viernes, 8 de junio de 2012

Recuerdos y añoranzas

"La tierra quedaba cubierta de facinas de narvaso , dando la imagen de  campamento indio"
Artículo escrito por Ismael Álvarez Suárez, ex alcalde de Soto del Barco  y publicado en la revista  “Riberas  y sus Gentes” editada en el año 2003 con motivo del bicentenario de la Iglesia [1]

Riberas, bello rincón asturiano, donde la naturaleza fue bondadosa. Verdes prados, hermosos valles y montañas, tus innumerables manantiales y fuentes, la alegría de tus ríos cantarinos, dos muy especialmente: El Trabe y  Ríofuentes.

El Trabe en su recorrido, desde Uxiles, donde nace, pasando por las Rabias, El Bagoño, La Peña y Ucedo, donde se junta al Ríofuentes para formar la Huelga. Las aguas del Trabe ayudaron a que se pusiera en funcionamiento la primera central eléctrica de la comarca, creada para abastecer de energía  a la Llamera de Abajo, barrio pionero este, en que todos sus vecinos contaran con agua potable en sus casas.

El Riofuentes nace en Doñáguila, al que se une un riachuelo que baja desde la Uz y un manantial en Banderas, la fuente de la Barrera y la del Cura. Río curioso por lo silencioso de sus aguas, que rodean parte del cementerio y que transmite la sensación de un homenaje y respeto a los que allí reposan. Y es que nada más alejarse de allí comienza su marcha juguetona y cantarina.

Riberas, pueblo agrícola, forestal, y en otro tiempo, carbonero. Actividades tan florecientes en épocas pasadas, ¿Qué queda de todo aquello?. Queda de todo aquello de lo que la naturaleza le dotó, que no es poco. Pero, a buen seguro que todos añoramos aquellos buenos tiempos, en que Riberas tenía a todos sus hijos en su regazo. Aquellas viejas estampas, dignas de un buen pintor, como la siembra de las patatas, a la hora de la merienda, aquellas parejas de bueyes y vacas, enganchadas al arado, “rumiando” tranquilamente, mientras sus amos y colaboradores daban buena cuenta de una apetitosa tortilla de patata, el vasín de vino y, para terminar, el café.

¡Qué estampas aquellas! En cualquier lugar del pueblo, pero con más impacto en la vega, por ser muchas las parejas que en esos momentos de reposo sólo movían el rabo para espantar las moscas.

¡Como no recordar la época de la recolección de las fabas, desenredándolas de la planta de maíz, por la que trepaban. Burros, caballos y carros, cargados a tope, de tan hermoso, como sabroso manjar, te encontrabas por cualquier lugar del pueblo.

Tierra de fabas en la veiga

¡Cuantas toneladas de fabas salieron de sus tierras! Frutas y hortalizas que se recogían en gran cantidad diariamente. Salían burros con sus canastas cargadas todos los días, la mayoría de ellas para venderse en San Juan de la Arena. La siega y la recogida de la hierba seca, en pleno verano. Y los segadores madrugando para retirarse cuando calentaba el sol. Y, aunque lo que más apetecía era ir a bañarse al río, la obligación mandaba que había que ir a los prados: las mujeres con la pañoleta y el sombrero de paja en la cabeza  y la garabata al hombro; los hombres con la pala y la gorra caída sobre  los ojos; para recogerla y apilarla. Esos días, el paisaje se llenaba de pilas y varas de hierba seca y carros circulando cargados de ella por todas partes, dejando a su paso ese olor tan agradable que desprende cuando está curada.

Cuando la época de recolección del maíz, carros y más carros de panoyas, que apiladas esperaban la hora del esfoyón. . La tierra después quedaba cubierta de facinas de narvaso (lo que queda después de retirarle la panoya), dando la imagen de  campamento indio, por la forma que tenían. Llegada la hora del esfoyón (solía ser al anochecer y duraba hasta altas horas de la madrugada), se deshojaban las panoyas, dejando las hojas necesarias, para luego, con la ayuda de las “pertigas o blimbas” (las que se usan para hacer cestería), hacer las riestras, que luego se colgaba del hórreo o panera para que madurara el maíz
Riestras de maiz colgadas en un horreo de Ucedo
Después de terminar esta tarea, los mozos y mozas, sentados alrededor de la hoja que se había quitado a las panoyas, procedían al juego de la suela, que consistía en pasársela por debajo de las  piernas sin que el que estaba en el centro del corro la pudiera coger. Algo muy difícil, ya que la hoja que tapaba las piernas de los jugadores y jugadoras le impedía verla. El jugador del centro y el que al lado tenía una rapaza de su agrado, trataba de ver la posibilidad que tenía, al correr la suela, de tocar en … zona prohibida, entre bromas y risas. Y así, de esta alegre manera, transcurría el juego.

El esfollon (Foto del  album "Las Bellezas de Asturias" de 1933)
A los pocos días del esfoyón, Riberas gozaba del colorido de las riestras de maíz, un amarillo dorado, lo que daba al pueblo aún más color, si cabe.

Pueblo ganadero, lo que quedó patente en la portada de la Voz de Avilés, en donde aparecía la foto de la Pichona, vaca propiedad de  Manolo “El Caseiro”. Este magnífico ejemplar salió en la prensa al ser vendido un lunes en el marcado de ganado de Carbayedo (Avilés), en una cantidad por aquel entonces desorbitada para los precios que se manejaban en el mercado: 52.000 reales (13.00 pesestas), lo que demuestra la calidad de la ganadería que había por aquel entonces en Riberas.

Esta vaca había nacido en Riberas. Su madre La Linda y su abuela La Pinta, de la que era su fiel retrato. Todas ellas reunían las características de Asturiana de Los valles, sólo les diferenciaba el color. La magnífica cabaña ganadera que aquí había, se la tropezaba uno en cualquier calea o camino del lugar.

"Esos días, el paisaje se llenaba de pilas y varas de hierba seca"
(Varas de hierba en la Campa)
La mayor parte del pueblo es forestal. De sus montes salieron año tras año y siguen saliendo, cantidad de toneladas de madera. la mayor saca de madera salió cuando se taló el Pinalón, varias hectáreas de grandes y viejos robles y castaños. Castaños que en la posguerra sirvieron, con sus castañas, para alimentar a medio Concejo.

La corta de ésta madera nos privó durante dos años de nuestro campo de juego, en el Campón, frente a la iglesia, donde le dábamos patadas a una pelota de trapo y rompíamos las alpargatas “argentinas”.

Día a día basculaban allí, ante nuestra triste mirada, carros y carros de madera. Piezas que ocupaban, una sola de ellas, todo el carro, arrastrado por bueyes. Piquero, Navarro. Alegre, …, guiados por Taro y Pepe Carola.

La mayoría del pueblo, se ocupaba de todas estas faenas, que eran la base de su riqueza. Pueblo alegre como ninguno, la gente cantaba, cuando iba al molín, las mujeres, lavando en el río o en los lavaderos, los que lindiaban las vacas … Así, cuando uno pasaba por delante de un bar ―entonces había varios, ahora sólo queda uno― era raro que, en alguno de ellos, no hubiera alguien cantando. Cantaba todo el mundo, era como el lazo de unión entre los vecinos.

Ejemplo de ello eran las procesiones de Semana Santa. Multitudinarias. Todos cantaban. Y no digamos cuando el Vía Cruces, que ibas desde la Iglesia a la Plana, y vuelta a la misma. Todas aquellas estaciones del Vía Cruces estaban engalanadas y algunas con sobresaliente, como era la que ponían en la Riestra, delante de casa Pesana

Todo el mundo como una sola voz cantaba: “… otra vez el Señor de los cielos, volvió fatigado, el suelo besar…”, o cuando vino la Virgen de Fátima : “… el trece de mayo en Cova de Iría …” Y cuando, en su gira por Asturias, nos visitó La Santina. Aquello fue locura colectiva. La gente cantaba, lloraba, gritaba, reía. Fue algo tan impresionante que quienes vivimos aquellas fechas, no podremos borrarlas jamás de nuestra memoria. Así era Riberas en lo referente a lo católico. Y no menos en lo profano, pues sus fiestas, las de la Patrona, Nuestra Señora, o su Patrón San Blas, estas últimas el 3 de febrero, llenaban los salones de Casa Socorro y Casa Sama hasta reventar.

La carretera entre ambas casas era un tropel de gente, que acudían, unos a pedirle al Santo que les curara la garganta, otros  a por bollinas, y al caer la tarde, al baile.

Tomasín el de Telva, en el centro con Campin (izda) y Mon de Gerarda (dcha)
En un pueblo donde la canción era tan popular sobresalía un niño que cantaba como los ángeles. Sus canciones “Madre cuando voy por leña”, “La Virgen de Covadonga”, “Carretera de Aviles”… o cualquier otra canción seguro que le hubieran hecho ganador de los, ahora tan de moda,  concursos de canción infantiles. Cantaba en cualquier lugar y en cualquier momento. Tal era así, que una vez estaba en el campanario de la iglesia “tocando a muerto”, pues había un entierro y, como siempre, estaba cantando y yo, desde abajo, gritándole: “Tomasín, calla, que te van a oír, que está llegando el entierro”

Tomasín el de Telva” (Tomás Martínez Valle), no podía ser otro. Era algo inigualable. Hoy desde ese coro angelical, del cual, a buen seguro, formarás parte, te recordamos aquellos que contigo jugábamos a la pelota y disfrutábamos tus canciones.

Riberas recibió con los brazos abiertos a todos aquellos que llegaron desde distintas partes de España, con motivo de las obras del canal que lleva el agua del Narcea a Avilés. Para todos ellos hubo el mismo trato que para los de aquí, algo a lo que se hicieron merecedores por su comportamiento.

De todos los que llegaron de fuera de nuestra región, sobresalió uno que por su gracia y simpatía se incrustó en el pueblo como una lapa: Antonio el Andaluz. El se consideraba un ribereño más y así lo hacía constar siempre y en cualquier lugar.

De aquél riberas, superpoblado, hoy sólo queda el recuerdo. Ahora sus buenas gentes son más silenciosas. Quizás más por el nuevo sistema de vida que por la añoranza del pasado. Pero lo que a buen seguro echan en falta es aquella sana alegría que había por todos los rincones del pueblo.

Las tertulias en cada barrio, las partidas a la brisca, al tute o al julepe … que diariamente, al  caer la tarde y terminar la faena, había en los bares. La llegada de la gran industria a la comarca, fue haciendo que los ribereños, poco a poco, fueran fijando su residencia lo más cerca posible del lugar de trabajo , y  el pueblo fue perdiendo población. Hoy pueden verse casas cerradas, fincas abandonadas … algo impensable años atrás.

Había dos líneas regulares de viajeros y el tren y más tarde  la cooperativa Nuestra Señora del Valle. Ésta nació motivada por los horarios existentes en el transporte público: había un solo autobús por la mañana y otro por la tarde. En Ensidesa todavía no había turnos. Había dos jornadas , una de ocho horas y otra de doce. Los que entraban a trabajar a las 9 de la mañana, tenían que ir con los que entraban a las 8 y perdían una hora en Aviles. 

A la izda. Ismael, el autor del artículo, a la dcha Tolo
En el Dakar, donde algunos íbamos a tomar el café y pasar el tiempo, acordamos iniciar los trámites para crear una  cooperativa, y allí redactamos los estatutos. La primera reunión fue en Pravia y a ella sólo acudieron seis personas, lo que nos dejó algo desilusionados. Al domingo siguiente nos reunimos en el Clarin, en Soto, y acudieron veintisiete, lo que nos levantó un poco los ánimos. Así, domingo tras domingo, fuimos trazando el plan para su funcionamiento.

Lo que más tiempo nos llevó fue buscarle nombre, ya que mientras  que los de Pravia proponía el Cristo o Vigen del Valle, los de Soto proponían  San Pedro y los de Riberas Nuestra Señora. Se llegó a un primer acuerdo: El nombre debía de ser femenino, con lo que solo quedaban dos: Virgen del Valle y Nuestra Señora. Finalmente se optó por una solución salomónica: “Nuestra Señora del Valle”

Lo curioso es que la mayoría de los que iniciamos su creación, nunca hicimos uso de ella, dado que al ser el número justo y haber algunas deserciones ― se decía que, como premio, viajaban gratis en las líneas regulares―, tardó unos años en funcionar. Cuando empezaron los turnos en Ensidesa muchos ya habíamos ingresado en la moda del 600.

Con la llegada de la gran industria, también desapareció algo muy emblemático y que significó mucho para este pueblo; algo que en tiempos difíciles, sirvió para que se ganara el pan mucha gente. Eran considerados como la clase social más baja (quién esto escribe, se siente orgulloso de haber pertenecido a ella desde los 14 a los 17 años, compaginando el trabajo de día con las clases nocturnas), eran los carboneros del Nalón.

Carboneros del Nalón.
De pie, con boina, Siso "el barbero"
A los carboneros del Nalón, su trabajo diario, dada su dureza, les forjaba una gran personalidad y una enorme humanidad, que quedó bien reflejada en todos aquellos puestos que desempeñaron después de dejar el río.

Carbonero del Nalón,
esclavo del negro río
que no logró dominarte
ni con riadas ni con frío.

Sin protestar y sin paro
trabajando sin descanso
para ganar a diario
el pan para su rebaño.

Persona de gran talante
portadora de gran tesoro,
el humanismo a raudales
que es valor incalculable.

Duro como la roca
a la fatiga indomable,
sufridor impenitente
por el bienestar de su gente.

Hoy miras con gran cariño
el río que renegaste,
pues valoras con aprecio
la escuela en que te formaste.

Hay nostalgia en tu mirada
cuando miras al Nalón,
el río de tus amores,
y el recuerdo del carbón.

Ni incontables mojaduras
ni tirones a “asgaya”
frenaban tu faena
pues era tu meta obligada.

Carboneros que faenasteis
en aquellas negra aguas,
forjadores de leyenda
que es historia del Concejo.

Carboneros que os fuisteis
de este mundo inhumano,
a ninguno olvidaremos
y con cariño os recordamos


[1] Bicentenario de la Iglesia Parroquial 1803-2003  “Riberas y sus Gentes”. Edita A. C. Coral Nuestra Señora. 2003

4 comentarios:

  1. Precioso relato, que historias tan guapas y entretenidas,¡¡ como me gusta ser de Riberas!! el pueblo mas lindo del mundo.

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  2. Ada la de Maria josefa y el ferrador23 de junio de 2012, 20:10

    Que maravilla de pagina.Acabo de enterame de que axiste y estoy disfrutando con todo. Sois unos artistas.Gracias a los que haceis posible que todos los de Riberas nos sintamos orgullosos de haber nacido aqui.Un abrazo.

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  3. A quien desee leer añoranzas:

    Hoy escribo esta sencilla carta, a tenor de lo leído en ésta página y referente a Angelín de la Vilia....por lo que me gustaría dedicar unas palabras a una GRAN MUJER, su madre, JOSEFA “LA VILIA” (madre de Angelín y José Manuel de La Vilía). Que deben ese apodo a haber vivido en la Vilia, una casa cerca de la Quintanona.

    Tengo un entrañable recuerdo de esa GRAN MUJER vestida de negro “JOSEFA” que administraba una tienda en el barrio de La Plana (hoy Casa Casimiro), allí era donde se “tejían y cocían” miles de tópicos del pueblo de Riberas. Allí era donde los niños de los 60 nos reuníamos entorno a JOSEFA, que siempre, siempre tenía una atención (caramelos) ó una sonrisa con nosotros ó simplemente te pasaba la mano por encima de la cabeza y nos libraba de mas de un cachetazo de nuestros padres.

    Conocía su oficio muy bien y te abría la puerta de día, de noche y los domingos y le importaba un rábano el $ y de eso, algunas familias de Riberas lo saben bien. Impidió mucha hambre y fió muchos alimentos que en aquellos tiempos no se podía pagar hasta el día de cobro en Ensidesa, el carbón del río, la madera…. cuando se cobraba. La libreta de deudas era frecuente y en ocasiones “se perdía”, pero JOSEFA no se enfadaba.

    JOSEFA nunca tenía prisa en cobrar. Recuerdo a una familia hastiada de tanta pobreza que se fueron a trabajar a Bélgica (emigración), debiendo importantes cantidades de alimentos a JOSEFA; pasados los años esa familia vino a Riberas y abono la deuda con JOSEFA.

    JOSEFA era el banco de alimentos de muchas familias (no como los de ahora) sino al contrario y de ello, reitero se beneficiaron muchas familias. Nunca le vías poner mala cara, JOSEFA no reclamaba lo adeudado, sabía muy bien lo que “se cocinaba” en cada familia.

    Muchos de aquellos niños de los 60, hemos aprendido que la distancia hace mas fuertes nuestros lazos, con aquellas personas que nos trataron bien. Que pena que solo aprendemos a valorar a las personas importantes cuando sentimos su ausencia.

    GRACIAS JOSEFA, por abrirnos la puerta de noche, los días de fiesta y salvarnos de infierno por haber perdido el dichoso catecismo, haberse roto el pizarrín ó perdido la goma de borrar.

    GRACIAS JOSEFA, por compartir nuestras alegrías y nuestras tristezas, transmitiendo esas palabras de fortaleza, tranquilidad y la certeza de que todo esta bien. También por aceptar a los demás sin mirarles la cartera.

    GRACIAS JOSEFA, por aconsejarnos y poner el hombro, por no llenarnos de palabras huecas, por enseñarnos a ver con una sonrisa, en cada mirada, en cada palabra y el cariño implícito en cada una de ellas.

    Mucho se podría escribir (se acabaría la tinta) de esa GRAN MUJER, que la veíamos desde abajo, (desfigurada por nuestra edad), pero ENORME y con palabras chillonas… pero con cierto terciopelo en el tono que no podía ocultar que se estaba riendo a carcajadas. En ese momento, te daba 3 pastillas de espabilina.

    ¿Os extraña los valores humanos que trasmite Angelín “El de La Vilía” a través de su arte?.

    Desde L´rena, Luis Miguel - 22 de Junio/2012

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  4. Ohhhh no sabía que mi padre había escrito esto...calladito se lo tenía. El mejor hombre del mundo, un 10. Puedo afirmar que vive enamorado de Riberas. Gracias por el blog, un beso!

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