miércoles, 22 de enero de 2014

Algunos apuntes históricos de Riberas

(Texto e ilustraciones: Carlos Rodríguez -Navia)

PRÓLOGO


En la Historia de Asturias,  en la época de la Edad Media  y concretamente en esta zona praviana,  no parece conocerse mucho sobre mujeres que hubiesen destacado por su personalidad poderío o méritos, salvo Adosinda la esposa del rey Silo que vivió y murió en Santianes en la mitad del siglo VIII y que desarrolló una gran labor para llevar al trono a su sobrino Alfonso VIII, que fue quien trasladó la corte a Oviedo.

Sin embargo,  tiempo después en el siglo XI y en las proximidades de Riberas, vivió una significativa dama llamada Doña Palla, vecina, dueña y señora de nuestros espacios, en los que desplegó poder y  autoridad, con un sentido de la justicia muy poco habitual en esa época y a la cual, no algunos historiadores dedicaron su tiempo y conocimiento para desvelar su influencia e intervención histórica y que si bien en su tiempo fue destacada, conocida, admirada y hasta temida, en la actualidad, a nivel popular, tal nombre solo parece ser reconocido como un pequeño enclave, quizás rodeado de algunos cuentos y mitos alteradas por el paso de los tiempos.
Un ilustre compatriota ribereño  nacido en el Palacio de La Bouza en el año 1818, Don  Antonio Juan de Bances y Valdés, entre sus  muy diversos estudios y trabajos, escribió Noticias históricas del Concejo de Pravia, en donde, aparte de unas interesantes y minuciosas  descripciones de la zona, hace  múltiples y diversas alusiones al lugar en donde residió Doña Palla y alguno de sus descendientes, detallando incluso algunos sepulcros, escudos, etc. relativos a su familia, además de haberse encontrado y relacionado algunos utensilios domésticos, armas y monedas de diferentes épocas, aunque actualmente queden pocos restos y muy malogrados, por excavaciones descontroladas y por  furtivos buscadores de objetos que le pudieran proporcionar algún  beneficio, ignorando que podían tener mas valor histórico que económico, en parte justificado, dado  el negligente y secular abandono y olvido a que estuvo sometido durante años, solamente rodeado de imprecisas y olvidadas ficciones. Sobre los más recientes ayalgueros de estos parajes, hay una clara e interesante reseña en una de las últimas publicaciones de El Trichorio. de  20 Enero-2012.
Modestamente, solo como ribereño y a título de satisfacer mi curiosidad sobre algunos cuentos oídos en mi niñez, he intentado recopilar algunos retales de historias mas o menos fidedignas que han llegado a mi conocimiento, aparte de consultar y entresacar datos de diversos escritos, documentos y artículos (tengan o no confirmación histórica), hasta llegar a situarlos y acomodarlos lo mas cerca posible de las  circunstancias y posición histórica de Doña Palla, ya que  al haber sido  señora, dueña y vecina, de estas tierras, no solo le dio nombre, fama y prestigio a donde tuvo su palacio, si no que además fue la iniciadora de una estirpe que llevó honrosamente su sobrenombre hasta que por posteriores matrimonios y uniones con otras familias, fue quedando relegado por otros apellidos principales.
Quede clara constancia de que no pretendo hacer descubrimiento ni afirmación irrefutable alguna, esperando mas bien al contrario, que estas personales exposiciones puedan suscitar el interés y participación de  otras personas seguramente mas informadas y preparadas  que puedan corregirlas o ampliarlas, ya que mi único y sencillo  propósito es el de intentar mostrar, con algo de imaginación, el ambiente  que pudo haber  en nuestro concejo en la Edad Media  para  comprender mejor el contexto en el que se desarrolló la vida de Doña Palla, para lo cual y a falta de mayores detalles, conviene contemplar brevemente algo sobre quienes, cuando y como ocuparon estas tierras en anteriores etapas históricas y su posterior influencia en el carácter y cualidad de los autóctonos.


 LA PREHISTORIA                                               

     En el periodo del paleolítico superior, hace algo mas de 10.000 años, cuando ya estaba prácticamente terminándose la última glaciación y se estaban suavizando las temperaturas, algunos grupos nómadas del  homo sapiens llegaron a establecerse por estos lugares, albergándose en grutas y cavernas, como la cercana y famosa cueva de San Román de Candamo, en cuyas paredes interiores  dejaron claro testimonio gráfico de  su viablemente larga estancia. En estos habitáculos solían tener áreas diferenciadas, bien para mantener el fuego, desollar animales o elaborar arcos, flechas, cajas y cuchillos con madera, huesos y  piedra pulida, empleando también  cráneos, cuernos y vasijas de barro para  los alimentos. También curtían pieles para abrigarse  y trenzaban hojas y ramas, para  no dormir directamente sobre el húmedo y frío suelo.
   Estos pequeños componentes familiares, no solían exceder de unas 15 o 20 personas y aunque posiblemente su  lenguaje aún fuera bastante limitado, con oraciones cortas y abundancia de gestos y gruñidos, la máxima autoridad  indiscutiblemente era  la del macho mas fuerte y mas hábil, quien además tenía la prioridad de  elegir la mejor parte del alimento, las hembras para copular y tomar la decisión de  rechazar a cualquier miembro del grupo.                               
    Posteriormente y sobre todo en las épocas estivales, se fueron mudando a zonas mas bajas cerca de manantiales, ríos y arbolado abundante, formando  unos primarios   poblados de  pequeñas  chozas de forma circular, con una parte  baja de piedras, huesos y madera,  rodeados de empalizadas para protegerse de los animales peligrosos, puesto que había abundancia de osos, corzos y jabalíes, que eran cazados generalmente en pequeños grupos, empleando  toscas lanzas, hondas, boleadores, arcos con  flechas y que además de pescar  peces con palos afilados y redes  hechas con juncos trenzados,  ya sabían mantener elementales cultivos de cereales y plantas  nutritivas  además de tener pequeños corrales   para ovejas y cabras y  así disponer de  carne, leche y  lana, con lo cual, si bien su alimentación era limitada, les proporcionaba la energía suficiente para sobrevivir en un ambiente aún bastante agresivo y en donde su edad de supervivencia, no solía superar los 25-30 años.       
           Hasta el siglo IX a.c.  no se sabe mucho mas de esos habitantes, solo que en este tiempo hubo diversos desembarcos por casi toda la zona Norte de gentes extranjeras, principalmente de Bretaña e Irlanda, quienes ejercieron bastante influencia sobre las gentes de estos lugares, formándose clanes de celtas de origen indoeuropeo, decididamente sedentarios y agrupados en castros con pequeñas construcciones de piedra,  generalmente  situados en promontorios próximos a donde hubiera agua y caza y poder producir cultivos. A partir el siglo IV a.C. esta zona la  lo ocuparon  los ligures y  parece ser que, con la unión y mezcla  de estas  etnias, se formaron los primeros asturianos.

LOS ROMANOS 

Cuando a principios de nuestra era, prácticamente  toda Hispania ya era romana y ocuparon parte de la astura transmontana,  encontraron establecidas algunas familias y tribus de paésicos o pésigos,  esencialmente agrupados  entre   el Navia y el Nalón, además de los lugones  al otro lado del Nalón hasta el Sella y los valdenienses en la zona de los picos de Europa.
Entre el Eo y el Navia, lo habitaban los Galaicos y concretamente en el castro de Coaña los albiones.  Los pésigos, fueron pequeñas tribus de transmontanos de origen celtibérico  algo dispersadas, formadas por  gentes pacíficas y sencillas, fundamentalmente dedicadas al pastoreo y a la caza, laborando la tierra con  un sistema primario, escasas herramientas de madera endurecida al fuego y muy poco conocimiento de las  mejores épocas de siembra o recolección de los pocos productos que cultivaban.
Realmente, los romanos, al menos en esta zona, no realizaron una invasión militar si no que mas bien fue  una ocupación provechosa para beneficiarse de los recursos naturales que se encontraron, haciendo de  Flavium Avia (Pravia) un importante y estratégico enclave comercial con unas buenas comunicaciones terrestres por el Camino Real que venía de La Cabruñana pasando por Cornellana y seguía después cerca de la costa, disponiendo de un almacén de sal o alfolí y  un buen embarcadero para la exportación del oro, del oro y otros mineras que sacaban de las minas, puesto  que el río Nalón en aquellos tiempos tenía mucha mas anchura y calado y era prácticamente navegable hasta el entronque del Narcea, pero primordialmente se dedicaron  a explotar las minas y yacimientos de oro, cobre, hierro y otros metales que había por las cercanas minas, al tiempo que enseñaron nuevos tipos de labranza con la aportación de técnicas, ideas y diferentes aperos, como la azada, la hoz, la guadaña y sobre todo el arado con reja de hierro, al que se le fue adaptando el tiro animal herrado.                                                                                  
Enseñaron como conservar carnes y pescados por medio de la salazón y establecieron el ordenamiento de las épocas de laboreo, siembra y recolección, guardando las cosechas para protegerlos de la humedad y los roedores  en construcciones elevadas de madera que posteriormente se convertirían en  hórreos  (granarium sublima). Normalmente eran apasionados bebedores de vino y  ya en estos tiempos se empezaron a elaborar las barricas o cubas en madera, de castaño, haya o fresno para conservarlo mejor, sustituyendo a las antiguas ánforas de barro, mucho mas frágiles y de menor capacidad para el transporte,  pero también  se fueron aficionando al consumo de la sidra (sicera), bebida ya obtenida por los celtas, impulsando  con ello la  plantación de manzanos.
Aunque protegieron e hicieron uso del caballo asturcón, tanto para sus desplazamientos como para las labores del campo, los romanos habían ido marginando a  pastores y ganaderos por el temor a que sus animales  destruyeran las cosechas, por lo cual algunos de estos se fueron separando de los pequeños núcleos rurales, cobijándose en  valles y cumbres bastante alejadas y  aislándose prácticamente de cualquier relación con  el resto de la comarca, estando incluso buscados para reclamarles contribuciones y tributos, siendo posiblemente unos  precursores de los vaqueiros de  alzada.
Durante  algo más de cinco siglos, los romanos construyeron muros, calzadas, puentes, como las que quedan en Bances y  los Cabos,  en donde también se encontró una estela, o el puente de Agones, además de fortalezas y guarniciones con la piedra de las diversas  y próximas canteras, empleando mano de obra de esclavos o de rebeldes  que no se adaptaban a sus proyectos. Levantaron atalayas y torres vigías  en  puntos estratégicos  y dominantes para el control y  vigilancia costera, casi siempre realizadas sobre restos de antiguos castros celtas, como en lo alto del Mirabeche y en la orilla derecha de la desembocadura del Nalón, donde  posteriormente  seria construido  el denominado Castillo de San Martín o de las Arenas. Algunos potentados y  familias de patricios, (clase  privilegiada, superior a los plebeyos) construyeron  diversas villas,  residencias y mansiones en Ponte, Riberas, Muros, Santianes, como la de la Magdalena de la Llera, etc., de todo lo cual  prácticamente no queda resto alguno.
 Introdujeron el cristianismo, religión que habían adoptado como oficial en el año 380, e implantaron el latín, que  en Asturias  fue asimilándose  muy lentamente puesto que por las zonas rurales se hablaba un dialecto asturleonés, posiblemente de origen celta, que era transmitido de padres a hijos como lengua propia.
No se puede negar la gran ascendiente que tuvo la cultura romana en la sociedad hispana y muchas de sus mejores  cualidades y costumbres aun perduran, como el Derecho  Romano, la filosofía, el arte, etc., como también fue importante el uso y circulación de monedas que  inicialmente se emplearon para el pago de impuestos, soldadas de la tropa, compras de mercancías  y otras transacciones importantes.
En el siglo IV heterogéneos grupos germánicos de  suevos,  alanos y  vándalos, que ya habían ido acuciando a los romanos por Europa, penetraron en Hispania desmembrado sus rutas y fronteras y ocupando la Lusitania, Galicia y la zona oeste de Asturias.
Con el Imperio muy corrompido, el extenso ejército totalmente indisciplinado y la muerte del emperador Rómulo Augusto, que  había perdido toda su autoridad,  se produce la caída del Imperio Romano en el año 476, fecha que  históricamente  es considerada como la entrada en la Edad Media


LOS VISIGODOS
                                                         
Los visigodos eran otros grupos bárbaros de origen germánico que  anteriormente también habían asaltado la Galia, pero fueron rechazados y  empujados por los francos hacia los   Pirineos, entrando después en la península, ocupando el norte y   parte del centro, desalojando a los  suevos y estableciendo su capital en Toledo. Esto ocurría a principios del siglo V.
Estos invasores  respetaron  la cultura y costumbres de los pueblos de estas tierras incluso las divisiones territoriales de los romanos, no prestando una excesiva atención a estos lejanos lugares, posiblemente mas preocupados por sus problemas internos, ya que consideraban a sus habitantes como poco civilizados y casi salvajes, aunque instituyendo los principios del régimen feudal con el cual los campesinos y agricultores  dejaron de ser esclavos y pasaron a la condición de siervos, protegiendo  y fomentando solamente la agricultura y la ganadería en los núcleos de  sencillos colonos y el intercambio de productos entre pequeños mercados de los pueblos inmediatos, pero sin contribuir casi a nada destacable, manteniendo en muchos aspectos el perfil romano. Eran  cultos y disciplinados,  con una monarquía y un sentido castrense  muy arraigado, pero por la zona norte, coexistía una soterrada diferencia y enfrentamiento entre los visigodos  de Eurico y los  hispano romanos de Alarico,  que  originó diversas conspiraciones internas, aunque no pareció afectar al temperamento  habitual de los habitantes de Asturias y menos aún a la población campesina de  esta tranquila y aislada parte de Asturias, aunque algunos aseguran que gran parte de nuestro orgullo y firmeza, tiene una clara influencia visigoda.  
Practicaban el arrianismo y aunque una vez convertido Recaredo en el año 589 las mayorías se fueron pasando al cristianismo, algunos personajes seguían con sus ideas, aún siendo consideradas como herejías. Construyeron algunas capillas, iglesias y basílicas, de tamaño reducido, casi todas  prácticamente desaparecidas por el paso del tiempo y las demoliciones  de los moros, aunque posteriormente se levantaron nuevas construcciones cristianas ya en la época de Ramiro I, como Santa Maria del Naranco, San Miguel de Lillo Santa Cristina de Lena, etc.
Los artesanos visigodos fomentaron una orfebrería muy particular con  abundancia de oro y pedrería. La Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria, emblemas heráldicos asturianos por antonomasia, tienen claras influencias visigóticas en su diseño y composición. Acuñaron  y pusieron en circulación monedas de oro siguiendo los mismos patrones romanos, aunque en las aldeas y pueblos se seguía  practicando el trueque de  mercancías.
La batalla de Guadalete, en Julio de 711, fue el final del periodo godo en toda la península, huyendo algunos  hacia Francia o fusionándose otros  discretamente con la población del norte. En esta batalla, participó Pelayo, entonces escudero de Don Rodrigo.
 LA OCUPACION MUSULMANA 
A principios del  año 711, los  musulmanes, beréberes o árabes,  habían penetrado  fácilmente por Tarifa, casi sin la oposición de los habitantes de Hispania,  conquistando toda la península ibérica con gran rapidez, pues incluso contaron con la nada oculta colaboración de la abundante población judía, que no estaba muy conforme con el trato recibido de los  visigodos.
Aunque entre nosotros conjeturamos y decimos que en Asturias no llegaron nunca a establecerse los moros, realmente hicieron diversas incursiones  y asaltos a estas tierras,  pero no fueron consideradas por ellos como parte perteneciente al-Andalus.  En una de esas correrías, Muza entro por el Puerto de Tarna en el año 712, conquistando Lugo de Llanera y posteriormente Gijón, dejando a Munuza (Otman ben  Neza) como gobernador, quien fue dominando a los habitantes del  territorio ocupado,  llegando a tener pactos o acuerdos con diversas familias, quienes a cambio de que les respetaran sus vidas, tierras y creencias, deberían pagar diversos tipos de tributo e impuestos, ya que como estas gentes no disponían de ejércitos organizados, tenían que doblegarse y someterse  a estos mandatos, aunque diversas formaciones de jóvenes insurrectos que se negaban a agachar la cabeza a los invasores, realizaban labores de hostigamiento con frecuentes incursiones entre los campamentos musulmanes o asaltando a los recaudadores  por desfiladeros en donde no podían ser perseguidos,  escondiéndose después en cuevas o quebradas de difícil acceso para los desconocedores del terreno.
Aparte de esas escasas ocupaciones por la zona oriental y a pesar del gran dominio y contribución de su gran riqueza cultural y la influencia en las costumbres e incluso en  la preponderancia religiosa en prácticamente toda la península,  parece que no llegaron a sentirse cómodos ni a  asentarse por nuestra comarca, como tampoco  se evidencian  demasiadas huellas sensibles de su casi efímero paso, ni tan siquiera como para fomentar las actividades agrarias, (que en otras regiones demostraron ser grandes expertos), quizás  por el carácter y  las dificultades de acatamiento de las gentes y posiblemente también  por no estar habituados a realizar  cultivos en tierras donde  mas bien había un exceso de agua.
Durante la larga ocupación de estos invasores en prácticamente toda la península  con el lógico y forzado roce verbal del pueblo cristiano con ellos, se fue  produciendo una cierta descomposición del latín,  entremezclándose  multitudinarias  palabras árabes  que se fueron incorporando y adaptando a la lengua ibero romance, con las disparidades de cada región y aunque en Asturias estuvieron menos tiempo, también se quedaron formando parte de nuestro lenguaje, algunas vocablos derivadas del árabe como abondo, celemín, alfalfa, aceña, bañal, galvana, atalaya, etc. 
En el aspecto religioso, aun fue menor la influencia del Islam en un  pueblo en el que ya  parecían estar enraizadas las propias creencias, pero no obstante, algunos líderes mas ortodoxos con su religión pretendieron prohibir el consumo  del vino y la sidra, por considerarlas bebidas alcohólicas, aunque la reacción popular fue de una absoluta ignorancia, puesto que generalmente la sidra se elaboraba en casi todos los caseríos.
Con muy escasa convicción histórica, han quedado algunas  narraciones sobre raptos, enamoramientos y pasiones de algunos personajes moros con cristianas, como puede ser alguna de las versiones  del conocido caso de Munuza con la hermana de Pelayo  o la leyenda sobre el Rey Mauregato (moro gacho), hijo bastardo de Alfonso I y una cautiva mora, del que se dice  fue el que instituyó el tributo de las 100 doncellas, capturadas por estos alrededores, para mantener la armonía con los árabes..
Menos creíble pero interesante, es la narración sobre un oficial praviano que antes de mantener con sus tropas una contienda contra los sarracenos, tuvo una especie de premonición al ver unos cuervos volando sobre la otra orilla del Nalón, lo cual le valió para obtener una estratégica victoria y conseguir después, por designación real y como premio, el  incorporar seis cuervos al escudo de Pravia.
Con el enfrentamiento con los astures y su derrota  en Covadonga en el año 722, en lo que posteriormente fue mas o menos equívocamente  denominada como La Reconquista, el  Islam fue retrocediendo muy paulatinamente, hasta que en tiempos de los Reyes Católicos,  con la rendición de Granada en 1492, acabó su dominio.

EL  AMBIENTE SOCIAL  EN LA ÉPOCA DE DOÑA PALLA.

En el siglo XI, reinando Alfonso V de León y con la institución  monárquica confirmada,  la vida medieval por esta comarca praviana y por otras similares era muy limitada y casi todo estaba determinado por las desiguales funciones de las distintas categorías sociales,
La Iglesia monopolizaba y aplicaba las normas de vida “según los postulados impuestos por Dios”, que marcaban las tres funciones de los seres humanos: combatir, orar y trabajar, (bellatores, oratores et laboratores) con lo cual la sociedad quedaba distribuida entre la aristocracia militar formada por nobles y caballeros, los eclesiásticos y gestores de oración y  normas morales y el campesinado, dedicado a las labores de la tierra. Realmente era una estructura en la que era  muy difícil salirse del ámbito social en el que se había nacido, puesto que dicho de otra manera y con gran certidumbre, el que nacía pobre, solía morir pobre. Hacia ya más  de cien años que  había pasado una época conflictiva por la llegada del nuevo milenio anunciando el fin del mundo llena de miedos, predicciones de plagas y catástrofes, pero salvo los periodos de guerras declaradas o de enfrentamientos entre familias, en general se gozaba de una cierta paz social, mas bien basada en la resignación del pueblo que vivía totalmente ajeno a los problemas políticos. 

El poder supremo

Como máxima autoridad y respeto estaba el Rey, señor de señores, con absoluto dominio y poder sobre toda su territorio y sus súbditos. Desde Alfonso II, se quedó establecida la continuación de la monarquía astur-leonesa  por línea de  varonía,  es decir, normalmente hereditaria de padres a hijos ya que se había acabado la  influencia visigoda en la que los reyes eran elegidos por las castas nobles. 
El rey tenía la facultad final de poder revocar, confirmar o ampliar todas aquellas condenas que los señores feudales le pudieran presentar, teniendo también el pleno derecho del indulto. En la mujer de clase alta, era  criterio instituido e incuestionable el que al llegar a edad juvenil, fuera casada con el hijo de  algún otro noble poderoso, por puras razones de conveniencia territorial o de compromiso político, por lo cual y por normas  de dignidad y prestigio,  la elección de una reina debería pasar por la observancia y comprobación  de  distintas condiciones, entre los cuales el amor no constituía una exigencia, puesto que el mayor parte de los casos, no había concurrido ni tan siquiera un previo conocimiento personal. El mantenimiento de su virginidad hasta el matrimonio, era condición absoluta para su celebración, debiendo ser comprobada y certificada por matronas y actuarios. La ceremonia nupcial solía ser un acontecimiento muy celebrado,  con la asistencia de numerosos e importantes príncipes, señores y dignidades  eclesiásticas, en la que el pueblo era un espectador mas o menos entusiasmado por las  ilusiones y promesas de que tal enlace supondría grandes beneficios para la corona y el reino, pero una vez casada, la reina no tenía  casi mas participación real que mostrar su presencia al lado del rey en los mas importantes eventos, como recepciones, bailes y conciertos y disponiendo de doncellas y camareras  solamente se dedicaba a organizar y controlar el orden interno, la alimentación  y  el servicio, pero  era de la  mayor gran importancia el ser madre a la mayor brevedad y que su primer hijo fuera un fuerte y sano varón.
Habitualmente llevaba largos vestidos de colores brillantes y amplias mangas, usando telas gruesas y pieles en invierno y en sus largas horas de soledad, acostumbraba a bordar y cultivar la música con  algún instrumento, como el laúd e incluso el arpa, leía poesía y libros de oraciones, pues su vida estaba muy controlada y condicionada por confesores y monjes, con una intolerancia implacable de sus posibles tentaciones. Sus sencillos juegos eran el diábolo, el aro o las tabas y las más cultas practicaban el juego del ajedrez y con escasa frecuencia celebraban

 Los reyes generalmente vivían en la capital del reino, en un palacio con amplios aposentos y salones  para celebración de grandes actos y una serie de dependencias para invitados junto a otros espacios para disponer prontamente de  capellanes, asesores, secretarios y escribanos, además de la servidumbre, mayordomos, criados y cocineros. En edificaciones anexas  estaban los oficiales, guardias, soldados y las caballerizas y en los sótanos  las mazmorras con  sus carceleros y torturadores..
 Como en todos los reinos, alrededor de la corte, pululaban numerosos  personajes a la búsqueda de audiencias, favores reales o simplemente para hacerse ver y mostrar su respeto y pleitesía. Los obispos y prelados, favorablemente elegidos y  nombrados  por el rey con la casi segura aprobación de Roma, también merodeaban por el palacio para conseguir subvenciones de templos y monasterios, a cambio de conceder cómodas bulas e indulgencias a  la corona, absolviendo sus ostensibles pecados.

La nobleza y la iglesia

Después del rey, en cuanto a nivel social, mando y poder estaba la alta nobleza, popularmente denominados como “los señores”, encabezada por  duques y condes, titulación hereditaria  refrendada o concedida a aquellos que, bien por su sangre o linaje o bien por los merecimientos al haber realizado algún favor a la corona, eran dignos de ostentar esta dignidad.
Poseedores de grandes latifundios solían vivir en castillos y fortalezas ubicadas en lugares estratégicos protegidos  por gruesos muros almenados, fosos y trincheras y con una alta torre desde la que se divisaba el entorno. En el gran patio de armas se ubicaba el acantonamiento y la  tropa propia que utilizaban en las guerras y los frecuentes encuentros y escaramuzas, por motivos de envidias de las mejores condiciones de sus terrenos  o por gozar de mayores simpatías  reales,  al tiempo que les servían de protección y colaboración para el cobro de  impuestos un tanto arbitrarios.
Practicaban frecuentemente la caza mayor y  la cetrería, dada la gran  abundancia de ciervos,  jabalíes y aves.  “•En Monte–rey,…puede ser que aquí tuviesen sus montes de cacerías ó de arbolados, los Reyes de Asturias, que vivían en Pravia, con palacios y casas de campo para su recreo, á que no ayuda poco el nombre de Cotollano, que tiene el lugar inmediato.” -  Después de las grandes cacerías o combates, eran habituales las comilonas que celebraban solo los varones durante muchas horas, con gran consumo de carnes y vino, no faltando  la   animación  de músicos y bailarinas, incluida la singular figura del bufón, generalmente persona deforme pero ingeniosa e intrigante.
Otro de los divertimentos de la nobleza  era el de celebrar justas o torneos entre caballeros de distintos feudos, a veces presididas o apadrinadas por el rey y los príncipes, puesto que  también servía para la presentación de las doncellas candidatas al matrimonio. Estos desafíos, a veces de enorme dureza y competitividad, tenían gran divulgación y gozaban de la asistencia popular, con el  entusiasmo y apoyo a sus respectivos señores.
La  prepotente nobleza varonil, por real autorización y consentimiento eclesial, podía ejercer si era su deseo, el llamado derecho de pernada (ius prime noctis), que consistía en ser el primero en yacer con una sierva  agraciada que se fuera a casar con un siervo, concediéndole a este la dispensa de cobrar alguna pieza en sus bosques, puesto que la caza mayor estaba exclusivamente reservada para los señores, pudiendo caer en graves penas quienes practicasen el furtivismo. Esa noche, el mal compensado marido procuraba cazar el ciervo mejor y mas codiciado por los señores y como venganza y para compensar su vergüenza, mostraba después la cuerna del venado para acallar las burlas y chanzas de sus  amigos de taberna, de  lo cual, parece que se le ha asignado el apelativo de cornudo, a quien de alguna manera es conocedor o consentidor de los devaneos de su esposa.
Como parte de una aun no existente clase media, había diversos grupos de familias  consideradas como gentes de probada  conducta, honorabilidad y “limpieza de sangre hasta cuatro abuelos,” sin mas títulos que  hidalgos o fidalgos, caballeros e  infanzones,  considerados como de baja nobleza. Había una ceremonia establecida, prestación de homenaje, en la cual debían postrarse ante su señor, besarle la  mano y declararse vasallo suyo, a cambio de lo cual recibía algunas heredades en propiedad, exentos de impuestos especiales y pudiendo vivir en pequeñas mansiones solariegas sin pretensiones defensivas, con criados, cuadras y caballos  y que incluso se dedicaban a conservar una agricultura y ganadería con siervos libres  contratados, pero sobre todo los caballeros jóvenes, acompañados por un escudero, se obligarían  a estar siempre dispuestos a custodiar y asistir fielmente a su señor con su espada y su lanza en las escaramuzas y batallas,  teniendo ocasión de ese modo, a poder obtener algún título o propiedad, aunque no faltaban quienes  prestaban su ayuda  por dinero  o por obtener jugosos botines (mercenarios). Aunque esta clase estaba  por encima del pueblo campesino, tampoco mantenía   unas relaciones demasiado cercanas con la alta nobleza, ya que  solía llevar una vida más templada y austera que ellos, siendo  además normalmente más humanitario  con  los prisioneros  derrotados.
Otro poder efectivo pero nunca bien limitadamente definido, era el del la Iglesia y sus representantes consagrados, con todas sus categorías: obispos, diáconos, sacerdotes,  frailes, presbíteros curas, párrocos, etc. Su autoridad y potestad lógicamente dependía en gran parte de su ubicación, pero de todas formas,  casi todos  sus miembros ejercían una gran influencia y dominación en sus respectivos niveles, con diferentes grados de dedicación y servidumbre, desde los  pretenciosos y pomposos obispos  que eran distinguidos de los reyes y vivían en las catedrales de los centros urbanos, además de los capellanes, confesores y asesores  de los grandes señores, que gozaban del privilegio de  tener asegurada cama y  mesa, hasta el mas humilde cura de aldea, o los monjes que labraban la tierra y mantenían siempre sus puertas abiertas a todo el que solicitara algo de comida o albergue por una noche, asistiendo además  a los enfermos y moribundos e incluso ofreciéndose  a darles cristiana sepultura.
En el ambiente rural, toda criatura nacida o ciudadano adulto tenia que estar bautizado y obligado a cumplir puntualmente con los preceptos  que el clero se encargaba de recordar y  pregonar  la necesidad de contribuir con sus limosnas los asistencias y servicios en  bautizos, bodas, funerales y entierros estando igualmente obligados el pago de tributo mayor o diezmo  por la producción de cereales, lino y viñas y de su propia el tributo menor o minucia por los productos de huerta,  frutales y miel, siendo destinada la mitad de esta recaudación al curato y la otra a La Mesa Capitular de la Catedral de Oviedo.
El impago de estos cánones, estaba castigado incluso con la excomunión, hasta que eran abonadas las deudas. Las señores de la nobleza, también contribuían a alimentar las arcas religiosas, sobre todo cuando se producían batallas o incursiones que les  habían proporcionado suculentos botines,  realizando en esas ocasiones ostentosos donativos para los mas necesitados, que eran distribuidos por el ordinario del lugar.
El patrimonio eclesial era  muy amplio, en gran parte debido a las donaciones de los reyes y señores feudales y a las distintas herencias, puesto que aquellos que morían sin haber dejado  hijos o sin testar,  todo su patrimonio era absorbido por la parroquia, con todo lo cual en los niveles populares había una justificada desconfianza acerca de los miembros de la iglesia y su manera de interpretar la humildad evangélica y el servicio a los pobres, aunque  había  algunos religiosos que  dedicaban su tiempo al aprendizaje  de la lectura y la enseñanza del catecismo con una asistencia  minoritaria, puesto que hasta los niños también tenían sus obligaciones laborales en el campo.
En  algunos apartados monasterios y abadías, monjes especializados en escritura carolingia realizaban esmeradas copias de libros  de cánticos y rezos o se enseñaba la gramática, la retórica y la dialéctica a estudiantes que en su momento serían  consejeros y  juristas de reyes y nobles.  En otros cenobios, se producían bebidas y licores de gran calidad, a base de hierbas y frutos fermentados. 
Un estamento religioso  también importante era el de los conventos de monjas, lugar este que, aparte de  ser lugar de residencia de las profesas, eran refugio y hogar de las solteras vírgenes que no deseaban ser casadas o de las viudas de reyes, príncipes y nobles, puesto que durante muchos años estuvo en vigor la costumbre visigoda de que una vez muerto el consorte, deberían retirarse de su ambiente cortesano para evitar las tentaciones mundanas. Estas incorporaciones a la comunidad religiosa suponían otras recepciones mas substanciosos, ya que en cualquier caso su  acceso estaba condicionado a la correspondiente dote, de acuerdo con su estamento social y económico. De la picaresca religiosa medieval, hay grandes cuentos, relatos y ejemplos en la literatura española.

El campesinado.

El estamento social mas bajo estaba compuesto por hombres y mujeres que cuando podían cultivaban  sus pequeños huertos, pero que  dedicaban casi todo su tiempo a trabajar los terrenos de los grandes terratenientes, puesto que el  labrador y su familia también juraban  fidelidad a su señor, quien  se comprometía a protegerles en caso de invasiones, aunque debían de pagar  impuestos y tributos, que se encargaban de cobrar los soldados, quienes  a su vez, con abusos y amenazas practicaban la rapiña.
Esta sumisa clase trabajadora solía agruparse lo mas cerca posible de sus señores o en derredor de los castillos e iglesias, viviendo en  rústicas casas de piedra,  arenisca y barro, cubiertas de ramaje o paja de centeno, con un solo ambiente, disponiendo de  un primitivo horno y un buen fogón o llar con  un pote  sobre las trébedes, una mesa para preparar los alimentos, amasar el pan y comer y un arcón-banco de madera de respaldo alto.  Para dormir, se usaban los  jergones de paja y hojas sobre unas tablas, acostándose  juntos todos los miembros de la familia,  tapándose con  pieles y mantas de lana  e incluso  conviviendo con gallinas y ovejas para protegerlos del raposo y además conservar una mejor temperatura interior, ya que el fuego estaba constantemente encendido para calentarse sobre todo en las largas épocas invernales,  además de que como  iluminación, usaban  unas primitivas velas con fibra de lino o tripa de cerdo trenzada recubiertas con sebo o cera, por todo lo cual, eran bastante frecuentes los incendios.
La vestimenta de las gentes del campo  era muy sencilla, puesto que la prenda principal era una gran camisola o jubón de tela tosca, unos  calzones algo cortos para los hombres y una amplia falda larga  con mandil las mujeres  con una faja o tira de lana a modo de cinturón y calzado de cuero  sujeto con cintas.
Los campesinos, tenían que ser forzosamente hábiles; las mujeres usaban la rueca primitiva  para hilar lino o una lana tosca para hacer mantas, capas y almexias, para protegerse del frío; también hacían embutidos o cántaras, vasijas, escudillas y cuencos de arcilla. El duernu o mayadera,  la masera, tayuelas y  forcaus, con madera boj, castaño, roble o encina, eran  tareas mas propias de los hombres, pero para  las fesorias, guadaños y focinas había que contar con el herrero, artífice de gran importancia  y prestigio, que además de hacer aperos de labranza, herrar caballos y bueyes,  también forjaba armas, rejas y cotas de malla.
      Los  curtidores, ceramistas, carpinteros, tejedores, etc., que generalmente se asentaban en los núcleos mas grandes,  eran artesanos que de alguna manera gozaban de cierta independencia, al igual que los dueños de tabernas y mesones populares, que disponían de  buenos alimentos  y buena  sidra, vino de manzana o  vino de pera,  ya que las vides no se daban bien por esos climas y el vino que venía de León resultaba mas caro, siendo consumido básicamente por las  clases superiores y los clérigos.
        La salud pública era bastante precaria, abundando además diversos tipos de infecciones, en parte causadas por la poca higiene y la falta de medios curativos de heridas, fiebres o picaduras, recurriendo generalmente a los curanderos, expertos en ferbiducos y emplastes  sacados de raíces y hierbas, al igual que era importante la figura del barbero, quien aparte de pelar y arreglar melenas, barbas y bigotes solía ser un experto en sacar muelas.
       En las clases altas, el padecer de obesidad,  hipertensión y  gota era muy normal a causa del  excesivo consumo de grasas animales, por lo cual era habitual el tener cerca a algún galeno o físico con conocimientos anatómicos, quien frecuentemente practicaba las punciones y sangrías con lanceta o sanguijuelas.
La campana de los monasterios e iglesias cercanas, tañida cada tres horas, marcaba de alguna manera los horarios a los vecinos. Los clérigos y monjes hacían una labor cultural y piadosa con el pueblo, manteniendo una fe  conformista con un severo criterio moral  proporcionando los servicios religiosos  y acogiendo a quienes solicitaban cobijo a algún ocasional peregrino desviado de la ruta mas habitual a la tumba de Santiago, puesto que posiblemente no hubiera demasiada abundancia de  posadas y hosterías, dado el poco tránsito de viajeros y comerciantes y que pasaban por los dominios de los señores o cruzaban por alguno de sus puentes, para lo cual debían de pagar los derechos de portazgo y peaje.
    El habla asturiana es una rústica variante romance emanada del latín muy arraigada en el pueblo, siendo evidente la diferencia entre el lenguaje primario del campesinado y la mas profusa y cuidada expresión de algunos  eclesiásticos y   señores y  eclesiásticos, con claras influencias romances, aunque consta que  ya en el siglo VIII,  en Cayuela de Carió parece que había manuscritos de cesión, testamentos y varios documentos escritos en el habla local y posteriormente en el siglo XII en el Fueru d´Avilés ya figuran normas y disposiciones locales, escritas en asturiano a pesar de la ya fuerte presión que había tenido antiguamente el latín que fue una locución mas culta y ciudadana. 
En la Edad Media,  los apellidos y títulos no los ostentaban mas que  los señores de la nobleza, que pasaban a sus legales  descendientes directos, con algunas variantes como el añadirle  el sufijo ez, como Pelayo-Pelaez, Fernando- Fernández, Rodrigo-Rodríguez, etc., pero si un señor de la alta nobleza tenía un hijo fuera de su matrimonio y deseaba reconocerlo como bastardo, solía añadirle el sobrenombre del lugar o de las cercanías en donde había yacido con la dama; así los honorables  apellidos Del Pozo, Del Río, De la Fuente, Del Campo, etc., indican el lugar  en donde en su tiempo fue procreado su antecesor. Los vecinos  de las villas y pueblos solo eran conocidos por el nombre de bautizado y en caso de necesitar una mayor identificación, añadían el oficio o el lugar de residencia, como Tejedor, Herrero, Zapatero o Soto,  Villar, etc.

 Los denominados gramaticalmente topónimos, se refieren a un lugar, monte flora o cultivo con alguna característica peculiar: - Riberas,  entre otras acepciones, parece viene de lugar cercano  a un río con  elevada humedad del suelo; -Peñaullan, peña que aúlla:, de cuando el Nalón tenía mas anchura y fuerza y hacia una especie de bramido al pasar junto a las rocas bajo el Mirabeche; - Acebedal territorio de acebos, árbol o arbusto  con ramas y hojas  verdes que tiene propiedades curativas y ahuyenta  los malos espíritus; - Truébano, lugar en el que abundan los troncos y tueros  de árboles  huecos por los rayos o el envejecimiento,  que se emplean como colmenas rústicas, etc.
Personajes muy clásicos de esta época medieval, eran los trovadores y los juglares, quienes recorrían los pueblos y aldeas contando hazañas y amoríos, además de propagar la cultura recogida por otras tierras. Los trovadores eran recitadores y poetas algo mas cultos, que incluso participaban en las fiestas de los nobles cantando sus baladas acompañándose de algún pequeño instrumento de cuerda, mientras que los juglares eran mas bien narradores de gestas, hazañas, leyendas, fábulas e incluso sátiras y críticas sociales, lo que les hacía mas populares, recibiendo a cambio donativos o viandas para su subsistencia.
  Normalmente seguía existiendo el trueque o intercambio de materias y víveres, aunque muy escasamente empezaba a circular el vellón castellano, moneda  llamada blanca, cuarta parte del maravedí de oro, plata o cobre
  La aldehuela de Riberas o Riveruelas, como parece que se llamaba en tiempos, era uno de los diversos pequeños  núcleos de los  valles pravianos que  gozaban de una gran fama por  su fertilidad  y estaba como ahora  principalmente dividida en dos zonas o  barrios  mas importantes, ubicado uno en la falda del Trichorio y el otro en la elevación llamada Cotollano, con grupos familiares agrupados en diversas casas, constituyendo quintanas  con  dos o tres casas señoriales dispersadas, (…“que de la casa de Doña Palla era todo el terreno de alrededor de la iglesia, la mayor parte de la parroquia y sus montes, al igual que por la Corrada y Ponte…), todo ello volcado   hacia la hondonada por la que actualmente pasa  el  Trabe o Huelga, donde el gran  cauce del Nalón había producido  unas pequeños brazos  y ensenadas a las que  llegaban  las barcas hasta la  Peña Novales e incluso hasta La Roza en época de grandes mareas, y en cuyas laderas se desarrollaba unas zonas de cultivo especial (Vegallones), con diversos molinos  de grano y   hornos  para uso cerámico.
En aquellos tiempos  Riberas tendría una población que no excedería mucho  de los cien habitantes,  casi todos trabajadores de los señores, únicos dueños de todos los terrenos. Había unas fincas de propiedad eclesial (yuguerias), de una superficie  equivalente a lo que trabajaba una yunta de bueyes en un día, que a veces eran cedidos a algunos vecinos de piedad probada, para ser labrados (labradores) mediante una renta o diezmo anual,  pudiendo incluso estar aforados, es decir cercados o finsados   con mojones de piedra.  Los terrenos más próximos a los riachuelos se destinaban a las frutas, hortalizas, lentejas y habas. En otra área se cultivaban los cereales, trigo, cebada, avena y centeno y la franja mas alejada se reservaba para el pasto  de los caballos y bueyes  empleados como animales herrados de tiro,  quedando limitando el borde por  los montes  de castaños, hayas, robles y texos.
El poseer alguna vaca, era casi inalcanzable para el campesino modesto, siendo mas propio de los colonos o hidalgos que disponían de pastores para su cuidado.  Las periodos de siembra, cultivo y recolección estaban ya mejor organizadas sacándole mucho mas provecho a la tierra y  parece que ya existía algún tipo de  hórreo primitivo para guardar las cosechas y los granos.
La alimentación fundamental de los ribereños era a base de pan de escanda  (bollas), legumbres, berzas, fruta, quesos y leche, con ocasionales aportaciones de carne de aves, cordero, conejo y cerdo, consumido entre otras razones para presumir de no tener ninguna ascendencia musulmana, pues además se usaba la grasa animal, ya que casi no se conocía el aceite para cocinar.
Las boroñas  se hacían  con harina de millo o mijo,  un cereal pobre bastante usado en esa época  puesto que el maíz, la patata, las alubias o el tomate, cultivos tan arraigados actualmente en todo el Norte, no vendrían hasta años después del descubrimiento de América.
El pote de castañas, era un alimento cotidiano barato muy adecuado para proporcionar calorías. El laurel, aparte de su variado uso domestico, una rama del laurel  se colocaba en lo alto de las casas y las barcas  nuevas, e incluso en las  pipas o barricas de la sidra nueva, quemándose también en los tiempos de tormenta  porque se creía que  ahuyentaba al Nuberu y evitaba que allí pudiera caer un rayo. Una derivación de esta costumbre popular es la actual colocación del ramu  cuando esta prácticamente terminada la construcción de una casa.
   El Nalón, desde su desembocadura hasta las Mestas del Narcéa siempre    proporcionaba buenas piezas de anguilas y muiles, pero principalmente  salmones  cuya abundancia gozaban de tal fama, que en años posteriores su captura también  quedó controlada por los señores, que a cambio de  indulgencias, tolerancias y bulas particulares, habían firmado convenio con el Cabildo de Oviedo para suministrarles un tercio de la pesca para el consumo de las jerarquías de la iglesia, quienes también controlaban y administraban la distribución de sal, extraída por la ebullición  del agua de mar, de los hornos que había por los alrededores, aunque la cercana Salinas era el principal sitio de producción de sal marina.
  El pueblo llano, tenía poco tiempo libre y sus diversiones colectivas eran muy limitadas, practicando sencillos juegos de fuerza o habilidad casi siempre realizados al aire libre, como una semblanza de las luchas tribales, como las llamadas danzas de paloteo, en la cual los hombres saltaban al ritmo del entrechocar unos gruesos palos o cualquier tipo de baile o danza, animados por sencillos instrumentos elaborados  por los mismos campesinos como la flauta cañavera, los xiblatos de hueso y los cencerros y aunque se celebraban con mucha devoción las fiestas religiosas importantes, como El Corpus, Navidad, Cuaresma, Día de Difuntos, etc.,  había cierta tolerancia con algunos ritos y costumbres ancestrales consideradas como paganas, con un inevitable sincretismo  cultural y religioso, como  era el  respeto a los plenilunios, casi siempre relacionados con las supuesta fertilidad de la mujer, o la danza prima, baile de origen celta como homenaje al sol, o el corri corri,  seguramente traído de la zona del Este por los juglares itinerantes, usando la gaita de roncón con fuelle de vejiga de cabrito,  el pandero y la flauta pastoril. Durante los solsticios y los equinoccios,  épocas de siembra y recogida de las cosechas, se hacía desde antiguo la celebración de estos ciclos en agradecimiento a los bienes aportados por La Naturaleza, siendo ya muy popular el amagüestu,  con los vecinos reunidos  alrededor de una hoguera para asar las castañas y beber sidra dulce. 
Las gentes de campo, con su constante vida y contacto con el medio ambiente, tenían  muchas creencias en  diversos personajes míticos heredados de la cultura celta y romana, conservadas por tradición  a través de los tiempos, como, el nuberu, el busgosu o el cuélebre, practicando también otros ritos mas secretos para alejar  supersticiones, maldiciones y aojamientos, siendo muy corriente que en lugares algo apartados, hubiera una maga o hechicera que proporcionaba amuletos, talismanes, pócimas, bebedizos y  filtros sacados de  plantas  curativas muy olorosas, como el romero, la rua (*) y el acebo, que tenían propiedades tanto para desencantamientos, purgas  o curaciones, como para emplearlos con fines amatorios o abortivos que no solo eran solicitadas por los campesinos, aunque estos no tenían los prejuicios  ni el fingimiento de la clase alta, siendo bastante común el llegar al altar después de haber mantenido relaciones carnales, aún contando con la consiguiente reprimenda eclesial.         
(* ) Si la casada supiera para que vale la rua,
trasnochara  y madriugara,
pa coyela con la lluna .
(Concepción Suárez)

Mas o menos descrito o desacertado así parece que se desenvolvía  el ambiente en que se vivía por este terruño, pasado algo mas de un siglo  de la entrada del  primer milenio en el que se profetizaron  grandes catástrofes o el fin del mundo, coexistiendo con un contagioso  miedo a las guerras e invasiones y a las temidas  enfermedades, epidemias y pestes, con la consiguiente proliferación de novenas, rezos y ofrendas destinadas a purificar los pecados mortales y a aplacar las  castigos y escarmientos  divinas.

 EL CASTILLO.

  Generalmente los castillos eran edificaciones situadas preferentemente  en lugares de difícil acceso y buena visibilidad, destinados ordinariamente a residencia de los  condes y marqueses mas poderosos, con alojamiento para su  servidumbre y huestes, protegidos  por murallas y fosos, con una  alta torre simbolizando  los límites y control  del señorío, a partir de los cuales, estaba vetado el paso a toda persona que no fuera súbdito suyo.
         La situación del castillo o palacio en el que vivió  Doña Palla es quizás el dato más comprobado e indiscutible sobre esta señora, aunque hay diversas versiones de los antecedentes del  nombre del lugar y su pertenencia.  

Estudios arqueológicos ponen de manifiesto que se trataba de un privilegiado lugar defensivo prerromano elevado sobre un antiguo castro y que posteriormente  en la Edad Media, sus restos fueron aprovechados para levantar un castillo, dada su situación estratégica, puesto que por la parte baja y junto al río Nalón, pasaba el Camino Real, que de alguna manera comunicaba Galicia con la zona vascongada y que después fue otra ruta alternativa al Camino de Santiago, ya que además en esa época medieval y concretamente en la comarca praviana, había varios enclaves importantes, como el llamado Cogollo en Selgas, Las Carollas en Folgueras,  el Pico Mirabeche en PeñaullanBances y el Pico Castro en Arango, aparte de otras  fortalezas,  guarniciones, castillos y palacios  casi todos ellas de propiedad y uso de los señores y las nobles familias de los Arango, Inclan, Valdés. Omaña, Miranda, Quirós, etc.
Este castro ya era famoso cuando Doña Palla se ubicó allí”...
“Hubo una torre que coronaba el castro, llamada Torre de Doña Urraca (?), situada en la falda de la Sierra de Fontebona, sobre un promontorio”….
 “En la época castrense hubo un asentamiento muy bien identificado llamado Palacio de Doña Urraca, conocido como castro de Doña Palla o de La Mina”.
 “ Está comprobada históricamente la grandeza de las personas reales que allí habitaron”.
  “Doña Pelaya Ordóñez heredó de su padre muchos bienes y entre ellos el Señorío de la Villa de Pravia y un antiguo castillo situado frente a Santianes, en una de las laderas extremas al Oeste de Fontebona, en  zona  boscosa de gran frondosidad y abundancia de caza mayor emplazado  en una avanzada o prominencia del terreno, de unos 90 metros de altura  sobre la orilla derecha del Nalón.”

Nuestro antiguo e ilustre vecino  el Sr.Bances y Valdés,  en el año 1783  hizo una detallada  descripción del promontorio en donde estuvo situado este castillo:

“ loma o cerro llamada del Castro o lo que es lo mismo, del Castillo ….con figura de pan de azúcar o piramidal y que  con  igual caída hacia Poniente y Norte, baja a manera de cuchillo, rematando sobre el Río Tiñoso, a similitud de una cresta de gallo”.

 Este altozano estaba algo  separado del resto del monte por una hondonada  natural a modo de foso, con barbacana, puente levadizo y rastrillo, accediéndose  directamente a un amplio  patio de armas con un gran pozo o aljibe central y en cuyo entorno estaban las caballerizas, establos, estancias del personal, armería, guarnición, almacenes, capilla, etc., y un poco apartada la zona dedicada a residencia de los señores.

Toda la edificación, que debió de tener diversas evoluciones, además de estar protegida  con terraplenes, taludes y una muralla almenada con pasillo de ronda, estaba levantada con muros de mampostería de grandes pedruscos del río y argamasa, con  refuerzos  de granito labrado en las esquinas.  En la zona noroeste, el escarpado terreno hacia el río impedía una  invasión por sorpresa y una recia  torre cuadrada vigilaba el curso del Nalón, que junto con el Castillo de San Martín, abarcaba una gran zona  de vigilancia  y control de posibles invasiones. 

 Al igual que en otros muchos lugares a lo largo del río y dada la especial situación de este  enclave, en la zona denominada El Roxico había un importante embarcadero para el amarre de embarcaciones y especialmente para la comunicación con Santianes, Bances o Los Cabos en la orilla opuesta, para evitarse  dar un largo rodeo por tierra.

Es de suponer que después de fallecidos Don Bermudo y Doña Palla, este conjunto sería ocupado durante un tiempo por  sus mas cercanos  sucesores y aunque se ignora si hay constancia de ello,  parece que en  un documento, del que no se sabe su procedencia ni la fecha en que ocurrió, se afirma  que  “El castillo de Doña Palla, al igual que el castillo de San Martín, sufrió un incendio y su posterior expolio, a causa de una lucha de ayalgueros”, con lo cual el tiempo, el olvido y el desprecio, se han encargado de que prácticamente hoy día ya casi no quede ni la memoria.

LA SEÑORA

 Santianes, posteriormente a los reinados de Silo, Mauregato y Bermudo,  ya había dejado de ser corte en tiempos de Alfonso II, aunque por sus alrededores,  seguían viviendo diversas familias significativas de probado linaje,  propietarias de grandes feudos y heredades, en sus castillos, palacetes o casonas, para cuya protección y mantenimiento seguían conservando ciertas costumbres  despóticas y tiranas hacia sus servidores, con lo cual y a pesar de sus supuestas convicciones cristianas, la diferencia entre ser persona respetada  o ser objeto de la ignorancia o de la humillación mas inhumana, era usualmente  insuperable.
En el siglo XI,  Pravia ya  era un centro de cierta importancia, con algún monasterio o convento de monjes mozárabes, algún caserón, unas cuantas viviendas y  una población de unos mil habitantes, con un comercio básico de artesanos, siendo punto de periódicas reuniones de los labradores y ganaderos de la comarca, con un incipiente mercado de venta e intercambio de los productos provenientes de los  focos rurales, caseríos y aldehuelas que la rodeaban. Posteriormente,   a mitad del siglo XIII, el Rey Fernando III  marcaría los límites de la comarca  praviana, mediante La Carta Puebla, abarcando Soto del Barco, Muros y Cudillero y en la Pola de Pravia, se construyeron unas gruesas murallas, que perduraron varios siglos.
 Aunque no abundan las  referencias  documentales sobre Doña Palla,  no hay la menor duda en cuanto a poder confirmar históricamente su ascendencia familiar, su rango y categoría. Su padre  el Infante Ordoño Ramírez, (  981- 1023)  quien paso a la historia con el apodo el ciego, hijo del Rey Ramiro III y Sancha Gómez,  en el año 1006  se casó con Doña Cristina Bermúdez, hija de Bermudo II y Velasquina. Fruto de ese  matrimonio fueron, Don Alfonso, Doña Aldonza, Don Ordoño  y Doña  Pelaya.  Hay constancia histórica de que el mayor de todos, Don Alfonso, murió en 1050, siendo enterrado en Cornellana.-  Su hermana Doña Aldonza se casó con el Conde Pelayo Froilaz, (abuelo de Martín Peláez, fiel compañero del Cid) muriendo  ella en 1056. -  Del tercer hijo, Don Ordoño se sabe que  murió en el 1072.   
De Doña  Pelaya, Paya o  Palla (contracción asturiana de Pelaya, aunque también  se denominaba así a  una campesina o aldeana de la aldea de Palla, en la parroquia de Corias del concejo de Pravia), no se sabe el lugar, la fecha de su nacimiento, ni la de su defunción, aunque  por diversos datos constatados y por una mínima deducción, se puede teorizar  que su vida transcurrió  entre el año 1012  hasta poco después  del 1060, puesto  que, como parece, fue la hija menor de todos, tuvo que haber nacido al menos unos cuatro años después del matrimonio de sus padres y antes de 1024, ya que  hay documentos que consta que en esa fecha, al hacer donación su madre  del Monasterio de Cornellana, figuraba como viuda de Ordoño Ramírez,  con lo cual  en un cálculo  no muy arriesgado, se puede decir que Doña Palla vivió unos 47 años, promedio de vida bastante normal para la Edad Media.
 Como tampoco se sabe absolutamente nada de donde nació, es de suponer que  no debió de ser muy lejos de nuestra zona, conjeturando también que no debió haber sido muy feliz, puesto que aparte de la ceguera de su padre y sus malas relaciones familiares, cuando este murió ella tendría unos 10 años y entonces su madre Doña Cristina, se recluyó con ella en el Monasterio de Cornellana, según la costumbre de las viudas de reyes o infantes, heredada de la época visigoda.
 Lógicamente, durante su posterior desarrollo en el convento, no conseguiría  disfrutar del ambiente mas adecuado para la formación normal de una adolescente, lo que quizás contribuyó a que esa instrucción seria, formal y exigente dejara una personal impronta en ella, ya que, por razones que se desconocen,  posteriormente y a lo largo de su vida, parece que mantuvo una actitud firmemente contraria a la habitual de su alto ambiente, aún  manteniendo el título de Don o Doña,  como probanza de hidalguía que  solamente la ostentaban las reinas, las princesas y algunas señoras destacadas de la clase noble.

 Parece ser que tenía cierta preferencia en cabalgar en solitario por los entornos de esta comarca observando y percibiendo los ambientes rurales y sus miserables circunstancias, lo cual potencialmente también contribuyó  a confirmar su personalidad gradualmente y a mantener firme su noble condición y autoridad entre sus abusivos vecinos, en un difícil equilibrio con su propensión humanista y justiciera, aunque posiblemente casi todas las escasas anécdotas que se conocen sobre esta señora, sean producto de unas idealizadas historias o leyendas populares o  casi locales, de una   época mas o menos cercana a su existencia.
Alrededor del año 1028, se había casado con Don Bermudo o Vermudo  Armendariz, quien tenía mucho nombre en Asturias por ser hijo de Don Armentario Muñiz y nieto de Don Nuño Peláez,  descendientes del mismo tronco y baronía de Los Valdés por otras  ramas separadas, aunque con el tiempo la activa personalidad de ella, prácticamente anuló  su nombre. Tuvieron  tres hijos: Martín Bermúdez, Pedro  Bermúdez y Velasquina Bermúdez, troncos indubitables de ilustres solares de Asturias y especialmente  de la familia Estrada.
El hijo mayor, Martín Bermúdez, se casó con la Condesa  Enderquina García.  Hijo de ellos fue Don Pedro Bermúdez.  Geloysa Martín o Martínez, nacida en  1069  también fue hija de Martín Bermúdez y se caso con Don Juan Álvarez.   Martín, hizo otras donaciones en 1069, cuando sus padres ya habían fallecido.  Uno de los  nietos de Martín Bermúdez,  fue   Diego Menéndez de Doña Palla, del que hay constancia que vivía en 1370, siendo padre de Don Pedro Pérez de Doña Palla.
El segundo, Pedro Bermúdez, de cuyo hijo Diego Menéndez de Doña Palla, hay constancia de que vivía  el año 1370 y que fue padre de Don Pedro Pérez de Doña Palla que  parece vivió hacia el año 1450 en la Parroquia de Riberas.
Velasquina Bermúdez, se casó con Mendo González de Valdés ricohombre Señor de la Casa troncal de la baronía de Valdés  y por este matrimonio la del Solar y Torre, junto a Cadavedo, Concejo de Valdés y que en lo sucesivo se llama Villa de Mar. De ellos nacieron Gonzalo y Fernando Menéndez Valdés, cuya vida alcanzó los tiempos de Doña Urraca de Castilla.
Don Bermudo y Doña Palla, fueron muy heredados y poderosos en Asturias, gozando de muchos bienes desde Pravia hasta Ribadeo, siendo predecesores  entro otras, de las familias Villamar, Bustos y Estrada. Doña Palla había heredado grandes propiedades y hasta se dijo que sus terrenos ya habían pertenecieron al Rey Silo.  En documentación que consta en la Catedral de Oviedo,  el 15 de Julio de 1058  y en presencia de del rey Don Fernando el Magno y la Reina Doña Sancha, ambos esposos hicieron donación a la Iglesia y para sus ministros  del Monasterio de Lodón, junto al río Narcea,  así como de varias villas en Salcedo
   “Doña Palla fue gobernadora y Señora de la villa  y Castillo de Pravia, bien  reconocida por su carácter duro, amante de la justicia y de los problemas de los mas necesitados” ….. “Su corazón era grande y su ternura para  sus vasallos humildes, igual que su dureza con los tiranos.” ….. ”En el siglo XI, Doña Palla, nieta de Ramiro III, mando construir una torre en Villademar..”
   ” Doña Paya, brava fembra de la que no podían burlarse los señores cuyas tierras lindaran  con las suyas. Estas tierras se extendían desde Avilés a Cudillero, a ambas orillas del Nalón!”.
“ En Villamar, cerca de Cudillero, está una torre, resto de uno de sus castillos, con un escudo  con  dos  espadas cruzadas sobre unos haces de fuego y en el que puede leerse: la nueva generación, Selgas, Arcelana y Doña Palla son”.
“ Los Quiñones, Los Quirós y los Omaña, grandes caciques de los alrededores, temblaban cuando sonaba la voz de la rica-hembra de la Torre, montada en su caballo de Teverga, cuando subía a la cumbre de Sta. Ana a otear sus dominios…
“ Alguna vez en la Torre, una  cabeza ensangrentada ejemplarizaba en caridad. Una caridad bárbara pero así había que hacerlo por justicia….Los pecheros de tierras de Pravia, sabían que solo así, Doña Palla la   matriarca, mantenía los derechos de los pobres contra los rapaces…”
”La antigua iglesia ermita de Riveruelas, cerca de Coto-llano, parece ser que fue una donación de Doña Palla o de su hijo Martín Bermudo”.  

También hay un comentario escrito en el se dice que Doña Palla tuvo problemas con Don Pedro de Bances, quién para venirse a bien con ella, parece que dio palabra de que “arrendaría un barco que, partiendo desde el mismo Río Nalón, llevaría gratis a cuentos peregrinos lo desearan, con destino a Tierra Santa.”. 
Si bien hay diversos escritos  en los que consta que Don Bermudo y Doña Palla fueron Condes de Pravia y que como tal gobernaron (sobre todo ella)  un territorio que abarcaba mas de nueve feligresías, da la impresión de que en su  historia coexiste un inexplicable y soterrado oscurantismo, quizás por haber sido una mujer de  gran temple que sometió a algunas  opresores familias poderosas, ya que hay un escaso conocimiento sobre el desarrollo de su vida puesto que, como ya hemos dicho, no han aparecido (o se han destruido) datos con respecto al lugar y fecha de su nacimiento,  ni se encuentra ninguna referencia documental del lugar en donde se celebró su enlace matrimonial, de la fecha de su defunción o la de su marido, a pesar de que, dada su categoría y popularidad y aunque solo fuera localmente,  tuvieron que  haber sido acontecimientos de bastante importancia.
Resulta igualmente extraño que no haya quedado recogido ningún tipo de leyenda, romance o cantiga de algún poeta o juglar, como los que ya se prodigaban por aquellos tiempos, y solamente quedan algunas afirmaciones, comentarios y frases sueltas de orígenes diversos e incluso bastante discutibles y algo reiterativas, que solo pueden darnos algunos indicios  de su gran personalidad y temperamento, no dejando  ninguna duda de que esta señora, al menos en su tiempo, fue muy notable e influyente en este territorio.
Se cree que Doña Palla murió poco después del año 1060, pero tampoco parece haber  referencia de donde fue enterrada, suponiéndose que sus restos no deberían estar  lejos del lugar en donde vivió, ya que hubo y aún quedan algunos supuestos sepulcros o tumbas de posteriores familiares en las cercanías de Riberas, además de las escasas ruinas que se contemplan actualmente.
  Recientemente el Ayuntamiento de Pravia, parece que  tuvo un tardío interés en que se realizaran nuevas investigaciones sobre el enclave histórico y aunque  actualmente no es el mejor momento para conseguir las necesarias aportaciones económicas para tales fines, creo que mientras tanto, podría ser  interesante la contribución de aquellas personas que  dispongan de algún tipo de semblanzas, datos o anécdotas, para ir haciendo una recopilación histórica o legendaria que pudiera enriquecer y acrecentar el conocimiento de  este personaje, puesto que parece muy evidente que en los siglos pasados, hubo un absoluto desprecio por parte de algunos archiveros, cronistas, historiadores y  de las corporaciones locales,  quizás algo encubiertamente por haber sido una dama, popular y  notoriamente conocida por sus posibles intentos de promover una cierta justicia social en aquella época, (casi una especie de Robin Hood femenino).
Aunque esta señora y todo su misterio pudiera  carecer de  interés para algunas personas, creo que quienes nacimos en Riberas, podemos permitirnos  el orgullo  y la satisfacción de pensar que ella formó parte de la pequeña  historia de nuestra aldea  y que algo de su ánimo, su energía y su rebeldía, se propagó por los montes y bosques  de esta entrañable  comarca. 

 CARLOS RODRIGUEZ-NAVIA MARTINEZ.

                                                                                                                 ANEXO        

ALGUNOS NOTABLES DESCENDIENTES DE SU LINAJE.

         Los sucesores de distinguida familia Almendariz-Doña Palla tuvieron posteriores herederos y ramificaciones  que fueron  perdiendo el apellido, aunque algunos  descendientes ilustrísimos conservan referencias a la Dinastía de Doña Palla , bien por línea de varonía, o de ombligo. “en el año 1270  es comúnmente recibida entre las genealogías que tienen igual origen a la de Villamar o de Doña Palla y la de Estrada y en este sentir, todos tienen por ascendiente a Bermudo Armendáriz y su mujer Doña Palla, que es la misma que la de la Casa de Valdés y las demás, en el Castillo sobre el río Pravia  o palacios que llaman de Doña Palla y si bien sus descendientes constituyeron ilustres solares secundarios en Pravia, Villaviciosa y otras partes….”
      * LOS PONTE,  son familia conocida desde el siglo VIII hasta las fechas actuales (Casa de Arnaiz). Es su solar en el concejo de Pravia, tienen el mismo sobrenombre los Martínez de Doña Palla y los Martínez de Ponte. 
      * Don PEDRO PÉREZ DE VILLAMAR  casado con  Doña Elvira Álvarez de  las Asturias, Señores de la Casa de Villamar, que llaman de Doña Palla. Era hijo de Don Pedro Bermúdez de Villamar, nieto de Martín Bermúdez y bisnieto de  Bermudo Armendáriz y Doña Palla,. Por concesión del Emperador Alfonso VII fue Alcalde de Córdoba y Juez de Cristianos, Contrajo una larga enfermedad, de la que en parte fue asistido por Averroes y falleció en el año 1164, en Córdoba.
       * Don RODRIGO MELENDEZ DE VALDÉS. Casado con Theresa Pérez Villamar, hija de Pedro Pérez de Villamar y Doña Elvira. Este caballero, primer Señor de La Casa, fue rico-hombre  seguidor y favorecido consejero del Rey Alfonso VIII. En el libro del Conde de Lucanor, capitulo XVIII,  se hace mención de él. Murió en 1210.
* Don PEDRO PÉREZ DE DOÑA PALLA, casado con  Doña Theresa Menéndez de Villamar, tuvieron  dos hijos, que se  metieron a monjes  en S. Claudio de León. Vivió en Riberas a principios del siglo XV o a finales del anterior y tuvo  su casa cerca de la iglesia, siendo dueño y señor  de todo el terreno alrededor de la iglesia. El y su esposa, tuvieron dos sepulturas familiares a perpetuidad en la antigua  iglesia de Riberas que fueron reubicadas al hacerse la nueva iglesia.
        * Don FERNANDO DE VALDÉS.  Nacido en Salas 1483, hijo de Juan Fernández-Valdés y Doña Mencía de Valdés, Señores de Salas y  del linaje de Doña Palla. Fue obispo de Perpignan,  Orense y Oviedo  y   arzobispo de Sevilla en 1546, siendo inquisidor del Santo Oficio y editor  de  la lista de libros no aceptados por la iglesia.    Fundo la Universidad de Oviedo. Murió en el año 1558 y en la Colegiata de Salas hay un mausoleo esculpido por Pompeyo Leone. El   insigne pintor Velazquez le hizo un magnifico retrato.
      * Don PEDRO MENENDEZ DE AVILÉS.  1519-1574. Marino  ilustre y primer Gobernador de La Florida, fundador de la Ciudad de San Agustín y Gobernador de la Isla  de Cuba…  Su padre  Don Alonso Álvarez,  sirvió con los Reyes Católicos en la conquista de Granada y su madre fue Maria Alonso de Arango,  formando parte de la baja nobleza.  Descendiente de la Casa de Doña Palla, unida con  familias mas cercanas las Casas de Valdés, Menéndez, Arango, Busto, Vigil y otras nobilísimas.   Uno de sus hermanos, Álvaro, también ilustre navegante,  nació en  Cudillero.  Cárdenas  afirma que en el tiempo de Pedro Menéndez de Avilés, en un lugar hoy llamado Monte de Rey, había un palacio de los señores de Doña Palla. En uno de los mas recientes estudios, F. Mellén  asegura que Pedro Menéndez  “nunca nació en Avilés” . Parece que en el libro de registros de nacimiento de la Parroquia de Riberas, hubo una hoja arrancada en la cual figuraba inscrito Pedro Menéndez, como  nacido en el barrio de Monterrey.  (Ver Trichorio  15 -07-12)
 * Don GONZALO MENÉNDEZ DE PONTE, fue padre de Urraca de Doña Palla  y ésta, madre de Gonzalo de Banzes, que nació en principios del siglo XVI y heredó por su abuelo el molino de la Peña, de Pumeda, Arco y las Llindes del Castañedón y la aldea de los Veneros….. “que tanto alcanzaban todavía las posesiones de los descendientes de la casa de Doña Palla”.
  No hay constancia de que actualmente el apellido Doña Palla esté en vigor.


ARMAS Y ESCUDOS

     Los Martínez de Ponte “pintan las mismas armas que los de Doña Palla, por ser impropio apellido”. .El blasón de los Ponte consta de una espada de plata, guarnecida de oro sobre azul, apuntando hacia arriba, pasando por cuatro medias lunas en rojo y cinco flores de lis de oro, una sobre la punta de la espada y dos a cada lado, enmarcado en una bordura verde, con ocho espadas de oro con la siguiente leyenda: "Estas armas y blasón / de Ponte y de Doña Palla / preciados y antiguos son / y ganadas en batalla / cuando la restauración”..
    …“los del apellido Doña Palla, de cuyo linaje fue Fernando de Valdes, Arzobifpo de Sevilla e Inquisidor General de Efpaña, traen por armas en campo azul vna efpada de plata y en torno della cinco flores de lis de oro y en medio de la efpada vn lunel de cuatro medias lunas de plata y por orla ocho afpas de oro en campo rojo”.
     Coincide con el cuarto cuartel del escudo de Soto del barco y con el tercero de Ponte.
Armas y blasón de Doña Palla
Escudo de Soto del Barco



POSIBLES CONFUSIONES Y ERRORES

Es bien sabido por los  historiadores y archiveros que, entre los distintos escritos, manuscritos y documentos mas o menos auténticos del Medioevo, figuran fechas legitimadas por los escribanos y comentaristas de la época, entre las que puede haber una diferencia  de hasta 36 años con los que posteriormente se llamarían años de Cristo.
Posiblemente producto de una confusión documental, algunos tratadistas aseguran que  en los años  700  (¿) hubo  una gran Señora de Pravia, llamada Doña Palla que se casó con el Conde Gotos,  supuesto hijo del Duque de Sajonia y nieto del Emperador Otón, con quien tuvo tres hijos, que fueron los ascendientes de las familias Villamar, Estrada y Bustos.
    En la Edad Media hubo diversas  reinas o damas nobles con el mismo nombre, por lo cual también parece ser que hay algún tipo de  interpretación equívoca de personalidad, entre Doña Palla y Doña Urraca.
    Hubo  una Doña Urraca, que se caso en el 820 con Ramiro I  y que fueron los padres de Ordoño I. Esta Doña Urraca murió en el año 866, bastante antes de la época en la que vivió   Doña Palla.  No hay referencias de si esta dama coexistió por esta zona praviana.
     Otra Infanta llamada   Urraca Bermúdez,   dona   el monasterio de S. Esteban de la Boca del Mar  (s. Esteban de Pravia) el año 1148
También existió  otra  famosa Doña Urraca, llamada la asturiana, fruto de los  escarceos del Rey Alfonso VII con una  joven  llamada Gontrodo, que nació en el año 1133 en Soto  de Aller y que a pesar de su condición bastarda gozó de las mismas  distinciones y consideración de la nobleza que sus hermanastros los infantes Sancho y Fernando. El padre de Gontrodo, Don Pedro Díaz, era  tío de Doña Jimena, la que fue esposa del Cid Campeador.   
 La relación de  Doña Urraca con Asturias se mantuvo a lo largo de toda su vida, pues aunque en el año 1144 y con solo 11 años, fue casada con el rey de Navarra García Ramïrez, el restaurador, seis años después se quedó viuda y regresó a Oviedo, residiendo en el que fuera palacio de  Alfonso II el casto y  conservando su categoría noble y su título, pues aunque su hermanastro Fernando II era el rey de León, ella gobernó prácticamente en todo el territorio asturiano  entre 1153 y 1164, es decir cuando tenía 21 años. Mujer emprendedora e inquieta, cabalgaba durante horas recorriendo frecuentemente algunos de los concejos vecinos, teniendo numerosas propiedades concedidas por su padre el rey  Alfonso, entre ellos el Señorio de Aller, en donde había un  castillo llamado de Doña Urraca.
 En 1164 se caso con el gobernador Álvaro Roderici (Rodríguez), de casa noble y  con quien poco después  urdió derrocar a su hermanastro Fernando II, promoviendo una cierta emancipación de Asturias, siendo desterrados  a Palencia, en donde ella murió en 1179.
Posiblemente por la semejanza con Doña Palla  de algunos aspectos  de su vida, su carácter y su  rebeldía y el que Soto de Aller con Soto del Barco pudieran haber sido motivo de confusión, por esta zona se popularizó  una supuesta fantasía  que conjeturaba que por aquellas épocas (¿)  en la Bimera o Imera en la orilla derecha del Nalón se asentaba  un palacio  perteneciente a una tal Doña Urraca,  y aunque  esta  noble dama  le  regala un castillo en Salas al Conde Suevo,  tampoco hay ninguna constancia documental de que hubiera  llegado a vivir por esta comarca.
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Para realizar este trabajo se consultaron los siguientes autores y obras:  
                                                                                                                                                                                                  
Bances y Valdés - Fernández Conde.- Sánchez Albornoz,- Garcia Noriega –Jovellanos - Suárez Valdés- Laborde -Solís de Meras -Miguel Vigil- López de la Torre - Diego Rodríguez –Juan G. Valdeavellano - Jiménez de Rada - Concepción Suárez.- Joseph Pérez –M. González – Vicent de Cárdenas y Vicent –   Víctor de la Serna, - Angela de Molina.-  El Bajo Nalón  - Boletín de la Real Academia de la Historia - Primitivo Origen de la Nobleza de España de José Manuel Trellez.-  Crónica Albanense,  etc. etc.

Algunos de los datos y reseñas de  documentos, escritores,  historiadores e  investigadores, se han extraído de WIKYPEDIA.