar con ella. Cuando la pareja marchó, “el Gallo”, que los estuvo controlando por la ranura de la puerta se su vivienda, salió a preguntar a “Nides”, a quién investigaban, y ésta con la astucia que la caracterizaba, le dijo:
 Preguntáronme si conocía a Margaride Arrancapinos Manfloríca, ¿sabes quién ye?.
En este momento no caigo―, contestó “el Gallo”
 Recoño, tú que tas en todo y nun pierdes ripio, por qué no saliste; da la cara o es que tienes miedo.
No salí  pa evitar que me interrogaran. A los civiles les tengo cierto respeto, me ponen muy nervioso, y ya sabes que soy propenso a que me hinchen las venas y temo que un día me revienten las varices.
¡A ti …! ―contestó “Nides” ―lo que puede reventate cualquier día sabes lo que ye… el nabo.
En el barrio de la Riestra, entre la casa de “Nides” y la de Villagarcía, de donde parte el camino que conduce a la Roza, existía un «suco» en el que posaban los labradores, para aliviar la fatiga o liar un cigarrillo de picadura, las cargas de fabas, narvaso o segao, que traían a hombros desde la veiga.
 En dicho sitio, casi a diario, descansaban Ramón de Lucía, Ángel de Romano, Andrés de Manolón, Pepe la Roza, etc., hombres dedicados exclusivamente a su casería, en la que trabajaban de estrella a  estrella.
Cuando el que se detenía era Angel de Romano, “Nides, que lo veía desde su casa, haciéndose que hablaba con su marido, aunque éste no estuviera, con sátira y en voz alta decía ―Arturo, hay que hacer por no tener, que el que tiene,  bien se jode.





[1] Bicentenario de la Iglesia Parroquial 1803-2003  “Riberas y sus Gentes”. Edita A. C. Coral Nuestra Señora. 2003
[2] Aguardiente de vino con una graduación alcohólica grande. (Nota del autor)


[3] Café puro con mucho coñac, ron o anís. (Nota del autor)


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